Coronavirus
Muere Rafael Gómez, el último superviviente español de la compañía que liberó París de los nazis
El excombatiente nacido en Roquetas de Mar en 1921, que luchó en la Guerra Civil y más tarde en «La Nueve» del general Leclerc en la Segunda Guerra Mundial, ha fallecido de coronavirus a los 99 años
«Nací en Almería. Mi familia era republicana. Cuando estalló la Guerra Civil yo tenía 16 años y me encontraba en Badalona. Mi padre era carabinero y yo también quería serlo. Iba todavía a la escuela de carabineros cuando llamaron a mi quinta, la quinta del biberón, y tuve que dejarla. Me integraron como carabinero ciclista en el Ministerio de Hacienda. Allí estuve nueve meses, hasta el final de la guerra, hasta que tuvimos que salir en retirada hacia la frontera».
Así comenzaba Rafael Gómez el relato de su vida en «La Nueve: los españoles que liberaron París» (Ediciones B, 2011), el libro en el que la historiadora Evelyn Mesquida narra la gesta de los soldados republicanos que combatieron en las filas de la Segunda División Blindada del general Leclerc y protagonizaron el episodio final de la ocupación nazi de Francia. Tan clave fue su papel que, de hecho, fueron los primeros en entrar en la ciudad y llegar hasta el Ayuntamiento la tarde del 24 de agosto de 1944.
Gómez iba en la primera fila de los liberadores. Era el único superviviente de «La Nueve» hasta su muerte, este martes, por complicaciones del coronavirus a los 99 años en Estrasburgo, según confirmó a Efe la propia Mesquida, que era desde hace años amiga de la familia. Llevaba ingresado tres días en un hospital de esta zona del este de Francia, la más golpeada del país por la pandemia. «Aseguraba que iba cumplir los 100 y que daría una gran comida para sus hijos y algunos amigos. Es decir, se sentía con fuerza suficiente todavía. Hasta que se estropeó el pie hace muy poquito, todavía conducía su coche para ir a la compra él mismo. Era muy independiente», comenta la escritora.
Una juventud en armas
Había nacido en la localidad almeriense de Adra, en 1921, y crecido entre Cádiz y Badalona. A esta última ciudad emigró siendo un niño y en ella vivió hasta que estalló la Guerra Civil el 18 de julio de 1936. Cogió un fusil por primera vez con 17 años y, nueve meses después, al ser derrotada la República, huyó a Francia. Como tantos otro españoles, no fue bien recibido en el país vecino y fue internado en los campos de Le Barcarès y Saint-Cyprien . «Las cuatro primeras semanas fueron un verdadero calvario. Íbamos descalzos, bebíamos agua sucia y jabonosa, sacada del mismo lugar donde nos lavábamos [...]. Nos daban muy poca comida, un pan para diez personas y, de vez en cuando, patatas con un poco de carne y huevos hervidos. Enseguida nos llenamos de piojos. Íbamos todos los días a la playa para expurgarnos y matarlos. Y estaban siempre ahí», recordaba Gómez en «La Nueve: los españoles que liberaron París» .
A través de unos familiares residentes en Orán (Argelia), pudo contactar con su padre, que estaba en el campo de Argelés-sur-Mer. Estos les reclamaron a la autoridades francesas y fueron puestos en libertad para reunirse con ellos. En la colonia norteafricana ejerció durante un tiempo como zapatero, hasta que se enroló en los Cuerpos Francos de África para combatir contra el fascismo en el norte del continente. Y cuando en mayo de 1943 el general Philippe Leclerc de Hauteclocque creó la División Leclerc blindada, se presentó voluntario. Se enroló en «La Novena» compañía, la misma en la que estaban todos los españoles. En total, 185 de los 335 que la formaban. Los restantes eran soldados de otras 13 nacionalidades, entre las que había chilenos, brasileños, opositores italianos de Mussolini y hasta desertores del Tercer Reich .
Gómez tenía 22 años cuando entró a formar parte de esta compañía. Como la mayoría de sus compatriotas, había cogido un arma por primera vez con menos de 20, en la Guerra Civil. Ninguno se imaginaba que acabaría combatiendo también en la Segunda Guerra Mundial. «Eran hombres muy valientes. Difíciles de mandar, orgullosos, temerarios. Con una experiencia inmediata de la guerra. Muchos de ellos atravesaban una crisis moral grave como consecuencia de la guerra española», explicaba el capitán Raymond Dronne, nombrado por Leclerc al mando de esta compañía, en sus memorias.
«La Nueve» fue entrenada y equipada en la ciudad marroquí de Temara. A principios de agosto de 1944 fue trasladada a Inglaterra para participar en el desembarco de Normandía. A pesar de su entrega y dedicación y de haberse presentado voluntarios, la Resistencia francesa, encabezada por el general Charles de Gaulle, desconfía de los guerrilleros españoles, esos extranjeros internacionalistas y revolucionarios. A raíz de ello, les entrega muy pocas armas, al igual que ocurrió con los que lucharon al lado de Gran Bretaña y Estados Unidos. Los tres aliados pensaban que había que mantener bajo control a Gómez y sus camaradas. «No quieren que las armas caigan entre las manos de los que se plantean reconstituir el Ejército republicano español», apuntaba el historiador Louis Poullenot en « Basses Pyrénées Occupation Libération: 1940-1945 » (Atlantica, 2008).
La compañía sufrió sus primeras nueve bajas en combate un año después de su creación, en la liberación de Ecouché, 13 agosto de 1944. Muchas más llegaron después, especialmente camino de Estrasburgo, mientras otros españoles participaban en la conquista de centenares de pueblos y ciudades como Toulouse, Rodez, Albi, Burdeos, Nantes, Rennes, Grenoble, Lyon, Marsella y Foix. Su actitud en las batallas, además de sus centenares sabotajes y emboscadas, no dejaban lugar para la duda acerca de su entrega y su alta conciencia política en la lucha contra Hitler.
Según recogen Josep Sánchez Cervelló y Sebastián Agudo en «Las Brigadas Internacionales: Nuevas perspectivas en la historia de la Guerra Civil y del exilio» (Universitat Rovira i Virgili, 2015), en el parte oficial dado por el estado mayor de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI), las acciones llevadas a cabo por los guerrilleros españoles arrojaban un balance sorprendente: 150 puentes destruidos, 80 locomotoras puestas fuera de uso, 600 líneas eléctricas saboteadas con explosivos, 512 combates librados, 9.800 prisioneros enemigos capturados y 3.000 más muertos.
Sin reconocimiento hasta el siglo XXI
Entre todos ellos destacó «La Nueve» del general Leclerc, a pesar de que, durante décadas, su lucha fue ampliamente ignorada tanto por el Gobierno francés como por el español. Su hazaña, de hecho, no empezó a ser reconocida hasta hace 16 años, cuando el país vecino comenzó a rendirle los primeros homenajes, que no se llegaron a España hasta hace un lustro: «Cuando los conocí en los años 90, ni siquiera habían recibido la Legión de Honor. Él siempre decía que, cuando había problemas, siempre mandaban a La Nueve en primera línea, pero después no supieron reconocerlos», apunta Mesquida a Efe.
Una de esas veces, la más importante, fue la entrada en París, cuatro días después de que la ciudad se sublevara contra los nazis y que De Gaulle insistiera ante el mando supremo aliado que debían acudir en su ayuda lo más rápido posible. Antes de que la Wehrmacht iniciara en combate en sus calles y atentara contra las principales infaestructuras, tal y como ya había ordenado Hitler . Eisenhower, sin embargo, prefería atacar con todas sus fuerzas a las tropas alemanas concentradas al norte de la ciudad y retardar la conquista. El general Leclerc hizo caso omiso de las indicaciones del presidente de Estados Unidos y, un día antes de la liberación, les comunicó a sus hombres: «No hay que obedecer órdenes idiotas. Capitán Dronne, tome a sus hombres de “La Novena” y entre en París cuanto antes. Diga a los parisinos que toda nuestra división estará con ellos mañana». Un decisión, por cierto, respaldada inmediatamente por De Gaulle.
A unas horas de la victoria, los primeros blindados que entraron en París el 24 de agosto fueron los de «La Nueve», que en ese momento estaba formada por 146 españoles supervivientes. Aclamados por los ciudadanos, aparecieron con sus tanquetas bautizadas con nombres como Durruti, Ebro, Don Quijote, Teruel, Brunete, Guadalajara, Madrid, Jarama, Belchite y Guernica. Conduciendo este último iba Rafael Gómez, con su insignia republicana en la solapa y la bandera francesa en el costado del vehículo. Tras cortar las comunicaciones alemanas en la Central Telefónica, se dirigieron al Ayuntamiento, donde fueron acogidos por las nuevas autoridades del Comité de Liberación y por una muchedumbre entusiasmada y sorprendida que los confundió con americanos.
Aún combatió Gómez un año más, hasta el en verano de 1945, poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial. Volvió a Orán y, poco después, se casó con Florence López, una francesa de origen español con la que formó una familia. A mediados de los 50 se instaló a las afueras de Estrasburgo, donde falleció este martes a los 99 años. Era el último superviviente de «La Nueve», cuya hazaña fue ignorada durante décadas. Los primeros reconocimientos llegaron en 2004 y, después, llegaron la medalla Vermeil de París y su nombramiento como caballero de la Legión de Honor en Francia, además del nombramiento de jardines en París y Madrid con el nombre de su compañía entre otros. «Mi tarea era combatir. No creí nunca que íbamos a estar tan bien recibidos por haber hecho nuestro deber» explicó a Efe Rafael Gómez.
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