Francisco Franco, el médico español de origen judío que curaba con bebidas frías en el siglo XVI

Un erudito del siglo XVI comparte nombre y apellido con el dictador, no así intereses. La obra del valenciano es conocida por su investigación para prevenir epidemias y por un peculiar tratado sobre el uso y beneficio de la nieve para la salud

Vista de la ciudad de Sevilla desde Triana en el siglo XVI
César Cervera

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Hay otros Francos en la historia de España. Uno de ellos, un médico y botánico del siglo XVI, comparte nombre y apellido con el dictador, pero pocas similitudes más. Nacido en el seno de una familia de judíos conversos, Francisco Franco (1515-1569) obtuvo en las universidades de Valencia y Alcalá de Henares una formación humanista como médico y recibió allí clases del maestro erudito Diego de León (nada que ver, salvo el nombre, con el militar golpista del siglo XIX).

Hasta 1546, Francisco Franco ejerció como profesor de la universidad de Alcalá y sirvió a la ciudad en una de las recurrentes epidemias de peste que visitaban el centro de la Península. Suya fue la recomendación de secar las lagunas pantanosas cercanas a Alcalá para evitar ciertas pestilencias provocadas por aguas estancadas, como así relata José Luis Fresquet Febrer en la entrada dedicada al médico en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia . Una idea avanzada a su tiempo, o al menos así lo demuestra el hecho de que pocos años después el hombre más poderoso del mundo, Carlos V, muriera por un paludismo causado, probablemente, por una concentración inusitada de mosquitos junto a un estanque del Monasterio de Yuste (Extremadura).

En 1549, Francisco Franco acudió a la llamada del Rey Juan III de Portugal , que ofreció cátedras en la Universidad de Coimbra a varios profesores de la Complutense. El valenciano convalidó sus clases de Botánica Médica con el cargo de galeno del Rey durante seis años. Luego, el trotamundos recorrió varios países de Europa para aumentar sus conocimientos.

Un pionero en la lucha contra las epidemias

De vuelta a Sevilla, fue contratado como catedrático de Prima de su universidad, donde continuó sus estudios sobre botánica médica y elaboró un tratado de epidemias. Plasmando su experiencia sobre el terreno en Alcalá y más tarde en Utrera, Francisco Franco publicó la obra «Libro de enfermedades contagiosas y de la preservacion dellas» (1569) con instrucciones prácticas sobre cómo había que actuar en caso de que aparezcan enfermedades pestilenciales en una población. El texto está escrito en castellano, y no en latín, para llegar a toda clase de público y no quedarse en un tratado teórico. Si se necesitaba una suerte de extintor en caso de incendio, mejor que estuviera escrito en una lengua menos refinada.

Franco creía que la mayoría de médicos acostumbraban a huir de la peste y, sin nadie que tradujera del latín, resulta imposible saber qué hacer ante cuestiones básicas. ¿Es bueno quedarse junto a los enfermos? ¿Cómo se trata a un contagiado? Las recomendaciones de Franco, en la línea de otros médicos humanistas del periodo, ofrecían soluciones por primera vez a una plaga de dimensiones bíblicas. El médico valenciano desaconseja en los ochenta folios que conforman su texto el uso de sangrías para este tipo de enfermos e incidía en la buena higiene y alimentación, tanto una vez contraída la enfermedad como para prevenirla. Al estilo del grupo de alegres florentinos del «Decamerón» de Boccaccio , recomienda como solución definitiva poner tierra de por medio en cuanto apareciera la epidemia, algo que podía salvar miles de vidas atrapadas en urbes bulliciosas.

El otro foco de las investigaciones Francisco Franco fueron los antídotos contra venenos y pestilencias que se podían extraer del campo. De ahí su empeño para que el Concejo de Sevilla creara un jardín botánico para tener plantas medicinales en Sevilla a semejanza del que había creado Felipe II en Aranjuez. El resto de sus esfuerzos profesionales se destinaron a su peculiar obra «Tratado de la nieve y del uso della» (1569), donde trata de responder a los médicos renacentistas que durante siglos debatieron sobre la conveniencia de enfriar o no las bebidas con nieve. En opinión de Franco, son muchas las ventajas de la nieve para el cuerpo, pero no para los menores de catorce años, los ancianos o los que presentan tos.

Para enfriar las bebidas, el valenciano empleaba un vaso cubierto con una tapadera de plata sobre la que depositaba nieve a conveniencia. Dada l as altas temperaturas del verano sevillano , Franco defendía que enfriar las bebidas no solo era inocuo, sino recomendable para mantener la salud en su sitio y las enfermedades lejos.

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