Bodegas Portales Pérez: El vino como protagonista

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Caminando por la calle Carmen Viejo de Sanlúcar, lo último que esperas encontrar es una bodega. Unos barriles a la altura del número 30 sirven como pista, y si fijamos la vista en el interior vemos un despacho de vinos, con alguna hilera de botas por detrás. Aún siendo ya signo inequívoco de que estamos en las Bodegas Portales Pérez, para conocer la dimensión de lo que oculta tenemos que adentrarnos en el interior del edificio.

Y eso es lo que haremos, acompañados del gerente de la bodega, José Carlos Guillén Portales. Junto a su hermana Pilar y su tía María José Portales Pérez, hace ya unos años que decidieron avanzar en el negocio familiar, principalmente almacenistas.

Cuentan también con el apoyo de su primo, José Antonio Portales. En 1998 constituyeron la empresa, y en 2005 abrieron el despacho de vinos, con la marca comercial de Los Caireles, tras cuyo mostrador da la bienvenida José Carlos.

Interior de las Bodegas Portales Pérez.

“Esta es la casa de mis abuelos. Es del siglo XVI, y tenemos la suerte de haberla conservado. Tiene tres plantas, y esta inferior es donde se ubica la bodega. Tenemos unas 330 botas, todas de manzanilla, algo difícil de imaginar en una casa. Al estar en tierra de vinos, sí que es más habitual que haya quien se busque un bajo o un sótano para tener una o dos botas para las reuniones con la familia y los amigos. Pero el número de botas que tenemos nosotros ye es distinto”, dice el gerente de la bodega, que añade que a unos 700 metros tiene otro lugar en el que se elaboran los vinos de crianza oxidativa, alrededor de 400 botas más.

La manzanilla de las Bodegas Portales Pérez de Sanlúcar de Barrameda.

En cambio, las condiciones en uno y otro lugar son muy distintas, a pesar de la cercanía. “Aquí tenemos una temperatura muy estable. Esta calle es casi el escalón que separa la parte alta de la baja de la ciudad. Por eso quedamos protegidos de los vientos que vienen desde arriba y nos quedamos con toda la humedad de la zona baja. Al vino le damos mimos, cariño y dedicación, pero es verdad que la ubicación representa un porcentaje bastante alto en la calidad final del producto“.

El carácter artesanal es una de las señas de identidad. “Nosotros seleccionamos los mostos, siempre de primera yema. Luego en la bodega hacemos la crianza y el proceso de envejecimiento. Comparados con las grandes bodegas, tenemos una producción pequeña, pero eso nos permite seguir funcionando de la misma manera que lo hicieron las generaciones anteriores. Nosotros somos ya la quinta”.

Varias botellas de Los Caireles, nombre comercial de la bodega sanluqueña.

Tener una producción relativamente pequeña permite a Bodegas Portales Pérez darle el máximo protagonismo al vino. José Carlos dice que en ocasiones, algunos distribuidores le hacen pedidos de muchas cajas, “pero yo no quiero que se lleven dos palés y me dejen el vino en el almacén. No es que te los tengas que beber en quince días, pero el vino tiene su duración normal, y nosotros le damos el protagonismo a la bota. Nuestro interés es acercar al cliente lo más próximo de la bota. Son vinos que tienen un tratamiento mínimo, el imprescindible que necesita por temas de registro sanitarios y demás. Pero no alteramos las cualidades naturales del vino. Ese es uno de nuestros objetivos”.

Cuenta también el gerente que en Portales Pérez realizan tres sacas anuales, y “los cuidados son los mismos, pero cada bota es un mundo. Los vinos están salvajes. Claro que tienen su mantenimiento, sus cuidados, sus analíticas, pero luego la bodega sigue su curso, y esa es una de las cosas de las que me siento más orgulloso. Cuando se hacen las sacas llevas una pequeña parte de cada bota, y al final se consigue un producto homogéneo en el que el protagonista absoluto es el vino“.

De su manzanilla pasada, José Carlos desvela que tiene 12 años de envejecimiento, “yo me he ido siempre al extremo. Jamás he querido hacer una manzanilla fina porque a mí no me gusta, al final es un mosto alcoholizado. Con la manzanilla Los Caireles hablo de clásica porque intentamos buscar un vino con unos matices y una complejidad importante, pero sin perder la esencia de la manzanilla, que es el vino de la alegría y de la reunión familiar o entre amigos. Y esa característica nos la da la bodega, que aporta una elegancia y una sutileza muy marcada en los vinos. En cambio, en la pasada nos hemos ido un poco a lo contrario, a atenuar los matices tan marcados de la albariza potenciando la crianza muy prolongada“.

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