Rafa Nadal es indestructible. Ni lesiones ni parones ni, por supuesto, Milos Raonic, han sido capaces de impedir que el balear se llevase su Masters 1.000 número 25, en una temporada en la que sólo se ha dejado tres partidos, ninguno de ellos sobre superficie dura.
La moral de cemento del de Manacor fue capaz de sobreponerse a siete meses de ausencia para firmar un arranque de año impresionante, y a una sorprendente derrota en Wimbledon frente a Darcis para, en su reaparición en Montreal, demostrarle al mundo, y a Novak Djokovic, que hay que contar con él para Cincinnatti y, sobre todo, el US Open.
La temporada 2013 de Nadal, que se esperaba fuera de reaparición y con altibajos ha acabado por ser la más exitosa de las últimas tres, sin conocer la derrota en cemento y sólo alejado de las finales en Wimbledon. Sus verdugos, Zeballos, Djokovic y Darcis, podrán hablar de haber doblegado a un tenista indoblegable, que siempre vuelve por sus fueros y que amenaza con recuperar la supremacía mundial del tenis incluso esta misma temporada.