Mesón Hermanos Carrasco, buenos mimbres para hacer un gran cesto
Los hermanos Carrasco llevan toda la vida en el sector de la hostelería, primero en la venta La Carreta y desde 2009 por su cuenta como Hermanos Carrasco, aunque en 2013 se mudaron al actual local . El Mesón que poseen en Jerez es un restaurante amplio y acogedor y posee un comedor, una zona de barra desahogada y otra para tapeo (en mesa alta) tipo terraza exterior acristalada . El local se encuentra en una zona relativamente nueva de Jerez, la norte.
Intentamos almorzar en el comedor pero no tuvimos suerte. Para poder hacerlo es necesario reservar con antelación, así que nos ubicamos en la parte de la terraza acristalada, algo más informal e incomoda para una comida copiosa, pero que para un tapeo está muy bien.
Aunque la carta es amplia y variada con entrantes de todo tipo – patés, quesos, ensaladas, mariscos y pescados, carnes a la brasa y costillas – teníamos claro que el plato principal iba a ser una carne de las que el restaurante es especialista y que lo íbamos a maridar con un vino de la tierra de Cádiz. En este caso fue ‘Cobijado’ un vino tinto de autor elaborado por Barbadillo, coupage de Tempranillo, Syrah y Tintilla de Rota, suave y equilibrado aunque algo astringente. Un gran vino.
Sabiendo que la carne elegida era un lomo alto de vaca vieja del País Vasco de cerca de un kilogramo decidimos no pedir muchos entrantes. Lo primero que pedimos fue una tapa de ensaladilla de gambas . Su presentación fue muy austera y uno de sus ingredientes no nos terminó de gustar del todo, ya que llevaba surimi y tapaba el resto de sabores como la gamba y la mayonesa. Desde luego no es para repetir.
De segundo nos recomendaron la tosta de alboronía con boquerones marinados y anchoas . La presentación fue correcta aunque las patatas fritas ‘de sobre’ que la acompañaba no estaban crujientes, más bien blandas. El pan de la tosta estaba en su punto y, la alboronía tenía que haber tenido la cebolla algo más pochada. Muchos restaurantes ofrecen la alboronía en alguno de sus platos para acompañar, pero en todos ellos hay variaciones sobre la receta original. Podemos decir, en este caso, que también era una alboronía propia de los Hermanos Carrasco , ya que no llevaba ni tomate, ni pimentón, ni piñones o almendras .
Seguimos con unos berberechos a la brasa. El tamaño de los mismos era bueno y no tenían tierra, pero el problema fundamental fue que sabían a gas. Es decir, la forma de hacer los berberechos en la brasa trasmitió ese sabor característico del gas cuando alcanza al alimento. Se lo dijimos al camarero como sugerencia para otras veces y nos justificó que era el sabor de la brasa de la encina , ya que se hacía con ese árbol. Evidentemente no era así , la verdad es que fue una pena porque el sabor tan característico del berberecho se perdió, y no hay cosa más desagradable que ese tufillo a gas. Por último, aunque no menos importante, el tipo de aceite utilizado en el plato desde luego no era un aceite de oliva virgen.
Detalles con los clientes
Antes de comenzar con el lomo de vaca nos cambiaron el servicio completo, algo importante para poder seguir degustando la comida sin mezcla de sabores. El lomo alto de vaca vieja lo trajeron con unas patatas fritas y unos pimientos verdes también fritos , algo muy convencional, aunque no por ello deja de ser un buen acompañamiento. La carne la presentaron cortada en forma de abanico , una forma distinta y curiosa que daba colorido al plato. También trajeron sin pedirlo un cuenco con sal maldón por si necesitábamos añadirle más.
La carne por fuera estaba algo quemada a causa del frío de la cámara, seguramente por llevar tiempo en ella, pero de sabor y de punto estaba perfecta . Una pena que se notara esa dureza del frío. Las patatas fritas estaban todas en su punto, doradas sin quemar, con una buena textura en el interior y sin sabor a aceites requemados; por la forma se deduce que primero las cuecen y luego las fríen, esa manera de hacerlas consigue uniformidad en textura y fritura . Los pimientos estaban también frescos y buenos .
Y llegó el postre, con una carta curiosa donde te ofrecen la posibilidad de poder maridar con vinos dulces, fundamentalmente de Cádiz, cualquiera de ellos. Hay 14 diferentes y finalmente nos decantamos por una crema fría de naranja con un cremoso de chocolate y granizado de fruta de la pasión acompañado por un Pedro Ximénez de las Bodegas Lustau, San Emilio . El postre fue espectacular tanto la presentación como los ingredientes que llevaba y que maridaban perfectamente. El Pedro Ximénez fue el complemento ideal, aunque quizá le hubiera ido mejor al postre un chocolate negro amargo en vez del cremoso de chocolate que era bastante dulce.
En los pequeños detalles es donde un restaurante destaca sobre el resto y, en este caso, nos quedamos con una sensación agridulce porque los errores eran fáciles de evitar . Es cuestión de empatía y de priorizar la satisfacción del cliente. Si toman buena nota seguro que la próxima vez será un éxito. Tienen los mimbres para hacer un buen cesto .