La primera ministra de Finlandia, de fiesta a pesar de la orden de aislamiento
Siempre ha sido una chica rebelde y a lo largo de su trayectoria política ha mantenido cierto matiz de verso suelto

El coronavirus ha convertido en cotidiano un contratiempo que llevamos con pandémica resignación: la cancelación de planes de ocio e incluso profesionales por la necesidad de guardar cuarentena , debido a que estuvimos en contacto con alguien que después dio positivo en un test. La capacidad de los Estados para supervisar que esta cuarentena se lleva a cabo con rigor es bastante limitada, por lo que termina quedando en manos de nuestra responsabilidad personal. Saltársela es sin duda una muestra de desprecio por el peligro de contagio. Saltársela para irse de fiesta hasta las cuatro de la mañana es a todas luces una insensatez mayúscula. Y cuando la persona que se salta la cuarentena para irse de fiesta a una discoteca es la primera ministra de un país europeo, el asunto alcanza una dimensión pública. Por eso le está cayendo a Sanna Marin, jefa de gobierno de Finlandia, una lluvia de críticas.
La socialdemócrata Sanna Marin tiene 36 años y el pasado fin de semana había planeado salir de fiesta con su marido y con un grupo de amigos. Pocas horas antes de salir de casa, el ministro de Relaciones Exteriores de Finlandia, Pekka Haavisto, dio positivo en un test rutinario de coronavirus y ella fue convenientemente informada. Apenas un rato después, todos los miembros del gobierno, al igual que el círculo de familiares y amigos de Haavisto, recibieron varios mensajes SMS del Ministerio de Sanidad en los que se les pedía permanecer en aislamiento al menos durante tres días y después realizar se un test, el protocolo habitual al que se someten todos los ciudadanos fineses. Pero Marin no cambió sus planes. La revista «Seiska» publicó fotos y un video en los que se podía ver a la primera ministra bailando en una discoteca de Helsinki , con una botella medio vacía de cerveza en la mano y rodeada de gente. En su defensa y en una primera reacción, alegó que los mensajes de confinamiento fueron enviados a su teléfono de trabajo y que por eso no los vio hasta el día siguiente, pero la idea de que la primera ministra está ilocalizable para su oficina los fines de semana resultó todavía más perturbadora para la prensa finesa y la oposición le reprochó que la decisión de aislarse debería haber sido voluntaria, sin necesidad de comunicación e inmediatamente después de saber que su ministro de Exteriores tenía covid. En una segunda reacción, Marin declaró que su secretario de Estado, Henrik Haapajärvi, le había asegurado que no tenía que aislarse debido a que es una persona vacunada, pero según el periódico finés 'Helsingin Sanomat', esa premisa es contraria a lo que dicen las directrices pandémicas para los miembros del gobierno que la propia Marin ha implementado. Finalmente, la primera ministra ha pedido disculpas: «Debí haber usado un mejor juicio y haber verificado la información que me dieron», ha dicho, «lamento mucho no haber entendido bien lo que debía hacer».
Marin era la jefa de gobierno más joven del mundo en el momento de su nombramiento, en 2019. Ya ha sido anteriormente objeto de repetidas críticas por las fiestas que organiza en su residencia oficial y por publicaciones en redes sociales sobre sus eventos privados de ocio. Ella siempre ha justificado que «soy una representante de la generación más joven y sí, eso se refleja en la forma en que trabajo y vivo". Pero independientemente de la generación a la que pertenezca, ocupa un cargo de responsabilidad de Estado que entraña también un grado de ejemplaridad que tiende a ignorar, o al menos eso le reprocha la oposición. La diputada Mia Laiho, del Partido Coalición Nacional y portavoz de la Comisión parlamentaria de Asuntos Sociales y Sanidad, ha tachado de «absolutamente irresponsable» la noche de fiesta de Marin. Según una encuesta publicada esta semana, la mayoría de los fineses son de esa misma opinión: dos tercios de los encuestados consideran que el comportamiento de la primera ministra ha supuesto un «grave error», aunque, en el fondo, muchos no se sorprenden. Sanna Marin siempre ha sido una chica rebelde y a lo largo de su trayectoria política ha mantenido en todo momento cierto matiz de verso suelto. Se graduó de la Universidad de Tampere como licenciada en Ciencias Administrativas. Ha ocupado los cargos de presidenta del Ayuntamiento de Tampere, entre 2013 y 2017, y ministra de Transportes y Comunicaciones hasta el 3 de diciembre del 2019. Nunca ha dejado de salir con sus amigos en su tiempo de ocio, que considera estrictamente privado, y en ocasiones ha causado verdadero revuelo también en actos públicos, como cuando en 2020 posó con un escote tan pronunciado que evidenciaba que no llevaba puesto un sujetador. Para ella todo esto forma parte de la normalidad. Hija de padres separados, fue educada por una pareja de dos mujeres. En este contexto, la tradicional boda con el ex futbolista Markus Räikkönen, con el que salía desde los 18 años, supone de hecho un acto de rebeldía. Ese indómito espíritu la ha llevado a hablar con descarnada franqueza en el Consejo Europeo, donde, durante las difíciles negociaciones del verano de 2020 le tapó la boca a Pedro Sánchez con las siguientes palabras: «hay líderes sentados a esta mesa que han pasado (en su contribución al Fondo de Reconstrucción) de cero a 350.000 millones. ¿Tú qué has hecho? No sigas hablando y ¡mueve tu posición!».