A una parte nada desdeñable de los tres millones de habitantes que tiene Mongolia le gustaría encontrarse en estos momentos en el pellejo de Murun Altankhuyag (Ulaanbaatar, 1989). Este prometedor delantero de 24 años lleva cerca de dos meses tratando de hacer real el sueño prohibido del puñado de compatriotas que tratan de amaestrar la redonda en el país más gélido del planeta: alcanzar el profesionalismo y poder vivir de su gran pasión.