Anarquistas violentos o asesinos a sueldo: las enigmas sin resolver del asesinato de Eduardo Dato

Desde los primeros interrogatorios de la investigación del atentado contra el presidente del Gobierno, el 8 de marzo de 1921, muchos detalles resultaron extraños y aún hoy, un siglo después, están poco claros

Retratos policiales de Luis Nicolau, uno de los tres anarquistas detenidos por el asesintado de Eduardo Dato Leopoldo Noble
Israel Viana

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Muchos elementos resultaron llamativos en el atentado que acabó con la vida de Eduardo Dato el 8 de marzo de 1921, como ocurrió también en los asesinatos de los otros cuatro presidentes de Gobierno españoles. En este caso, las dudas comenzaron desde los primeros interrogatorios tras el magnicidio, donde unos testigos aseguraban haber visto una motocicleta con tres individuos y otros, hasta tres moticicletas. Pero las primeras dudas importantes giraron en tomo a la poca escolta que llevaba el líder conservador, sabiendo que estaba amenazado de muerte y que, «teniendo en cuenta cómo se levantaba el país cada mañana, un atentado contra él era una posibilidad absolutamente fehaciente y previsible», apunta Roberto Costa Martínez en su tesis: 'El presidente idóneo: una biografía de Eduardo Dato' (UNED, 2020).

En este sentido, el político y jurista Pedro Sangro y Ros de Olano , contemporáneo de Dato, narró un episodio por el cual días antes del atentado, un pistolero había estado muy cerca de dispararle y, al parecer, un policía de su guardia abortó el magnicidio. Sin embargo, el presidente ordenó que se le desarmase y, acto seguido, que se le soltara. Aun siendo cierta su tozudez, en diversos diarios corrió tinta criticando la desorganización existente en su cuerpo de escoltas.

Una de las críticas más importantes fue vertida por Wenceslao Fernández Flórez en ABC: «El fracaso de la Policía es evidente y comprobado en todas las ocasiones. Es vergonzoso. El personal subalterno ha mejorado mucho, pero en las alturas no hay un solo cerebro para dirigirlo y manejarlo como es necesario. La distribución de los agentes para proteger a Dato en su recorrido hasta casa es tan ridícula, ineficaz y risible, que no sé cómo a estas horas no se han presentado varias dimisiones».

Resultan todavía más interesantes las afirmaciones que hizo el militante y escritor anarquista Diego Abad de Santillán tras el atentado, en las que confesó que el objetivo real era Gabino Bugallal, el presidente interino que sustituyó a Dato, pero que ante las dificultades para llegar a él, cambiaron de opinión.

[Las imágenes del asesinato de Eduardo Dato]

Pedro Mateu fue el primer detenido y condenado a muerte, pero se le conmutó la pena en 1924 J. Duque

La protección

Años más tarde, la hermana de Severiano Martínez Anido , el gobernador que dirigió la represión en Barcelona, sugirió en una entrevista que la muerte del presidente había sido un error. «Es cierto, los asesinos aseguraron que intentaron matar a este, pero que estaba tan protegido que les fue imposible, y que por eso decidieron acabar con mi tatarabuelo. Dijeron que no era personal, sino por lo que representaba», explica a ABC María del Pilar Espinosa de los Monteros, tataranieta de Eduardo Dato y actual duquesa de Dato.

Una de las últimas teorías de la conspiración fue la defendida por Francisco Pérez Abellán en 'El vicio español del magnicidio' (Planeta, 2018), donde aseguraba que los asesinos de Dato no eran más que chivos expiatorios. El reconocido investigador creía que eran asesinos a sueldo entrenados para el crimen y sólo remotamente relacionados con los círculos anarquistas. Sería la única manera de explicar que con tan pocos recursos económicos y sin trabajo pudieran comprar una moto último modelo con sidecar y un par de Mauser sin ayuda de nadie. O que alquilasen un garaje en Arturo Soria y un par de pisos en la calle Alcalá para vivir y planear el ataque. «La verdad del todo nunca la sabremos», sentencia la tataranieta.

Apenas se conoció la noticia, se emitieron órdenes de detención de cualquier motocicleta que circulase en un radio de 90 kilómetros. Pero las dudas sobre la escasa escolta del presidente siempre estuvieron ahí, hasta el punto de que algunos investigadores han visto una mano negra en semejante decisión.

De hecho, los asesinos decidieron permanecer en Madrid hasta que la situación se calmase y se levantase el cerco policial. Tan seguros estaban de sí mismos, que los dos primeros días llevaron una vida de derroche y fiestas, hasta que la Policía localizó el sidecar con cinco pistolas y doscientos cartuchos desperdigados. Pedro Matéu fue el primero de los asesinos en ser detenido, cuando no había pasado ni una semana del magnicidio. Sus dos compinches cayeron inmediatamente después: Luis Nicolau y Ramón Casanellas .

Ramón Casanellas logró huir a Rusia, donde escribió cartas exculpatorias de sus compañeros ABC

La amnistía de los asesinos de Dato

En los posteriores interrogatorios confesaron que habían atentado contra el presidente por haber aprobado la Ley de Fugas y amparado la represión del movimiento obrero en Barcelona, la cual provocó centenares de víctimas. A pesar de ello, la historia posterior de los tres terroristas anarquistas resultó rocambolesca. Matéu sería condenado a muerte, conmutándosele la pena en 1924. Lo mismo sucedería con Luis Nicolau, detenido en Alemania en 1922 y extraditado a España. Casanellas, sin embargo, logró huir a Rusia.

Alemania acabaría extraditando a Nicolau, siempre bajo la condición de que no fuera condenado a muerte. El problema se trasladó a la Justicia española, que veía cómo a dos asesinos confesos no se les podía aplicar la misma pena por el mismo crimen. Sumado a ello, Casanellas, seguro de su invulnerabilidad, no dejaba de escribir correspondencia desde Rusia al Gobierno español auto inculpándose en solitario del asesinato.

Finalmente, el 24 de febrero de 1924, Alfonso XIII firmó el decreto de indulto que conmutaba la pena de muerte por la de cadena perpetua. Matéu y Nicolau permanecieron en prisión hasta el 14 de abril de 1931. Con la llegada de la Segunda República, ambos fueron amnistiados y Casanellas regresó a España.

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