La normalidad se instala de nuevo en la decoración navideña de la Casa Blanca

Jill Biden ha dejado atrás los controvertidos años de Melania Trump con adornos faltos de espíritu navideño

David Alandete

David Alandete

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«Bastante normal». Ese era el veredicto de varios de los primeros invitados a visitar las decoraciones navideñas de la primera dama en la Casa Blanca, todo un acontecimiento anual en Washington cuando cae diciembre. Lazos rojos. Guirnaldas. Calcetines en la chimenea. Árboles con espumillón dorado. Paquetes de regalo. Un nacimiento. Es cierto, bastante normal.

Las expectativas este año era altas. ¿Qué iba a hacer Jill Biden , nueva en el cargo, tras los controvertidos años de Melania Trump y su amor por la decoración funcional, moderna y deconstruida? ¿Regresaba el añejo espíritu navideño a la mansión presidencial, después de que la señora Trump fuera grabada subrepticiamente diciendo, literalmente, «que se jodan las decoraciones de Navidad»?

Lo cierto es que para los que hemos tenido que visitar ya varias decoraciones navideñas desde los años de los segundos Bush y nos consideramos, a nuestro pesar, expertos en el asunto, Jill Biden no ha tenido que esforzarse excesivamente en su estreno. Bastaba con no optar por aquellos conos rojos, cañas pintadas de blanco y luces nadir que los críticos con los Trump compararon a una escena de la película «El resplandor».

Lo más estrambótico que se ha permitido la señora Biden es hacer dos guirnaldas con pinceles de brocha gorda, dispuestos en círculo, una especie de homenaje que en principio uno no se sabía si era al gremio de los pintores o a la creatividad americana.

Solo al consultar la guía que dan al visitar la Casa Blanca , uno de entera de que se trata de un homenaje al «Regalo de las Artes Visuales». Cada sala, de hecho, está dedicado a un «regalo» porque el tema central de estas decoraciones, que siempre debe haber uno, es «Regalos del corazón».

Está el regalo de la gratitud, de la naturaleza, de la paz, de la unidad y de la familia, entre muchos otros. Tres gigantescas tarjetas de felicitación, colocadas ante el solemne retrato de George Washington en la Sala Este proclaman: «Gracias», «Paz en la tierra», «Muchos regalos del corazón para ti y tu familia estas navidades». Las firma todas «La familia Biden».

Ningún ataque de austeridad

No es que tras esa aparente normalidad en las decoraciones oficiales esconda ningún ataque de austeridad. En total, la Casa Blanca ha empleado 1.800 metros de cinta, más de 300 velas, unos 10,000 adornos y 78,750 luces navideñas para engalanarse estas fiestas, según la oficina de la primera dama. Son las cifras habituales, o similares.

Cada año se trae a la Casa Blanca un abeto que sirve de árbol navideño oficial. En esta ocasión es un «abies fraseri» natural de los Apalaches, que ha sido traído de Jefferson, en Carolina del Norte. Mide cinco metros y medio, y para colocarlo en la Sala Azul ha sido retirado el candelabro, ya que no cabían ambos. Lo rodean decenas de palomas blancas al vuelo, el «Regalo de la Paz».

Biden ha modificado además una tradición. Normalmente hay, además del belén napolitano, una Casa Blanca —en realidad una «casita blanca»— hecha de pan de jengibre. Este año, en lugar de una casita es todo un pueblo, con su escuela, su tienda de comestibles, su hospital, su estación de bomberos y hasta su comisaría de policía. Es un homenaje a los bomberos, y también un intento de infantilizar más estas decoraciones tras aquellos intentos de la señora Trump de imitar más bien una tienda de modas o una galería de arte moderno.

Una foto de los Trump

Una sorpresa que se llevó el crítico navideño en esta visita de 2020 fue toparse con los Trump. No en persona, claro, sino en una foto que los Biden incluyeron como decoración en otro abeto, el del Comedor de Estado, dedicado a las familias presidenciales . A la vista había, colgados de las ramas, pequeños marquitos dorados con fotos familiares de los Kennedy, los Bush uno y dos, los Clinton, los Reagan y otros.

Dándole la vuelta al árbol, como escondidos, pero allí al fin y al cabo, estaban Donald y Melania Trump, cogidos de la mano, en 2018, recibiendo a las puertas de la Casa Blanca el árbol de navidad de aquel año. Fue un detalle de la actual primera dama, después de las acusaciones de Trump de que las elecciones del año pasado fueron fraudulentas y su intención de quedarse cuatro años más en esta misma Casa Blanca, algo que nos hubiera dado unas Navidades menos normales a los sufridos habitantes de Washington.

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