Los crímenes machistas del sanguinario Reverte tras la gran amnistía de 1931: «¡He vuelto, viva la República!»
El bandolero cordobés inició su carrera delictiva muy joven, apuñalando a un familiar para robarle el jornal, y cuando el
Gobierno de Alcalá Zamora lo dejó libre nada más instaurarse el nuevo régimen, quisó asesinar a su esposa y acabó matando a su cuñada por la espalda
Cuando Antonio Mata regresó al comienzo de la Segunda República a Fuente Tójar, el pueblo cordobés en el que había nacido 65 años antes, sus vecinos no se lo podían creer. Diez años había estado en prisión el célebre bandolero que había aterrorizado a la región con sus fechorías. Sus conciudadanos no se lo podían creer, puesto que solo había pasado un día desde que se había instaurado el nuevo régimen y allí estaba aquel criminal danzando a sus anchas a causa de la amnistía decretada por el Gobierno Provisional de Niceto Alcalá Zamora la misma noche del 14 de abril de 1931.
El susto les duró varios días, puesto que la medida iba a afectar, en principio, únicamente a los delitos políticos, sociales y de imprenta, pero acabó dando la libertad a criminales de toda ralea. Incluso a infinidad de violentos ladrones como él y a algún que otro asesino. Así que allí estaba de nuevo, de regreso en Fuente Tójar , cuando los vecinos le vieron aparecer en una diligencia, con la cabeza asomada por la puerta, gritando: «¡El Reverte ha vuelto! ¡El Reverte ha vuelto! ¡ Viva la República !». El pueblo entero debió temblar al escuchar su voz.
La intención de Reverte, como se conocía popularmente a Mata, era rehacer su vida con la que había sido su esposa, Adelina Pérez . Estuvo meses intentándolo, acogido en la casa de su hijo, pero ella no deseaba tener ya ningún tipo de relación con el bandolero que había sembrado el terror en Andalucía antaño. El rechazo no le sento bien, puesto que se había acostumbrado a conseguir todo lo que quisiera desde joven, durante sus andanzas criminales por la provincia. Tampoco tuvo en cuenta que acabara de salir de prisión ni que su esposa le hubiera ayudado económicamente desde que estaba en libertad. La venganza estaba decidida.
Camino del huerto
Un día a comienzos de mayo de 1932, el bandolero espero escondido en un camino de Fuente Tójar por donde se supone que pasaban su mujer y otra vecina, camino del huerto, todas las tardes. Cuando aparecieron, se acercó en silencio por la espalda de la que creyó que era su mujer y, tras desenfundar su pistola, le disparó dos veces en la cabeza... hasta que, inmediatamente después, descurbió que no lo era.
Reverte acababa de asesinar a su cuñada, que tenía cierto parecido físico con su querida Adelina. Su sorpresa fue mayúscula, ya no era el bandolero de antaño y le fallaba la vista. Su acompañante, además, era la mujer de un guardia civil del pueblo a la que perdonó la vida. Aquella sería su última víctima, de 47 años, considerada por los vecinos una persona honrada, buena y cariñosa.
En aquella acción no había nada de la épica y el romanticismo que se asociaba a los bandoleros de épocas anteriores. Muchos compañeros de Reverte se convirtieron en auténticas leyendas admiradas por el pueblo, como si fueran justicieros que robaban a los ricos para dárselo a los pobres . Pero lo cierto es que el bandolerismo fue cruel y despiadado. La mayoría de ellos formaban parte de bandas de proscritos, salteadores de caminos, ladrones y asesinos, cuyos actos iban acompañados, muchas veces, de crueldad, brutalidad y dolor injustificado. Baste este asesinato como ejemplo, aunque a principios del siglo XIX encontremos algunos ejemplos de bandoleros patriotas españoles que se lanzaron al campo para combatir a los invasores franceses.
«El último bandolero: captura de Reverte»
No era este el caso de nuestro protagonista, que huyó a toda velocidad entre los olivares nada más descerrajar los dos tiros por la espalda a aquella mujer inocente. Por fortuna, una semana después sus vecinos pudieron leer en « La Voz » el siguiente titular: «El último bandolero: captura de Reverte». «La Guardia Civil de Fuente Tójar ha continuado activamente las pesquisas para detener al bandido autor de la agresión a su cuñada, María Jiménez, que falleció ayer en el hospital de Priego. Por confidencias se supo que el bandolero estaba refugiado en el cortijo Ramírez. Se organizó una batida y este salió de su refugio para dirigirse a la localidad de Alcaudete (Jaén). A última hora de la tarde fue capturado y conducido a la cárcel de Priego. Con su detención ha vuelto la tranquilidad al vecindario», añadía el diario.
La captura fue dirigida por el teniente de la Benemérita Francisco López Pastor y participó también Demetrio Núñez , el guardia civil que un año antes había ayudado al Rey Alfonso XIII a salir de España tras proclamarse la Segunda República. Reverte, por su parte, fue ingresado en la cárcel de Córdoba y ya nunca volvió a ser libre al fallecer de causas naturales durante la Guerra Civil.
Más de medio siglo había dedicado Antonio Matas «Reverte» a la delincuencia. Comenzó a ejercerla cuando apenas era un adolescente con el atraco a un familiar de su misma edad. Iban los dos caminando de regreso a casa al terminar una dura jornada de trabajo en el campo, cuando el bandolero en ciernes fingió un fuerte dolor en el estómago. Al acudir su pariente a ayudarle, se levantó de repente y le asestó varias puñaladas para quitarle su jornal. Allí lo dejó tirado, mal herido, para lanzarse después a la sierra y comenzar una carrera delictiva que no se detuvo hasta aquella primavera de 1932.
Viudo y sin trabajo honrado
En este primer crimen no fue detenido y pudo continuar una vida más o menos normal. Incluso se casó con María Ayala y tuvo un hijo varón, el mismo que le acogería en su casa cuando este salió de prisión con la aministía de republicana de 1931. Aquella primera mujer falleció pronto. Viudo y sin muchas ganas de ponerse a trabajar honradamente, continuó con su vida delictiva de la mano de otro de los bandoleros más legendarios de la historia de España: Francisco Ríos González, «El Pernales» .
Allí aprendió el oficio y cometió crímenes que, incluso, fueron recogidos por escritores franceses del XIX, los cuales convirtieron a los miembros de este grupo en algo así como héroes populares protagonistas de historias épicas inventadas. «El Pernales es un bandido romántico que lucha por la gloria. El dinero del señorito es para él cosa secundaria. Tiene aspiraciones más altas. Trabaja principalmente para que lo que él escribe con su faca sea escrito después con las plumas de los ingenios. Daría todo el dinero que le envían los asustadizos labradores a un editor para que le sacase a tres tintas, con su jaca y su rifle, en la portada de una novela por entregas», podía leerse en ABC el 29 de agosto de 1907 . Pero lo cierto es que el Pernales también fue famoso por su crueldad. Fue un feroz maltratador de su mujer y de sus hijas pequeñas, a una de las cuales llegó a quemar con una moneda al rojo vivo cuando era un bebé porque lloraba mucho. Y era habitual que violara a muchas de las víctimas de sus robos.
Reverte, el Pernales y el resto de la banda recorrió durante años los caminos de Sierra Morena y la Serranía de Ronda . Una de sus acciones más conocidas fue el asalto al gobernador civil de Córdoba en su propia casa. «Se acaba de tener noticia en la ciudad de una nueva hazaña del famosísimo Pernales, ese bandido que nos ha salido a los andaluces para terror de cortijeros y desesperación de autoridades», contaba este periódico el 31 de julio de 1907.
«Los tres de Fuente Tójar»
Un mes después, ABC informaba de la muerte en Alcaraz (Albacete) de este y el Niño de Arahal. La fotografía de sus cadáveres, tras ser abatidos por la Guardia Civil, aparecía a toda página en este periódico. Reverte, por su parte, fue capturado y entró en la prisión de Córdoba. Durante su estancia llegó a escaparse con el mismo truco con el que había cometido su primer crimen. Comenzó a dar gritos de dolor en la celda y cuando el carcelero fue a socorrerle, el bandolero se revolvió y le agarró del cuello. Después le inmovilizó contra los barrotes y le quitó las llaves. Y, por último, lo dejó maniatado, antes de abrir las celdas del resto de presos.
Reverte decidió entonces formar y liderar su propia banda, junto a Facundo Sánchez Mérida, alias « Reveca », y Pedro Ceballos González, el « Pepino ». Se los conoció como «Los tres de Fuente Tójar», pues todos habían nacido en la misma localidad. Una cuadrilla que pronto se haría famosa en la región por sus atracos y sus enfrentamientos con la Guardia Civil, en algunos de los cuales, salió herido. También por sus continuas entradas y salidas de la cárcel, a donde periódicos como «La Publicidad» acudieron para entrevistarle.
Cuentan que en una ocasión estaban los tres fumando tranquilamente en un cerro cercano al pueblo de Castil de Campos (Córdoba) y vieron patrullando a lo lejos a dos agentes de la Benemérita. «¿Queréis que tengamos una “charla” con ellos?», preguntó Reveca. Y Reverte respondió, tranquilo, «como queráis, muchachos». Y sacó su trabuco. El intercambio de disparos duró hasta el anochecer. Famosa es también la ocasión en que raptaron al hijo de un terrateniente de su pueblo. Reverte se presentó con sus dos secuaces en el cortijo encañonando a toda la familia. Intentó llevarse al más pequeño, pero el mayor de los hijos insistió en que se lo llevaran a él. El bandolero aceptó.
En muchas ocasiones regresaban a Fuente Tójar a descansar en casa de sus familias e, incluso, se los veía pasear por las calles del pueblo, pero ningún vecino se atrevió jamás a avisar a las fuerzas del orden. Mientras tanto, asaltaron un cortijo, una diligencia, una partida de caminantes y volvían a su escondite. Eran robos de subsistencia en los que Reverte no dudaba en emplear la violencia. En una ocasión robaron todos los ahorros de dos paisanos marchantes de profesión y los dejaron en la más absoluta ruina. La prensa de la época señalaba que «los ladrones, solapadamente primero, pero con todo descaro y a campo abierto desde hace dos meses, amenazan, roban a mano armada, castigan despiadadamente a los robados y ejecutan cuantas atrocidades les viene en gana».
En otra ocasión, tras asaltar a un vecino de Luque (Córdoba) al que robaron seiscientas pesetas que llevaba para la compra de reses, le dejaron desnudo en medio del campo y, finalmente, le dieron una paliza por haberles dicho que no llevaba dinero. Este incidente fue la gota que colmó el vaso, puesto que la Guardia Civil organizó una cacería y este fue capturado. Comenzaba el mendionado periodo de diez años de prisión hasta la aministía de 1931.
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