La historia de Carlos II de Rumanía, el «Rey playboy» que renunció al trono por amor
Su amorío con Madga Lupescu le costó el derecho de sucesión y posteriormente la abdicación en favor de su hijo Miguel I
Carlos Hohenzollern era el Príncipe heredero de la Corona de Rumanía cuando conoció a Elena Wolff (más conocida como Madga Lupescu ). Ambos estaban casados, ella con un oficial del Ejército y él con la Princesa Helena de Grecia y Dinamarca . La atracción fue inevitable, y lo que pudo quedar en un «affaire» alteró la línea de sucesión y por lo tanto el destino del país.
Desde joven, la vida sentimental del Príncipe había causado numerosas preocupaciones a sus padres, los Reyes Fernando I y María de Sajonia . A pesar de los enfrentamientos entre Carlos y su familia por amor, nunca se doblegó. Él permanecería fiel a sus sentimientos, sin importar la gravedad de las consecuencias.
El Príncipe rumano se había casado dos veces. Durante su segundo matrimonio con Helena de Grecia, haría público su romance con Madga. Esto provocó que Fernando I obligase a su hijo a renunciar al derecho de sucesión , a favor de su nieto Miguel (fruto del matrimonio de Carlos con Helena).
Los amantes se encontrarían exiliados en París durante cinco años. En 1930 varios representantes políticos, hartos de la corrupción durante la regencia , prepararon el retorno de Carlos. El Príncipe desheredado con el apoyo de su pueblo daría un golpe de estado contra su propio hijo, un niño de 9 años.
No obstante, el régimen monárquico de Carlos II se convertiría en un corporativismo donde únicamente sacarían beneficio muy pocos. Ante la injusticia social nacería un grupo radical, l a Guardia de Hierro –con un fondo socialista y cristiano-, que echaba la culpa al Rey y a su amante judía de la situación crítica del pueblo rumano.
Carlos fue obligado a abdicar en 1940. Él y Madga huirían para exiliarse en Estoril , donde vivirían unas vacaciones eternas.
Carlos, el «Rey playboy»
Antes de dedicarse íntegramente a Madga Lupescu, por más de 28 años, Carlos había tenido una vida amorosa muy intensa.
En 1918 Fernando I enviaría a su hijo, por mal comportamiento, a la Academia Militar Prusiana en Postdam . Los Reyes albergaban la esperanza de que la dura disciplina militar lo enderezase e hiciese de él un hombre digno de heredar la Corona.
Al principio el joven Príncipe había tenido una conducta intachable. Sin embargo, eso cambiaría al conocer a Zizi Lambrino , la hija de un oficial. Carlos comunicaría a sus padres la noticia de su enamoramiento. Al no obtener la bendición de los Reyes, decidió desertar del Ejército para casarse en secreto con la plebeya.
Este sería el primer matrimonio morganático de la Historia, lo cual enfureció enormemente a Fernando I. Por esta razón, el monarca refunde a su hijo en un monasterio apartándolo de Zizi y del hijo que tuvieron (también llamado Carlos). Con el tiempo las autoridades rumanas y la Iglesia ortodoxa anularían el matrimonio.
Con el corazón roto, Zizi se marchó con el pequeño a París. Allí estuvieron esperando a un marido y a un padre que nunca más volvió.
La razón por la que rápidamente se desenganchó de aquella jovencita, fue la Princesa Helena de Grecia y Dinamarca.
En 1921 se casaron en la Catedral Metropolitana de Atenas . Tras la luna de miel, se instalarían en Bucarest . Los Reyes estaban encantados con el enlace; habían depositado toda su fe en aquel matrimonio, porque se esperaba que Carlos nunca más llegara con sorpresas desagradables a Palacio.
Sin embargo, la felicidad de la Familia Real duró lo que una rosa abierta. Al poco tiempo de regresar a Palacio , Carlos comenzó a distanciarse de su esposa. El pequeño Miguel crecía en el vientre de su madre, pero eso no retenía al Príncipe, que volvía a la caza de esa sensación de enamoramiento.
Mientras Helena y el pequeño trataban de normalizar su vida sin él, el alma de Carlos fue usurpada por la figura generosa de una mujer llamada Magda Lupescu . La alegría de vivir de la joven era conocida en todos los salones de Bucarest. Ambos estaban casados, y sin embargo eso no los detendría a comenzar la gran aventura: el amor.
A Carlos se le conoce como «el Rey playboy» -como así lo bautizó el historiador Paul D. Quinlan en su obra «The Playboy King: Carol II of Romania» -. Pero a pesar de su fama de «donjuán» , su última historia de amor tendría lugar en los brazos de Madga Lupescu. Esta «aventurera rumana», a la que le dedicaría 28 años de su vida, se convertiría en el talón de Aquiles de un Rey cuyo trono se vio comprometido en dos ocasiones.
Los amantes
Magda estaba casada con un oficial del Ejército, llamado Tampeanu, al que le era infiel, desde antes de conocer a Carlos. Pero un día el pobre hombre, cansado de ser el hazmerreir de Bucarest, se divorció de ella.
Con toda la alegría del mundo y ya soltera, Lupescu se arrojó en los brazos del Príncipe. Como la discreción no era el punto fuerte de los amantes, el escándalo rápidamente se extendió por todo el país y protagonizó las charlas sociales de la época. Los Reyes, nuevamente alarmados, le exigieron un mínimo de respeto por la Princesa Helena y por supuesto a la Corona que pretendía.
La melena roja y el vaivén de las caderas de Lupescu se convirtieron en un muro entre un rey y el deber. Si su hijo perdía la cabeza por una mujer, perdería Rumanía y todo lo demás.
Encaprichado como nunca, se negó a esconderla. Por esta razón, Fernando obligó a su hijo a renunciar a su derecho de sucesión para dejarle ese privilegio a su hijo Miguel.
En 1925 los enamorados se exiliaban en París para vivir modestamente. Estarían lejos de Palacio pero activos en la política rumana desde el extranjero.
Dos años después, el monarca fallecía y un niño de seis años se convertía en Rey, Miguel I . En el testamento, Fernando había dejado un consejo que conformaría la regencia , que se encargaría de todos los asuntos del Estado hasta la mayoría de edad del pequeño.
En 1930 Carlos y Madga serían invitados por varios representantes políticos que hastiados de la corrupción dentro del consejo. Estos le ayudarían a perpetrar un golpe de estado contra su propio hijo. De esta manera, el Príncipe desheredado se convertía así en el Rey Carlos II de Rumania .
La judía que influyó en la política antisemita
El que fue el primer ministro rumano por dos veces (1928 y 1933), Luliu Maniu , había apoyado el retorno de Carlos con el respaldo del Partido Nacional Campesino (PNT) ; así como también presionó para que la legislatura que le negaba el derecho al trono se aboliese . No obstante, la única condición que se le exigía al Príncipe era mínima para cualquier Rey aunque superior a un hombre enamorado: renunciar a su amante y regresar con Helena de Grecia.
Carlos no solo se negó, sino que además se enemistó con Maniu por ello. Por otro lado, Lupescu ejercería un gran dominio sobre las decisiones del Rey: «su poder era superior a cualquier ministro rumano», se asegura en la Enciclopedia Británica . Maniu había afirmado públicamente en una ocasión que «hay una influencia judía y siniestra en el Palacio».
El Rey corrupto
Obreros y campesinos estaban muy enfadados por el curso que estaba llevando la monarquía. Desde la regencia, la corrupción iba en auge. El mundo no se recuperaba de la Gran Depresión , y Carlos II se enriquecía ilícitamente con la industria pesada.
De esta manera un grupo de carácter cristiano y socialista llamado la Guardia de Hierro estaba siendo acogido con mucha esperanza entre la clase trabajadora . Los militantes, en su mayoría estudiantes de la baja burguesía, estaban liderados por Corneliu Zelea Codreanu .
Codreanu culpaba a la monarquía y a los judíos de todos los males de Rumanía. Y lo que parecía una pequeña molestia para el soberano, pasados los años, en 1937 se convirtió en un grave asunto del Estado. Junto con el Partido Nacional Campesino –en el que militaba aquel hombre que le sugirió abandonar a Lupescu-, la Guardia de Hierro reunió una mayoría de votos que palpitaban por una república . No obstante, salvaría su lugar en el trono por unos años más, gracias a la alianza con los otros partidos que darían lugar al Partido Nacional Cristiano (igualmente con carácter antisemita ).
Aunque trató de ilegalizar por varias veces la agrupación de Codreanu, su posición no tuvo éxito. Por esta razón la monarquía se convertía en un régimen totalitario donde fue disolviendo cualquier expresión democrática de elección popular. Sin embargo, ya era demasiado tarde, esta medida surtiría efecto por un tiempo porque su figura como soberano estaba muy debilitada.
Sin saber qué hacer, deposita toda su fe y confianza en el general Ion Antonescu .
Adiós Rumanía Adiós
Carlos II dejaría una patria resquebrajada en manos de un joven de 19 años, Miguel I . Los amantes finalmente se casaron en 1947 y automáticamente la «aventurera judía» obtuvo el título de Princesa Elena .
Sin mirar atrás vivieron en el derroche durante 13 años, gracias a la corrupción que le permitió amasar una gran fortuna en la industria metalúrgica.
Quizá era ese silencio de ella lo que enfurecía al pueblo, si la favorita del Rey hubiera expresado su credo posiblemente hubiera sido una heroína y no la amante caprichosa.
El amor ciego de un hombre permitió que una mujer estuviera por encima de su Reino y con ello de su pueblo. La abdicación fue el precio a pagar, mas no más doloroso que la simple idea de perderla. Después de eso, estarían juntos 13 años más, hasta que el cáncer le robase la última mañana a Carlos, durante el exilio en Estoril
Noticias relacionadas