La primera retransmisión pandémica
Las medidas de distancia social y la limitación de aforo en la Catedral de San Jorge han ayudado a crear un clima intimista
Guillermo y Harry protagonizan su primer acercamiento a la salida del funeral
La exquisita banda sonora del funeral de Felipe de Edimburgo
El funeral ha seguido al milímetro la escaleta diseñada con esmero por Felipe de Edimburgo, pero el guión no contemplaba cómo iba a afectar la pandemia a la primera retransmisión de un acto de estado de estas características.
Posiblemente, lo que hasta ayer parecía un problema para los organizadores se ha convertido hoy en un inesperado aliado para crear un clima intimista, sobrio, emotivo . Los escasos invitados han mantenido en distintos momentos la cabeza gacha para evitar que las cámaras robaran sus reacciones más íntimas pero, al ser pocos, su empeño ha sido baldío: hemos sido testigos silenciosos de las lágrimas de la reina y el príncipe (por protocolo), la viuda y el hijo (en la vida real).
Basta con echar la vista atrás para recordar cómo fueron las pompas fúnebres de Lady Di : el cortejo fúnebre atravesando todo Londres, la abadía de Westminster hasta la bandera, el interminable desfile del coro hacia el altar, los discursos del primer ministro Tony Blair y de los hermanos de Diana de Gales, Earl Spencer y Sarah McCorquodale… Todo era excesivo, más propio de un ‘show’ que de un funeral. En aquella retransmisión, la realización mostraba lo que sucedía en la misa mostrando al tiempo las reacciones de la gente de la calle, buscando la empatía de los espectadores a través de sus iguales, no por la emoción del momento en sí.
El funeral del Duque de Edimburgo ha sido, sin embargo, un acto íntimo que, en clave televisiva , podríamos definir como de orfebrería: planos generales y planos detalle, combinados sin prisa, con elegancia y permitiendo al espectador recrearse en pequeños detalles que habrían pasado inadvertidos. Con una planificación calculada para acercarnos al dolor con respeto, la retransmisión ha emocionado con la música, con la belleza del templo, con la sensación de cercanía con cada uno de los invitados. Pero, además, ha emocionado con los vacíos y silencios provocados por los protocolos de la pandemia y que, por otra parte, son los mismos vacíos y silencios que nos deja la muerte.
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