Yolanda García Cereceda, ante el tribunal: «Me defenestraron para robarme»
Testifica como perjudicada del encargo que hizo su hermana a Villarejo para espiarla
La guerra entre Susana y Yolanda García Cereceda por cuenta de la herencia millonaria que dejó a su muerte el constructor del imperio Procisa, Luis García Cereceda, en 2010, escribió este miércoles un nuevo capítulo en la Audiencia Nacional por cuenta del juicio al comisario José Manuel Villarejo. Susana está acusada de delitos de cohecho y revelación de secretos por haberle contratado para espiar a Yolanda, que declaraba por fin como testigo para intentar hacer ver al tribunal el impacto de aquella maniobra sobre su vida. «Me defenestraron (...) para robarme» , señaló.
Compungida, a ratos quebrada, Yolanda García Cereceda hiló un discurso a preguntas de la Fiscalía Anticorrupción y otras acusaciones y defensas que relacionaba el proceso por el que fue incapacitada judicialmente en 2011 y apartada de sus hijos y sus empresas durante cerca de 2.000 días con las maniobras desplegadas por el comisario Villarejo que aparecen en la causa, fechadas en 2012 y 2013.
Consta, por ejemplo, que a petición de Susana, su socio Francisco Peñalver y el que fue jefe de Seguridad de Procisa, David Fernández Aumente , el comisario recabó información sobre el matrimonio que iba a celebrar con Jaime Ostos en Estados Unidos. Según obra en el sumario, aquello tenía el fin de averiguar cuál era la situación real de la pareja porque en Procisa temían que él quisiera aprovecharse de ella, que aún seguía incapacitada, por cuestiones de dinero.
Para Yolanda García Cereceda, aquel matrimonio «nunca existió» como tal, sólo la decisión a la que se vio «forzada» porque estando «muerta civilmente» por la incapacitación judicial, no tenía «ni defensa ni dinero». Se suponía que Ostos la iba a ayudar en el pleito para recuperar su capacidad jurídica de obrar y de hecho, afirma que las fechas coinciden con las maniobras de Villarejo. Ante el tribunal, declaró que no pasó mucho tiempo desde el momento en que Ostos se involucró en su restablecimiento hasta que recibió un aviso de Estados Unidos informando de que alguien estaba investigando su unión matrimonial.
«Me vi forzada a esa situación pero me dijeron que no hacía falta que estuviera formalizado en el (juzgado que llevaba la incapacitación, el número) 65 y me eché atrás. No existió nunca ese matrimonio pero inicialmente no tenía defensa, me bloquearon mi defensa, entonces no podía hacer absolutamente nada. La verdad es que me vi forzada a plantear esta situación y parece que las cosas se bloquearon en un momento dado. Curiosamente cuando él se presenta, aparecen también las operaciones del señor Villarejo», declaró. Ostos está citado este jueves, cuando podrá aclarar este asunto.
«Quería mi incapacidad de por vida»
Por, eso, y pese a los esfuerzos de la magistrada Ángela Murillo por aclararle que no se juzga el proceso de incapacidad, sino una revelación de secretos en el acceso y manejo de sus tráficos de llamadas y sus datos personales, Yolanda García Cereceda lo aborda como un todo: Considera que su hermana recurrió a Villarejo para defenestrarla a ella y apartar a Ostos porque lo que pretendía era su «incapacidad de por vida» y lo que consiguieron fue «bloquearla» y alargar el proceso. Afirma que en esto, hay «muchos intereses económicos» acusa a su hermana, como a su tío, de haberle «robado» el dinero que por herencia de su padre, le correspondía legítimamente.
Pero si en algo incidió, no siendo, como recordaba Murillo, la hija del creador de Procisa, es en el tiempo que estuvo privada del contacto con sus hijos. «Ni un día de vacaciones con ellos», dijo, ni la oportunidad de educarles en sus modos y creencias. Ha cargado además contra su hermana, a quien acusa de haberlo orquestado todo y haber estado siempre moviendo los hilos, ya fuese en conversaciones con su asistente social, con su abogada o con la fundación que fue designada por el juez para administrar su patrimonio y a la que, según dijo, le ha ganado un pleito.
Susana García Cereceda, como el resto de acusados de su entorno en Procisa, firmó un acuerdo de conformidad con la Fiscalía Anticorrupción ya antes de sentarse en el banquillo por el que asume que efectivamente se contrató a las empresas de Villarejo, funcionario de policía en activo (cohecho) y se obtuvieron a cambio datos que podrían ser de acceso restringido (revelación de secretos). Sin embargo, en ese acuerdo no está su hermana Yolanda, que a preguntas de su letrado veía «no coherente» un movimiento así del Ministerio Público, habida cuenta del daño que, afirma, «más allá de lo que diga el perito», se le ha causado.
En este sentido, describió como «brutal» el ataque a su imagen y lamentó las consecuencias en sus hijos, que han crecido con las «supuestas verdades judiciales creadas con mentiras procesales» impulsadas, afirma, por su hermana. La acusa de dejar su imagen por los suelos sin razón. « Si estuviera tan loca como dice mi hermana, no podría estar hablando conmigo como lo hace», ha espetado a la letrada de Susana García Cereceda en otro momento del interrogatorio.
Joaquín Torres: «Solo quiero que acabe ya»
Y para imagen dañada, la del arquitecto de los famosos Joaquín Torres, que incardina en las maniobras de Susana García Cereceda con Villarejo lo que ha calificado como una campaña brutal contra él, hasta el punto de que les culpa de haber revelado en televisión su condición sexual, asunto del que sólo tenía conocimiento su círculo más íntimo. Sus hijos no lo sabían en aquella época, conforme ha matizado, porque con su edad «no era conveniente». Pero salió en televisión.
Torres ha explicado que a él en Procisa no le quería nadie salvo Luis García Cereceda, con quien «desayunaba, comía y cenaba» a diario. A unos seis meses de fallecer, el arquitecto era consciente de que se le debía dinero, pero le parecía que no era oportuno sacar el asunto al constructor, del que se define como «amigo». La cuestión es que todo se torció después, cuando al tomar las riendas Susana García Cereceda, Torres sí le dijo que había cuentas por saldar. «En una especie de arrebato, o no, me llamó ladrón». Ese fue el inicio de su guerra particular con Procisa .
Varias demandas por reclamaciones millonarias después, el arquitecto ha contado a la Sala que ya sólo quiere que esto «acabe ya». Que hubo una «campaña de acoso», que la facturación de su estudio cayó en picado, que en prensa y en redes sociales su imagen era «vapuleada» y que al final, de aquello, «ante la duda, siempre algo queda» entre quienes oyeron o vieron los contenidos sobre él.