El misterioso asesinato del Don Juan japonés

Las autoridades acusan de envenenamiento a la joven viuda del magnate Kosuke Nozaki tras tres años de investigación

Jaime Santirso

En ‘El burlador de Sevilla’ atribuido a Tirso de Molina, la obra concluye –cuatro siglos después no ha lugar a spoilers– con Don Juan arrastrado al infierno. En el texto de Zorrilla, en cambio, el amor de Doña Inés redime al granuja. Frente a la ficción la realidad escribe ahora versión propia, ambientada en el Japón contemporáneo y presta ya para el desenlace. Don Juan, «de Kishu», es un anciano millonario que fallece envenenado –presuntamente– por su joven amada, quien esta semana ha sido acusada de su asesinato.

Kosuke Nozaki era un magnate hecho a sí mismo, con un emporio empresarial que comprendía desde licores hasta propiedades inmobiliarias. En 2016 saltó a la fama con la publicación de su autobiografía, en la que presumía de haber agradecido los favores de hasta 4.000 «hermosas damas» con 3.000 millones de yenes (22 millones de euros). «No me interesan los coches ni las casas (...), la razón por la que gano dinero es para salir con mujeres atractivas». Confidencias como esta hicieron de él digno custodio y continuador del arquetipo literario español.

El libro pronto se convirtió en un fenómeno editorial con más de 50.000 copias vendidas. En sus páginas, el Don Juan de Kishu acompañaba sus gestas amorosas de trucos para seducir a estudiantes universitarias o azafatas. Un repertorio al que recurrió cuando a principios de 2018 divisó entre la muchedumbre del aeropuerto de Haneda la figura de Saki Sudo, cuya atención atrajo simulando un tropiezo.

Él tenía entonces 77 años. Ella 22 y «una piel blanca de una firmeza que repele el agua» ante la que cayó, efectivamente, pero rendido. A la joven, de ocupación modelo, Nozaki prometió una paga mensual de 1 millón de yenes (7.500 euros) a cambio de su mano. Dos meses más tarde, recibía de sus labios el ansiado ‘sí, quiero’. A los tres meses, estaba muerto.

En la noche del 24 de mayo de 2018, las autoridades hallaron el cadáver de Nozaki en su residencia de Tanabe, prefectura de Wakayama. Aunque en un primer momento lo consideraron un fallecimiento natural, la autopsia reveló la ingesta excesiva de un narcótico. La hipótesis del suicidio quedó descartada de inmediato. Según la grabación de las cámaras de seguridad, solo habían accedido a la vivienda una asistenta y la pareja, quienes permanecieron a solas durante las cuatro horas previas al suceso. Sin embargo, ante la falta de pruebas no hubo arresto alguno. A los pocos días el caso sin resolver ya era uno de los temas más comentados en Japón.

Huida a Dubái

Las pesquisas continuaron durante casi tres años, hasta que la policía realizó un descubrimiento revelador: Nozaki había iniciado los trámites para blindar su patrimonio y divorciarse de Sudo, quien pasaba la mayor parte de su tiempo en Tokio. Ante la alerta de que la joven viuda planeaba mudarse a Dubái, la operación se puso en marcha. El 28 de abril fue detenida. A partir de ese momento y de acuerdo a la legislación japonesa, los investigadores contaban con un máximo de 23 días antes de realizar una acusación formal o liberar a la sospechosa.

Sudo no confesaba y las autoridades se quedaban sin tiempo. Este miércoles, el mismo día en que acababa el plazo, llegó por fin la imputación. La fiscalía tendrá ahora que armar un caso pese a contar solo con pruebas circunstanciales, como el hecho de que ella buscara información sobre sedantes en los días previos a la muerte de su marido. Las variaciones a esta interpretación nipona del Don Juan no alteran su trágico desenlace, tampoco su moraleja: por algo es una historia universal.

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