El fútbol moderno, ése del que se quejan algunos aficionados que añoran otros tiempos, se encuentra envuelto dentro de una dinámica que no cambiará la percepción. La mayor queja es que los jugadores apenas sienten los colores de sus equipos, y la tendencia es que ni siquiera sean sus equipos.
El modelo planteado en algunos fichajes es directamente que los derechos del futbolista pertenezcan a empresas que los consideren poco más que mercancía. Es el caso de Hulk en el Zenit y por ahí van los tiros a la hora de que Radamel Falcao hiciera las maletas con destino a Mónaco.