La gloria robada a los 9.000 españoles que Estados Unidos sacrificó para lograr su independencia

La decisiva y olvidada contribución de España a la causa de George Washington fue despreciada durante siglos, a pesar de enviar armas, munición, medicinas, dinero, barcos y el doble de soldados que Francia, el país que pasó a la Historia como el gran aliado de los rebeldes norteamericanos

Montaje de un detalle de la batalla de Pensacola, por Augusto Ferrer-Dalmau, sobre la declaración de guerra de España en 1779, junto a su bandera y la de Estados Unidos ABC

Israel Viana

Los ingleses ocuparon Norteamérica para evitar que lo hiciera España, potencia que, según ellos, aspiraba a la hegemonía mundial. Un siglo después, Gran Bretaña ya disfrutaba de una red de colonias en la costa atlántica, entre el Canadá francés y la Florida española. Sus habitantes, llegados desde Europa en busca de nuevas oportunidades, se duplicaron entre 1750 y 1770, formando una sociedad dinámica y en continua expansión. Las cosas iban tan bien para los colonos que el futuro padre de la independencia, Benjamin Franklin , profetizó mucho antes que la colonia se convertiría en el centro del Imperio británico.

Sus nuevos habitantes fueron felices mientras el Gobierno de la metrópoli les respetó su alto grado de autonomía. Y así fue durante años, puesto que Londres no interfirió demasiado en sus asuntos. Sin embargo, con la guerra europea de los Siete Años todo cambió, ya que provocó serios apuros económicos a Inglaterra, que comenzó a exigir a las colonias que contribuyesen a las arcas generales con más impuestos. Ténganse en cuenta el dato de que la presión fiscal de un colono era 27 veces menor que la de un ciudadano de la metrópoli.

La tensión aumentó cuando la ley del Timbre comenzó a gravar los libros, la prensa y los documentos jurídicos americanos sin el consentimiento de los colonos. Y la situación se complicó aún más, después de que el Gobierno de la metrópoli decidiera establecer un ejército permanente en las colonias, así como nuevas cargas fiscales. El impuesto sobre el té de 1773, por ejemplo, desencadenó los primeros enfrentamientos, cuando un grupo de blancos disfrazados de indios arrojó al mar, en el puerto de Boston, un cargamento de este producto valorado en 10.000 libras. Las autoridades británicas declararon el estado de excepción y la situación se les fue de las manos, hasta que el Rey Jorge III advirtió que «los golpes decidirán si los colonos han de ser súbditos del país o independientes».

Comienza la guerra

Al año siguiente, en 1775, se produjo en Bunker Hill la primera batalla entre las tropas inglesas y las milicias coloniales. Vencieron las primeras, pero a un precio muy alto: más de mil bajas, un 40% de sus efectivos. Se inició entonces una cruenta guerra que vivió uno de sus episodios más importantes con la declaración de independencia del 4 de julio de 1776, pero la paz no llegó hasta siete años después.

El 4 de febrero de 1777, el Rey de España, Carlos III , daba a conocer su decisión de no reconocer abiertamente a Estados Unidos como país, pero comenzó a apoyar de tapadillo y en todo lo posible a los colonos en su guerra contra Gran Bretaña. De hecho, el conde de Floridablanca, primer ministro español, también aseguró en ese mismo momento que «el destino de los intereses de las colonias nos importa mucho, y vamos a hacer por ellos [los colonos] todo lo que las circunstancias nos permitan».

Desde entonces, España contribuyó de manera igual de decisiva o más que los galos a que Estados Unidos lograra su emancipación, aunque fuera Francia la potencia que pasó a la Historia como la gran aliada de los rebeldes norteamericanos. Esta entró en el conflicto después de la batalla de Saratoga, acaecida en septiembre y octubre de 1777, donde quedó demostrado que los británicos no eran invencibles. La corte de Versalles quería vengarse de su derrota en la guerra de los Siete Años, así que firmó una alianza militar con los estadounidenses.

Firma de la declaración de independencia de Estados Unidos, en 1776 DOMINIO PÚBLICO

La ayuda clandestina

España, por su parte, entró en la alianza un año después, en 1779, por el mismo resentimiento contra los británicos que Francia. Antes, sin embargo, ya colaboraba clandestinamente con los independentistas, enviando a estos, desde el principio, armas, munición, medicinas y paños, así como ayuda financiera. También proporcionó refugio a los barcos rebeldes. El conde de Floridablanca estaba convencido de que, antes de implicarse directamente en el conflicto, debía prepararse y disponer de la potencia militar necesaria para desafiar a una gran potencia marítima como Gran Bretaña.

Los norteamericanos eran conscientes de que solo con la ayuda francesa no lograrían la emancipación. Tenían que atraer a los españoles a su causa, ya que solo si ambos países unían sus flotas sería posible equilibrar el poderío británico. Así lo advirtió Washington en el Congreso: «Los ingleses son ahora muy superiores en el mar a los franceses... y así seguirá siendo a no ser que se interponga España». La corte en Madrid aceptó y acabó teniendo una contribución esencial que, hasta la fecha, no ha sido muy reconocida. De hecho, mientras que los galos participaron con 5.000 hombres, nosotros enviamos más del doble de soldados, 11.000, de los cuales se cree que llegaron a fallecer 9.000.

La gloria se la llevaron los franceses porque combatieron junto a George Washington en la célebre derrota británica de Yorktown en 1781. Pero, ¿por qué es poco conocida nuestra contribución? Como apuntaba José Manuel Guerrero Acosta en una entrevista con ABC en 2017, se debe a la fuerte influencia de la «herencia anglosajona» en el relato oficial de los hechos y a que los españoles no han sido «buenos publicistas» de su propio pasado. Según este experto en historia militar, además, se trataba de «una ayuda encubierta», porque «la Corona no quería que se supiera que ayudábamos a los revolucionarios norteamericanos, por miedo a que esas ideas se extendieran a sus provincias americanas».

Obama y Bernardo de Gálvez

Carlos III tampoco deseaba que los británicos se enterasen de que prestaba ayuda a los revolucionarios antes de que les declarara abiertamente la guerra en 1779. «Francia no tenía nada que perder, pero los españoles sí y se lo pensaron más, porque antes se querían asegurar de que podíamos ganar la guerra», declaraba Guerrero sobre este secretismo, que ha hecho «muy difícil que se pudiera investigar y demostrar las cantidades de los suministros que se enviaron». Prueba de su enorme importancia, sin embargo, es el hecho de que, durante su mandato, el presidente Barack Obama ordenó colgar en el Senado estadounidense un retrato de Bernardo de Gálvez (1746-1786), el militar malagueño, gobernador de la Luisiana y héroe de la batalla de Pensacola en 1781, que fue decisiva para echar a los ingleses de Florida.

Las cifras del sacrificio de la Armada española para interceptar y anular a la poderosa Royal Navy , la máquina de guerra más importante del mundo en aquel momento, fueron capitales para el nacimiento de la nación alumbrada por George Washington, John Adams, Benjamin Franklin y Thomas Jefferson, entre otros. Por ejemplo, cuando humillamos a los británicos con la ayuda prestada por los almirantes Juan de Lángara en la zona de las Azores o la de Luís de Córdova al barrer a los ingleses, junto al conde d'Orvilliers, en el Canal de la Mancha.

Estas dos maniobras fueron un factor de vital importancia para el objetivo final. Para que se hagan una idea, Luis de Córdova apresó a unos 55 buques británicos que se dirigían con destino a las 13 colonias. Su valor económico superaba las cuatro millones de libras, una cantidad suficiente en aquella época como para arruinar a la economía londinense a finales del siglo XVIII. Y es que el aporte más significativo de España a la independencia de Estados Unidos fue, además del financiero, el de su Armada con las incansables ofensivas de los Gálvez, Langara y Córdova, entre otros, que marcaron la diferencia del conflicto y desactivaron el principal recurso militar británico: su marina.

Thomas Jefferson, el principal autor de la declaración de independencia DOMINIO PÚBLICO

El sacrificio español

En 2015, Josá María Lancho enumeró en ABC los barcos y marinos españoles perdidos, año por año, durante la guerra. Unas cifras que nos ayudan a hacernos una idea del enorme sacrificio realizado por España, pocas veces reconocido:

Año 1779:

- Navío El Poderoso de 64 cañones: 500 hombres.

- Fragata Santa Mónica de 32 cañones: 232 hombres.

- Fragata Santa Margarita de 32 cañones: 232 hombres.

Año 1780:

- Fragata Santa Marta de 38 cañones: 232 hombres.

- Navío San José de 70 cañones: 539 hombres.

- Navío El Fénix de 80 cañones: 539 hombres.

- Navío Monarca de 70 cañones: 539 hombres.

- Navío El Diligente de 70 cañones: 539 hombres.

- Navío Princesa de 70 cañones: 539 hombres.

- Navío Guipúzcoa de 70 cañones (539 hombres)

- Navío Santo Domingo de 70 cañones: 539 hombres.

- Navío San Julián 70 de cañones: 539 hombres.

- Navío San Carlos de 50 cañones: 480 hombres.

- Bergantín San Juan Bautista de 12 cañones: 75 hombres.

Año 1781:

- Fragata Leocadia de 34 cañones: 232 hombres.

- Fragata Santa Catalina de 32 cañones: : 232 hombres.

- Fragata La Graña de 26 cañones: 232 hombres.

- Fragata Tallapiedra de 21 cañones: 232 hombres.

- Fragata Paula Primera de 21 cañones: 232 hombres.

- Fragata Pastora de 21 cañones: 232 hombres.

- Fragata San Cristóbal de 17 cañones: 175 hombres.

- Bergantín Príncipe Carlos de 17 cañones: 175 hombres.

- Bergantín San Juan de 9 cañones: 75 hombres.

- Bergantín Paula Segunda de 9 cañones: 75 hombres.

- Bergantín Santa Ana de 9 cañones: 75 hombres.

- Bergantín Dolores de 7 cañones (75 hombres)

Año 1782:

- Navío San Miguel de 74 cañones: 539 hombres.

- Fragata Perpetua de 34 cañones: 232 hombres.

- Fragata Santa Catalina de 30 cañones: 232 hombres.

- Brulote Begoña : sin datos

- Balandra Natalia de 12 cañones: 75 hombres.

Año 1783:

- Navío El Dragón de 60 cañones: 500 hombres.

- Fragata Las Dos Catalinas de 34 cañones: 232 hombres.

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