FOTOMATÓN
Paloma Cuevas, una novia del silencio
Antes y ahora, está siempre en lo mismo: sin decir ni pío, porque en ella la novedad, frente a tantas famosas, es el mutismo sostenido
Luis Miguel y Paloma Cuevas, unidos desde la infancia
Usurpan la identidad de Paloma Cuevas para hundir a Ana Soria
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Rueda por ahí que Paloma Cuevas y Luis Miguel se van citando no sólo para ir de compras. Paloma está ahí en medio desde el susto de su separación, porque Paloma y Enrique Ponce eran un matrimonio para toda la vida, hasta ... que no lo fueron. Como tantos. De modo que quedó un poco en los aires de viuda, Paloma, cuando Enrique encontró una rubia en el camino, y ahora vive en los aires de novia, o prenovia, porque va y viene con Luis Miguel.
Paloma, antes y ahora, está siempre en lo mismo: sin decir ni pío, porque en ella la novedad, frente a tantas famosas, es el silencio sostenido. Cambiarán cosas en su vida, pero nunca ha cambiado el estilo. Alguna vez hemos escrito aquí que el silencio es un prestigio de la elegancia, como lo es la lentitud, y Paloma nos ilustra bien ese virtuosismo, porque vive quieta y silente, desde siempre.
Paloma es una mujer de hablar poco, y en esta militancia de criatura parada en el silencio está uno de los voltajes de su distinción, que ha entendido que la cháchara, o el chisme, es el fleco de la vulgaridad, a nada que te descuides. Y Paloma se descuida poco o nada. De modo que no se le ven nunca los flecos. El tópico advierte que la elegante nace y no se hace, pero el tópico no es verdad, porque la elegante nace, pero también se hace.
En eso está Paloma y así le ha ganado, durante años, a otras ilustres aspirantes al galardón de la elegancia de encuesta, como Rania de Jordania, o Isabel Preysler, que es algo así como el orientalismo de la distinción, como photoshop o sin photoshop. Paloma es una Preysler otra, una Preysler hispánica que no barajaba maridos, hasta que el marido único y de siempre va y se acaba, porque encuentra a otra. Paloma e Isabel son las elegantes primeras, por reiteradas, en el escalafón nacional, vía encuesta, y Paloma ha relevado a Isabel a veces en estas competiciones de la elegancia, e incluso en los pluriempleos televisivos de musa de bombones, porque Isabel ya va quedando veterana para la gimnasia del spot, y porque Paloma es más bombón.
Esto de las artes de la elegancia no es vestir de sastres de firma, naturalmente, ni tener un fondo de armario de oro. La elegancia es una cosa que asoma desde dentro, y consiste en vestir los trapos más que dejarse vestir por los trapos. Además de decir o no decir lo que hay que decir, o no decir, en cada momento. Y en estas destrezas sale Paloma campeona. A uno le gusta que, en general, distingan a Paloma, porque sé que en la distinción no sólo se está mirando su limpia estampa de mujer que viste trapos de Ladrón de Guevara o de Valentino, según toque, sino también su ánimo templado y su proceder tan discreto.
Lo diré de otro modo: los premios se lo debe más a ella misma que a sus modistos. No es flojo mérito en estas temporadas en las que lo que se lleva es el griterío como argumento y el wonderbra como bufanda. Veremos si con Luis Miguel prospera el vínculo, o no prospera. Entretanto, Paloma es noticia por lo de siempre: novia sí es del silencio.
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