Así fue la anexión de Navarra a Castilla por soldados vascos que EH Bildu quiere obviar
Hace unos días, Arnaldo Otegi, coordinador general de este partido, se valió en un mitin político de una bandera de Navarra para reclamar la República de Euskal Herria y, de paso, reivindicar la defensa de Pamplona frente al ejército de Carlos V en 1521
El nuevo episodio en los intentos políticos por apropiarse y distorsionar el pasado en mil posturas inverosímiles tiene como protagonista a EH Bildu. Hace unos días, Arnaldo Otegi , coordinador general de este partido, se valió en un mitin político de una bandera de Navarra para reclamar la República de Euskal Herria y, de paso, reivindicar la defensa de Pamplona frente al ejército de Carlos V en 1521.
Obvió mencionar, aparte de lo disparatado de vincular la historia del Reino de Navarra con una vaga designación sin bases políticas, que fueron los soldados vascos de Castilla los que, en 1512, habían anexionado Navarra en nombre de un rey aragonés y que hubo mayoría de vascos entre quienes, en 1521, ayudaron a Carlos V a recuperar Pamplona de manos francesas. Sin ir más lejos, un capitán guipuzcoano llamado Íñigo López de Loyola, que permaneció defendiendo la fortaleza de la ciudad, resultó gravemente herido por la causa del Rey de España.
Navarra pierde importancia medieval
La Corona de Navarra llegó a ser en la Edad Media uno de los reinos más poderosos de la Península y uno de los primeros territorios en presentar una defensa efectiva contra las ambiciones musulmanas. Lejos de quienes presentan a Navarra como una filial del mundo vasco, el antiguo Reino de Pamplona gozaba de una personalidad y una independencia plena. Lo que hoy son las provincias vascas, Guipúzcoa, Álava y Vizcaya , fueron parte, que no dueñas, de este reino durante diferentes etapas. Lo que cabe no olvidar es que los territorios vascos pasaron incluso más tiempo de la Edad Media bajo el control de Castilla que el de Navarra.
Con el crecimiento de Aragón, que comenzó su andadura como reino de la mano de la familia del Rey de Pamplona, Navarra fue perdiendo fuelle hasta que el hijo amenazó con comerse al padre. A principios de la Edad Moderna, el padre de Fernando 'El Católico' , Juan II de Aragón, se casó con Blanca I de Navarra con objeto de anexionar este reino, que terminó sumergido en una guerra civil durante el estéril reinado de Carlos de Viana. Los Beaumonteses, alineados con Enrique IV de Castilla, se enfrentaron a los agramonteses, partidarios de Aragón, hasta que la unión dinástica de los Reyes Católicos trajo cierta paz a Navarra. Entre 1495 y 1500, los reyes navarros, Juan de Albret y Catalina de Foix , supeditaron su poder a los Reyes Católicos.
Reinaba la casa de Foix, vinculada a Francia, pero eran los Reyes Católicos los que manejaban los hilos. La situación se mantuvo en este estado hasta que, en 1505, Fernando se casó con la que sería su segunda esposa, Germana, también de la casa Foix. Tras pasarse un año visitando sus posesiones italianas, Fernando «El Católico» regresó en 1506 a Castilla ante las noticias que le llegaban sobre la locura de su hija Juana, quien había perdido completamente el juicio tras la muerte de su marido, Felipe I de Castilla. Su regreso trajo pocas novedades al reino que le había expulsado de malas formas en pro de un soberano extranjero, adquiriendo un perfil discreto como Gobernador de Castilla, salvo en lo que se refirió a Navarra.
Pero mientras perseguía a los soldados más rezagados, Gastón de Foix se empeñó en desalojar de un camino elevado a una compañía de españoles que formaba un erizo de picas y arcabuces
La noticia que sirvió de detonante para iniciar la carrera por hacerse con Navarra fue la muerte del primogénito de la familia Foix, pretendiente al trono y hermano de Germana: el gallardo Gastón de Foix . Apuesto, temerario e inteligente, Gastón era conocido por sus contemporáneos como 'El Rayo de Italia' y superaba por mucho al resto de generales franceses del periodo. Sin la presencia del Gran Capitán en Italia, Gastón condujo a sus tropas hasta la victoria en la batalla de Rávena (1512), una vez que la guerra en Italia se había reactivado. A pesar de la resistencia de la infantería española, los franceses se impusieron con estruendo al ejército coaligado del Papa, España y el Imperio.
Pero mientras perseguía a los soldados más rezagados, Gastón de Foix se empeñó en desalojar de un camino elevado a una compañía de españoles que formaba un erizo de picas y arcabuces. Sus hombres le desaconsejaron cargar, mas el Duque de Nemours desdeñó sus voces y se abalanzó contra los españoles, que, bien situados, descabalgaron al francés y le llenaron de puñaladas. Luis XII de Francia lloró la muerte de su sobrino y la victoria agridulce, sin sospechar aún que los beneficios que Fernando «El Católico» sacaba de su muerte iban más allá de las fronteras italianas.
Guerra de contrainsurgencia
Amparado en una bula del Papa Julio II , Fernando convenció a su joven esposa para que reclamara el trono navarro retomando los argumentos empleados por la casa de Foix. El 19 de julio de 1512, el II Duque de Alba cruzó la frontera, a la altura de Salvatierra, al frente de un ejército castellano para reunirse con fuerzas del bando beamontés (procastellanos), así como algunas tropas agromontesas. Entre las fuerzas reunidas por Castilla había cerca de 13.000 vascos, además de una pequeña fuerza de navarros dirigida por Luis de Beaumont, Conde de Lerín. Aragón, por su parte, participó en las operaciones con un ejército encabezado por el hijo ilegítimo de Fernando, Alfonso de Aragón, arzobispo de Zaragoza. Francia envió al instante ayuda a los reyes navarros, pero no pudo neutralizar al numeroso ejército castellano.
Curtido en la Guerra de Granada, el Duque de Alba era un experto en lo que hoy se llamaría guerra de contrainsurgencia y uno de los castellanos en los que más confiaba el Rey. Tras conquistar Pamplona en un rápido golpe de mano, Fadrique dirigió a sus vascos contra Tudela. Ante la atenta mirada de Fernando «El Católico», la ciudad cayó en manos castellanas con la ayuda de las tropas del Arzobispo de Zaragoza el 9 de septiembre. El Rey aragonés aceptó restituir en el trono navarro a Juan de Albret, aunque las tropas castellanas siguieran ocupando el reino, ante el temor de que la entrada de fuerzas francesas pudiera enquistar el conflicto. En tanto, cuando el embajador del Rey estaba a punto de cerrar el acuerdo, fue Juan de Albret quien cambió de opinión y detuvo al enviado castellano. Fernando, preso de la furia, rompió el acuerdo y se preparó en esas fechas para guerrear contra los reyes depuestos y las tropas francesas.
En otoño de 1512, Juan y Catalina trataron de recuperar su reino a través de tres ofensivas simultáneas: una en Guipuzcoa, otra en la Baja Navarra y otra en el Valle del Roncal. Las tres iban a fracasar. El Duque de Alba resistió tres asaltos en Pamplona a manos de tropas francesas, navarras y mercenarios albaneses y franceses. Como narra Fernando Martínez Laínez en su reciente biografía 'Fernando El Católico: crónica de un reinado' (EDAF), Juan de Albret estaba convencido tal vez por inexperiencia militar de que los gigantes lansquenetes alemanes que formaban parte de su ejército derrotarían con facilidad a los jóvenes defensores de la plaza, mucho más bajos de estatura. «Sé mejor que vos el esfuerzo de los mancebos españoles. No os engañéis con la gran estatura de cuerpo de los alemanes. En Rávena murieron el triple que los españoles», le advirtió el jefe francés La Palisse , veterano de las guerras de Italia.
Una vez fracasó el intento por tomar Pamplona, Fernando participó desde Logroño de la persecución de las tropas francesas, que, en su huida, arrasaron Irún, Oyarzun, Rentería y Hernani y finalmente se estrellaron en San Sebastián. Llegado el invierno, las tropas navarras y franceses se replegaron hacia el Baztán, hostigadas por las fuerzas castellanas al mando del capitán navarro Charles de Góngora. Góngora capturó a unos centenares de los rezagados y volvió a Pamplona, donde arrastró las banderas de los vencido. En reconocimiento a su participación en la batalla celebrada a principios de diciembre, la Corona otorgó al escudo de Guipúzcoa doce cañones en representación de los que los guipuzcoanos capturaron en esas jornadas.
Cuando se calmó el ruido de los cañonazos, el Rey de la Corona de Aragón y gobernador de Castilla anunció ante las Cortes castellanas reunidas en 1515 que Navarra quedaría a partir de entonces anexionada a este reino. Decidió integrar Navarra a la Corona de Castilla, en vez de a la de Aragón, debido a la estrecha relación económica que había entre ambos territorios y, sobre todo, porque este reino presentaba menos obstáculos legales que en caso de vincularlo con la Corona de Aragón , que estaba formado por un entramado de reinos e intereses nobiliarios demasiado complejo. Al viejo monarca tampoco se le escapaba que, tras su reinado, iba a ser su nieto Carlos V quien heredara todas las Españas.
Navarra se integró desde su propia originalidad en la denominada como Monarquía Católica conservando buena parte de sus instituciones y leyes propias. Francia aprovechó, en sus pulsos con Carlos V, la cercanía con Cataluña y Navarra para atacar en este punto, desde dentro y desde la frontera, los territorios del Rey de España. Así ocurrió en mayo de 1521, cuando se produjo la sublevación de una pequeña parte de la población navarra con apoyo francés en Pamplona justo cuando Francisco I pensaba que Castilla estaba más débil, enfrascada como estaba en la guerra de las Comunidades. No obstante, la sublevación se extinguió en pocos meses.