El caos histórico del federalismo que defiende Sánchez: bombas y amenazas contra la unidad de España
La Primera República fue el primer y único intento de instaurar un Estado federal y, aunque fue un completo fracaso, su influencia sigue presente en la actualidad con los intentos del presidente del Gobierno de reformar la Constitución para instaurarlo
El periodo que siguió a la expulsión de la Reina Isabel II , en 1868, fue uno de los de mayor inestabilidad que ha experimentado la historia contemporánea de España. Todo comenzó con el golpe de Estado conocido como ‘La Gloriosa’ , que dio paso a un gobierno provisional que se debatió, desde el principio, entre establecer un régimen republicano o el nombramiento de un nuevo rey. Al final se optó por lo segundo y se eligió a Amadeo de Saboya , con el que se inició una convulsa y accidentada monarquía parlamentaria que duró solo tres años, desde 1870 a 1873.
El Rey Amadeo I abdicó ante la ingobernabilidad manifiesta del país y, el 11 de febrero de 1873, los diputados del Congreso votaron, esta vez sí, a favor de proclamar la Primera República española . Se instauró de nuevo un gobierno provisional liderado por el Partido Republicano Federal que tampoco trajo la estabilidad política a España. La prueba es que, en los once meses que duró, hubo nada menos que cuatro presidentes que tuvieron que enfrentarse a una nación llena de conflictos, con la Tercera Guerra Carlista en el norte y las violentas revueltas cantonales en el resto del país.
El ideología federalista había hecho su irrupción en España cuarenta años antes, siendo la Primera República el primer y único intento de instaurar un Estado federal en el país. Fue un auténtico fracaso y, desde entonces, se convirtió en una corriente minoritaria, pero lo cierto es que su influencia siguió desarrollandose y ha sobrevivido hasta hoy. En la Segunda República y en la Transición mutó hasta convertirse en un modelo intermedio entre el federalismo y el centralismo. En la actualidad, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, continúa refiriéndose a ella como la mejor opción para administrar el Estados a costa de la unidad.
La indefinición de Sánchez
En julio de 2014, en su primer discurso tras ser ratificado como secretario general en el Congreso del PSOE, Sánchez ya aseguró que su objetivo era convertir a España en un régimen federal . En octubre de ese año, Aitor Esteban , portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, se reunió con el líder socialista para saber a qué se refería. «Tenía interés en saber en qué consiste esa propuesta sobre federalismo, pero no he conseguido sacar nada concreto de este tema», comentó después ante los medios.
Según el PSOE, el sistema de las autonomías necesitaba «una actualización que incorpore una perspectiva federal» para que las competencias queden bien delimitadas y para asegurar la financiación de las regiones, reformar el Senado y reconocer las «singularidades» de algunas comunidades. La fórmula pasaba por el federalismo que tantos fracasos había experimentado en España durante el siglo y medio anterior. «¿Qué es un Estado federal para ustedes? ¿Qué implica respecto al actual Estado de las autonomías?», insistía la vicepresidenta del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, en referencia a si querían un Estado asimétrico o simétrico o si se atribuirían nuevas competencias a las comunidades. No hubo respuesta.
La tendencia regionalista que se manifestó en los resultados de las elecciones del 10 de noviembre de 2019, con el éxito de partidos como Teruel Existe o el PRC de Miguel Ángel Revilla, también trajo a la memoria el movimiento cantonal y federal de la Primera República, el mismo que los historiadores han calificado como una de las causas principales de su hundimiento. ¿Cómo se produjo este y por qué fue un caos? ¿Hubo una amenaza real a la unidad de España?
José Echegaray
«A los republicanos actuales no les gusta hablar de aquella etapa, y eso que podrían haber hecho lo que hicieron con la Segunda República, es decir, reinventársela. Sin embargo, no lo hicieron porque no dejó ningún buen recuerdo. Es curioso porque ocurrió lo mismo que ahora, cuando José Echegaray [premio Nobel de Literatura en 1904 y ministro de Hacienda con el rey Amadeo de Saboya en 1873] les pidió a los federalistas que explicaran qué era eso del federalismo en el Congreso de 1873, pero no le contestaron», cuenta a ABC Alejandro Nieto, expresidente del CSIC y autor de ‘La Primera República española’ (Comares Historia, 2021).
Los protagonistas de aquella revuelta cantonal combatían porque no existiera un único estado español. En un principio defendían una especie de federación de pequeñas naciones o cantones que podían tener el tamaño de una región o una comarca, en el mejor de lo casos, o de una ciudad o un pueblo, en el peor. Curiosamente, la que más éxito tuvo se encontraba en este último grupo y obligó, incluso, a intervenir al Ejército del Gobierno central. Se trata de la rebelión que tuvo lugar en Cartagena el 12 de julio de 1873.
En el año y medio que duró el primer experimento republicano, a la pugna mantenida entre los partidarios de un sistema unitario y los que abogaban por un Estado federal, se sumó también la postura del ala radical de los federalistas, los llamados «intransigentes», que eran los que querían implantar su modelo «de abajo arriba». Es decir, primero los mencionados cantones y, a continuación, su propia constitución. Sin embargo, nunca hubo consenso entre ellos. Ni tan siquiera el más mínimo debate democrático, por lo que acabaron por resolver el entuerto a través de las armas y unilateralmente.
Más allá de Cartagena
La ciudad murciana no fue la única en declarar esta especie de independencia, pero sí la que más tiempo resistió al asedio de las tropas gubernamentales. Sus líderes –el diputado murciano Antonio Gálvez Arce , conocido como ‘Antoñete’, y el general Juan Contreras – no solo proclamaron el cantón de Cartagena como un Estado separado de la Primera República, sino que se hicieron con el control de todas las fragatas navales que estaban atracadas en el puerto de la localidad, las más modernas del Ejército español, y se lanzaron a la conquista de todas las ciudades de los alrededores para ampliar su influencia. Crearon, de hecho, el cantón de Alicante días después. El éxito inicial le había cegado.
Estos acontecimientos produjeron un cambio de Gobierno con Nicolás Salmerón como nuevo presidente y Eleuterio Maisonnave como presidente de Gobernación, el equivalente al ministro actual de Interior. Sin embargo, no detuvo a los partidarios del cantonalismo, cuya solución seguía pasando porque cada aldea, pueblo o ciudad de España se constituyera como una especie de mini Estado si así lo decidían sus ciudadanos. Es decir, el derecho a decidir. Eso hizo posible que el Ayuntamiento de Sevilla proclamase su particular República Social y, a continuación, se declarasen los cantones independientes de Valencia, Málaga, Alcoy, Algeciras, Almansa, Andujar, Bailen, Cádiz, Castellón, Granada, Jumilla, Motril, Salamanca y hasta el de Camuñas, en Toledo, entre otros. En total, 32 territorios casi independeientes, a lo que se sumó la petición de Galicia de unirse a Inglaterra.
Todos los cantones tuvieron una vida muy corta, salvo el de Cartagena, que duró seis meses. El escritor y político Roque Barcia fue uno de sus líderes, que definió la revuelta de forma ambigua: «Los estados [cantones] son libres, independientes y soberanos dentro de la libertad, de la independencia y de la soberanía de la Confederación». En los artículos de opinión que publicó en la prensa aseguró, además, que el objetivo era «salvar a España» de las garras del centralismo monárquico y de los frailes. Entre sus medidas para proteger la propiedad privada y la familia llegó a proponer que se amputase una mano a los ladrones, en público, a modo de escarmiento.
La Primera República federal finalizó, como sabemos, con el golpe de Estado del general Pavía el 3 de enero de 1874. Después se mantuvo una especie de «república unitaria» mediante una dictadura encabezada por Francisco Serrano, en la que tuvo que tuvo que seguir haciendo frente al secesionismo y a la guerra carlista hasta fin de año. El final de la Primera República puso fin, de una vez por todas, a once meses de inestabilidad en los que se sucedieron varios gobiernos y cuatro presidentes, todo un récord en la historia contemporánea. Uno de ellos, Emilio Castelar, aseguró que el movimiento cantonalista había sido «una amenaza insensata a la integridad de la Patria y al porvenir de la libertad».