Jackson, que se veía con la sartén por el mango, fue la primera opción pero planteó unas condiciones a las que ni unos Lakers claramente desesperados quisieron llegar. Imaginen cómo serían. No tanto por dinero, que también, como por pretensión de poder en la franquicia. D’Antoni, aún convaleciente por una operación de rodilla, no puso ningún obstáculo. Y su gran relación con algunos de los pesos pesados del vestuario hizo el resto. El dudoso rol de clavo ardiendo al que agarrarse en esta situación de urgencia ya era suyo.
Amigo de Kobe Bryant y gran valedor de Steve Nash en Phoenix, el ya nuevo técnico de los Lakers afronta el gran reto de su carrera. Nunca antes contó con un bloque de tanto potencial pero tampoco con uno de cualidades tan opuestas a su gusto. Y es que un entrenador amante del vértigo, la transición y el juego interior como excusa se encuentra, de repente, con un equipo lento, de mucho tamaño y dos pívots de gran calibre.
