La amistad del exiliado y republicano Buñuel con el cineasta oficial del franquismo, a pesar de Franco
El director de «El perro andaluz» incluso llegó a salvar la vida al también director José Luis Sáenz de Heredia, primo del fundador de Falange, de morir fusilado por los republicanos en 1936
Un año antes de que estallara la Guerra Civil, Luis Buñuel (1900-1983) ayudaba a José Luis Sáenz de Heredia (1911-1992) a rodar una de sus primeras películas, « La hija de Juan Simón ». Un comunista convencido y el primo del fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera , trabajando juntos y tan amigos en este drama musical. «Fue el segundo filme que produje, un gran éxito comercial. Era un abominable melodrama con canciones cuyo protagonista era Angelillo, el cantaor de flamenco más popular en España. Durante una escena de cabaret bastante larga, la gran bailaora gitana Carmen Amaya, muy jovencita todavía, hizo su debut en el cine», recordaba el genial director aragonés en sus memorias.
Eran los años en los que el gran emporio de Cifesa comenzaba a exportar películas españolas a Latinoamérica y «The New York Times» incluía críticas de estas en sus páginas. Florián Rey arrasaba con «Morena Clara», el filme más taquillero de la Segunda República , y Benito Perojo se hacía de oro con «La verbena de la Paloma», que estuvo meses en cartelera. «La gente que se dedicaba al cine no se caracterizaba por una militancia política muy activa y el comienzo de la guerra les pilló desarbolados», asegura el director y guionista ganador de dos Goyas y un Oso de Berlín, José Luis García Sánchez .
El 18 de julio de 1936 todo estalló por los aires. Se produjo un terremoto en el que la producción privada prácticamente desapareció. Alrededor de quince largometrajes se encontraban en pleno rodaje aquel día. Buñuel, por ejemplo, estaba produciendo la película de Jean Grémillon, «Centinela alerta», pero tuvo que mandar al director de vuelta a París y acabar él mismo la cinta. El cine español también quedó dividido en dos bandos, como en el campo de batalla. El nacional se quedó sin medios, puesto que los principales estudios se encontraban en Madrid y Barcelona, donde la insurrección había fracasado al principio. Y el republicano, sin capital. «De hecho, el dueño de Cifesa , Manuel Casanova, se marcha a Sevilla con su dinero para abrir una delegación con la que apoyar la causa franquista y grabar documentales de propaganda», cuenta el profesor de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, Rafael Rodríguez Tranche.
La liberación
A pesar de pertenecer a bandos diferentes, la amistad y el respeto surgido entre Buñuel y Sáenz de Heredia antes de que comenzara el conflicto fratricida perduró durante décadas y superó cualquier enfrentamiento ideológico en aquella España fracturada por las bombas . El primero recordaba en su autobiografía —«en la que no pretendo escribir la historia de la gran escisión que desgarró al país. No soy historiador y no estoy seguro de ser imparcial»— el día en que le salvó la vida a su pupilo en Madrid durante los primeros meses del conflicto: «Sáenz dormía en un banco público por miedo a entrar en su casa. En efecto, era primo carnal del fundador de Falange , José Antonio Primo de Rivera. Pese a sus precauciones, fue detenido por un grupo de socialistas. A partir de ese momento, se encontró en constante peligro de ser ejecutado por causa de su fatal parentesco».
Según cuenta Buñuel, se dirigió rápidamente al estudio Rotpence para preguntar a sus empleados cómo se había comportado Sáenz de Heredia durante los rodajes en los que había trabajado. «¡Muy bien! No hay nada que reprocharle», le respondieron sus excompañeros. Entonces les pidió a varios de ellos que le acompañasen hasta la calle del Marqués de Riscal, donde se hallaba custodiado el joven director madrileño, con el objetivo de que repitieran ante los soldados republicanos lo que había dicho. «Adoptando una voz lo más ronca posible, le pregunté al hombre que montaba guardia dónde estaba el responsable. Apareció este y resultó que había cenado con él la noche anterior. Era un teniente tuerto, chusquero. Me reconoció. “Hombre, Buñuel, ¿qué quieres?”. Se lo dije y añadí que no podíamos matar a todo el mundo. También añadí que, desde luego, conocíamos el parentesco de Sáenz con Primo de Rivera, pero que eso no me impedía decir que el director se había comportado siempre perfectamente. Los delegados del estudio dieron igualmente testimonio en favor de Heredia, que fue liberado».
Poco después, el aprendiz de Buñuel huyó a Francia. Hasta ese momento había dirigido tres películas. Dos de ellas —« La hija de Juan Simón » (1935) y « ¿Quién me quiere a mí? » (1936)— se las había producido y prácticamente dirigido su maestro, que por aquel entonces era uno de los responsables de Filmófono y ya respiraba vientos revolucionarios en títulos como «Un perro andaluz» y «La edad de oro». Cuando la guerra terminó, este tuvo que salir de España y Sáenz de Heredia regresó para reemprender su profesión, en la que alcanzó el éxito al realizar un filme en honor del Caudillo: « Franco, ese hombre ».
Carreras separadas
Buñuel, por el contrario, hizo su carrera en Francia y México, adquiriendo fama mundial y encumbrándose como uno de los grandes realizadores de la historia del cine. No volvieron a coincidir hasta principios de los años 50, cuando se encontraron en el festival de Cannes. «Almorzamos juntos y hablamos largamente del pasado», reconocía este en sus memorias. Heredia ya se había convertido en el director favorito de Franco, hasta tal punto que este le eligió para dirigir « Raza » (1941), otra película cuyo guión realizó a partir de un libro escrito por mismo jefe de Estado con el pseudónimo de Jaime de Andrade. «Me dijeron que el que saliera elegido lo tenía que hacer, que no podía renunciar», contaba este en 1974, convertido ya en uno de los directores más importantes de la España franquista.
A pesar de ello, el director aragonés siguió fiándose tanto de su amigo, sin ningún tipo de rencor, que fichó a Paco rabal para protagonizar «Nazarín» en 1959, después de que el actor murciano hubiera interpretado el papel principal en una de las cintas de su antiguo pupilo: «Historias de la radio».
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Luis Buñuel no regresó a España hasta 1961, tras 24 años en el extranjero, para rodar « Viridiana » en Madrid. Los viejos compañeros y amigos se reencontraban de nuevo una década después, como si no hubieran pertenecido a bandos opuestos, en lo que a la política y la guerra se refiere. Lo contaba el también director José Luis Borau antes de morir, en una entrevista para el Instituto Cervantes. En ella relataba cómo fue su primer encuentro con Buñuel tras el regreso de este del exilio. «Sáenz de Heredia, director de la Escuela de Cine, nos propuso conocerlo. Nos reunió en un restaurante donde ellos solían comer antes de la guerra y que Buñuel deseaba visitar de nuevo. De manera que Sáenz de Heredia organizó una cena durante la cual el director de “Viridiana” estuvo muy simpático, muy hablador. Nos contó muchas anécdotas», contaba.
En esa misma entrevista, Borau añadía: «Se mostró todo el tiempo muy simpático y excitado. No sé si es que le gustaba reunirse con nosotros, que éramos entonces la última promoción de los estudiantes de cine, o simplemente con Sáenz de Heredia, con quien se llevaba muy bien a pesar de sus tremendas diferencias políticas. De hecho, Buñuel le había salvado la vida, o había contribuido a salvársela en el Madrid de la guerra».
Nunca perdieron esa amistad. Desde entonces, cada vez que Buñuel regresaba a Madrid, quedaba con el cineasta más famoso y respetado de la dictadura. Cenaban y charlaban largo y tendido de los viejos tiempos. El director que en tiempos de la Segunda República se había afiliado al Partido Comunista y había filmado el documental «Las Hurdes, tierra sin pan» —recibiendo los ataques de Falange hasta que la cinta fue censurado— se reunía con su amigo el director de «Raza», aún sabiendo que este visitaba a menudo a Franco en el palacio de El Pardo para ver y juzgar juntos las películas que iban a estrenarse en los cines. Pero Buñuel y Sáenz de Heredia no abandonaron su costumbre cada vez que el primero regresaba a la capital de España o que coincidían en el extranjero. Y no dejaron de hacerlo ni antes ni después de la muerte del Caudillo , en 1975... gobernara quien gobernara.
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