El Gobierno socialista que quiso que España se sometiera a la Rusia soviética: «Seré el segundo Lenin»
En la actualidad, la posición de Pedro Sanchez respecto a la guerra contra Ucrania parece clara, pero no siempre fue así en la historia del PSOE, pues hubo presidentes de la Segunda República que quisieron que el país se convirtiera en una segunda URSS
Aunque Pedro Sánchez parece tener clara su posición con respecto a Rusia y la guerra contra Ucrania , en la historia del PSOE no siempre fue así. El presidente del Gobierno español aseguró este martes que Vladimir Putin «ha cometido un error estratégico» al invadir la antigua república soviética, pues pensaba que no iba a encontrar «una respuesta contundente de la Unión Europea», tal y como ha ocurrido. Asimismo, ha advertido que las sanciones adoptadas contra el Kremlin «van a durar hasta que retire todas sus tropas de todo el país».
Otros países y organizaciones se han puesto del lado de Ucrania , además de España, como los otros 26 miembros de la Unión Europea, Estados Unidos, Gran Bretaña y la OTAN, que han comenzado a darle apoyo militar ante el ataque ruso. En el bando contrario, los principales aliados de Putin son los miembros de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) –una alianza militar creada tras la caída de la Unión Soviética– Irán y China. Y cuenta, además, con estrechos lazos con Cuba, Venezuela y Corea del Norte.
Hubo un tiempo en la Segunda República que España habría estado en el segundo grupo y hasta habría dado la vida por la causa del Kremlin, como demostraban las intervenciones públicas y la correspondencia que mantuvo el presidente del PSOE y posterior presidente del Gobierno republicano en la Guerra Civil, Francisco Largo Caballero , con Stalin. Eran los años en los que Madrid no solo celebraba con orgullo el aniversario de la Revolución Rusa de 1917, sino que también engalanaba la Puerta de Alcalá con un gran escudo de la URSS y tres gigantescos retratos del dictador comunista y sus camaradas Maksim Litvínov y Kliment Voroshílov.
Es la misma Rusia que Putin añora, según ha demostrado en numerosas declaraciones a los medios de comunicación en los últimos años. Hace pocas semanas, el presidente ruso dejó aflorar esa nostalgia en un discurso a la nación al reconocer la independencia de Donetsk y Lugansk, la región conocida como Donbass : «Fue un error permitir a las repúblicas dejar la Unión Soviética», lamentó. En diciembre, con toda la tensión por la concentración de sus tropas en la frontera con Ucrania, dijo: «Para mí y para la mayoría de los ciudadanos, la disolución de la URSS fue una tragedia». En 2005 también declaró que ese episodio «es la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX».
Correspondencia con Stalin
En la carta que le envió a Largo Caballero el 21 de diciembre de 1936, Stalin le pedía al entonces presidente español que el Gobierno republicano debía aparentar cierto parlamentarismo en España, no desarrollarlo de manera real, tal y como correspondía a un régimen supuestamente republicano. Era el peaje solicitado por el dictador comunista por la ayuda militar en la guerra, pero cuyo objetivo verdadero era establecer en España una dictadura del proletariado similar a la de la Unión Soviética que pudiera manejar a sus anchas.
No hacía falta, sin embargo, convencer a Largo Caballero de las bondades de dicho plan, puesto que el líder socialista llevaba más tiempo preocupado por su idea de cómo establecer en España esa dictadura que por las cuestiones del frente. Un régimen al que, incluso, ya había puesto nombre: Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas o Unión de Repúblicas Ibéricas Soviéticas, en un claro paralelismo con la entonces potencia comunista. De las dos formas aparecía referida en la prensa de la década de 1930 .
El proyecto lo empezó a vender después de que el PSOE perdiera el poder en las elecciones generales de noviembre de 1933, en favor de la coalición de los radicales de Alejandro Lerroux y la CEDA de José María Gil-Robles . En dicha respuesta, Largo Caballero le comunicaba a Stalin que el terreno ya estaba allanado y que no era necesario mantener la farsa, ya que ni los miembros del Gobierno ni los diputados republicanos estaban, en su opinión, contentos con el régimen establecido el 14 de abril de 1931: «La institución parlamentaria no goza entre nosotros, ni entre los republicanos, de defensores entusiastas».
El 'Lenin español'
La mencionada correspondencia entre Stalin y Largo Caballero era una muestra del nivel de complicidad que habían alcanzado. Al histórico líder del PSOE, de hecho, se le conocía como el ‘Lenin español’, un apodo que cargaba desde que fue nombrado ministro de Trabajo el 14 de abril de 1931. Ya entonces barajaba su plan de convertir no solo a España, sino a la Península Ibérica entera, en un imperio comunista igual que la URSS y que dependiera prácticamente de él como si de Estados hermanos se trataran.
En su libro 'Los socialistas en la política española, 1879-1982' (Taurus, 1997) l historiador Santos Juliá defendía que, para el líder socialista madrileño, la democracia era una «estación de tránsito hacia el socialismo»., es decir, como si la ideología estuviera por encima del régimen republicano y este no fuera más que el medio necesario para lograr su ‘URSS española’. No importaba, incluso, que esta tuviera que desarrollarse en contextos totalitarios. En el II Congreso de la Federación Comunista Catalano-Balear, en 1932, Joaquín Maurín (dirigente de la CNT y del POUM) y Jordi Arquer (fundador del Bloque Obrero y Campesino) ya lo convirtieron en su objetivo principal.
Y así lo expresaba un artículo crítico de ‘El Siglo Futuro’ , publicado en septiembre de 1934, cuyo título no dejaba lugar a dudas: ‘La segunda URSS’:
«El diario lisbonense ‘O Século’ no solo ha confirmado el intento social-azañista revolucionario de España, sino que revela un plan más vasto: constituir una URSS ibérica. Una vez instalado el marxismo bolchevique en Portugal, se haría lo mismo en España. Se nota inmediatamente la razón de la virulencia separatista en Cataluña y el País Vasco, y se entiende también mejor por qué no han sentido repugnancia ni tenido inconveniente los separatistas vascos en aliarse con los extremistas revolucionarios. En la URSS ibérica, Cataluña y Vasconia serían dos repúblicas confederadas unidas a la Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas. Su independencia antihispánica sería un hecho».
Ese año, el candidato del PSOE por Segovia, Rodolfo Obregón , apuntaba la misma idea en ‘Renovación’, la revista oficial de la Federación de Juventudes Socialistas de España:
«El movimiento que anhela la república social necesitará unidad geográfica, que hay que desencadenar a la vez en todos los puntos de la Península Ibérica, incluso en Portugal. Los trabajadores de ese pueblo hermano no deben soportar más dictaduras burguesas al servicio de Inglaterra. Portugal tiene un puesto a nuestro lado y hay que ofrecérselo sin regateos para constituir una verdadera unión socialista. Para diferenciarla de la URSS y guardar al mismo tiempo con ella la oportuna y estratégica simetría, podría llamarse ‘Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas’».
El poder por las armas
Para lograr su objetivo, Largo Caballero no tenía reparos en manifestar públicamente que si había que utilizar las armas para tomar el poder, instaurar su URSS y declarar los soviets en España siguiendo el modelo de Lenin, las utilizaría. En 1935 fue entrevistado por la agencia Associated Press en la Cárcel Modelo de Madrid, donde permanecía preso como cabecilla de la Revolución de Asturias, y lo explicaba de forma contundente:
«Dentro de cinco años, la República estará de tal forma organizada que a mi partido le resultará fácil utilizarla como escalón para conseguir nuestro objetivo. Nuestra meta es una Unión de Repúblicas Ibéricas Soviéticas. La Península Ibérica volverá a ser un gran país. Portugal se incorporará a nosotros, confiamos en que pacíficamente, pero utilizaremos la fuerza si es necesario. ¡Detrás de estas rejas tiene usted al futuro amo de España! Lenin ha declarado que España sería la segunda República Soviética de Europa y su profecía será una realidad. Yo seré el segundo Lenin que lo hará realidad».
Había una segunda facción dentro del PSOE, liderada por Indalecio Prieto, que creía que el régimen republicano era un valor en sí mismo y que el partido tenía la obligación de conservarlo. Sus reglas jamás debían ser quebrantadas. Ambas tenían puntos en común, obviamente, como la nacionalización de la tierra, la prohibición de las órdenes religiosas y la disolución de la Guardia Civil, pero la postura de más radical de Largo Caballero en cuenta a la concepción de España tuvo, en un principio, más apoyo del esperado.. pero poco después comenzó la Guerra Civil y la idea perdió fuerza. Largo Caballero falleció en el exilio de París el 23 de marzo de 1946.