Luis Medina y Alberto Luceño, socios de una firma con ADN transversal
Ambos están imputados en el caso de las mascarillas pero proceden de universos distintos. Medina se crió en palacios, entre fiestas en casa de Valentino y Carolina Herrera. Luceño nació en un pueblo de Cáceres donde es popular por ser el nieto del ATS y vive en el madrileño barrio de La Estrella. Le gustaba fardar de Porsche
'Un par de seductores', 'Los timadores', 'Atrápame si puedes'. Cualquiera de estos tres títulos de película encajaría como un guante para recrear en la pantalla la vida de los protagonistas del caso de las mascarillas del Ayuntamiento de Madrid. Los nombres de Luis Medina y Alberto Luceño, el primero de 41 años y el segundo, de 50, acaparan desde hace semanas las portadas de los periódicos y llenan minutos de telediario con una historia que ha ido creciendo como una bola de nieve. La noticia les ha procurado una popularidad a la que Medina estaba acostumbrado desde que nació, ya que es hijo de Rafael de Medina y Fernández de Córdoba y la exmodelo internacional Naty Abascal.
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De Luis y Alberto, ambos imputados ahora mismo, se ha dicho de todo: desde que eran íntimos amigos a que tenían distintas sociedades en común . Medina siempre negó cualquier vínculo más allá del simple papel de intermediario en la compra de las mascarillas para el consistorio de la capital. Así lo volvió a ratificar en su declaración ante el fiscal que lleva el caso. Lo mismo hizo Luceño, quien declaró que el hijo del exduque de Feria era para él ' Luis, el de los pollos ', porque en 2018 quería suministrarle pollo, azúcar y soja. Podría parecer algo raro en un glamuroso personaje del papel cuché, uno de los nombres habituales en las listas de solteros de oro, pero recordemos que él mismo se define como un bróker de materias primas especializado en la compraventa de minería, alimentación, carne, pollo y cerdo . Una faceta empresarial hasta ahora desconocida. Se sabía que había emprendido otros negocios tras el cese de su showroom de marcas de moda de lujo, pero no que fueran de esta índole. Así, tan terrenales y poco sofisticados.
Un pasado desdibujado
Sobre la duda de quién buscó a quién, fuentes cercanas al caso aseguran que fue Luceño, cuyo sueño nada secreto era hacerse rico y dar un pelotazo, quien en plena pandemia llamó a Medina no para pedirle pollos, sino para que le abriese las puertas del consistorio madrileño. Y dio en el clavo, a la primera. Porque la agenda personal del aristócrata vale su peso en oro: en concreto, una comisión de un millón de euros, un precio cuya moralidad se cuestiona dado el terrible contexto en el que tuvo lugar la transacción, a pesar de producirse dentro de la legalidad comercial.
A Luceño dicen le hubiese gustado ser como Luis Medina , haber nacido aristócrata y moverse en sus círculos sociales, pero tuvo que conformarse con nacer en la localidad cacereña de Garrovillas de Alconétar, donde vivió su abuelo, el más popular de la familia hasta ahora porque fue el ATS del pueblo, y sus padres, ya fallecidos también, tal y como adelantó el diario HOY de Extremadura. Formaban una familia humilde y conocida entre los poco más de 2.000 habitantes que viven todo el año. Era habitual verle en Semana Santa, pero ésta pasada n o se atrevió a presumir por sus estrechas calles con su flamante Porsche –uno de los siete vehículos de alta gama adquiridos con los 4,6 millones de euros que se embolsó de la comisión por la venta del material sanitario- como sí había hecho en otras ocasiones, tal y como relatan algunos de sus vecinos a este periódico. Los Luceño tienen una casa modesta que hace esquina en la calle Ramón y Cajal, frente a la Casa de la Cultura. Allí no salen de su asombro porque, aunque él vende en su currículo una fulgurante carrera empresarial, nadie imaginaba que los negocios le fueran tan bien, pero mucho menos que se coronaría como cabecilla de una trama tan mediática y polémica. Conserva algunos familiares cercanos, entre ellos una prima hermana artista que, hoy por hoy, como todos los demás, reniega de él y prefieren que no les relacionen. Tampoco dicen conocerle, ni siquiera tener ningún vínculo alguno desde hace años, en la Escuela Europea de Dirección y Empresa (EUDE) , de la que Luceño fue socio y apoderado. Hombre curioso e inquieto, se diplomó en Joyería y Gemología además de estudiar Periodismo y Psicología.
Luis Medina tuvo que abandonar España con 15 años cuando su padre fue encarcelado. Se cartearon y estuvo a su lado hasta el final
Por aquel entonces, el joven Luis Medina, educado en el colegio internacional Alminar de Sevilla y en un internado de Badajoz, vivió cómo su familia protagonizaba un escándalo que les marcaría para siempre. En marzo de 1993, su padre, Rafael Medina Fernández de Córdoba era detenido acusado de secuestro, corrupción de menores y tráfico de drogas. Fue condenado a nueve años de cárcel. Su madre, Naty Abascal, los envió a él y a su hermano mayor a Inglaterra, con 12 años, y posteriormente a Estados Unidos , al Kiski School, un colegio masculino de Pensilvania, para alejarles de toda la presión mediática y así evitarles el escarnio social. Su hermano Rafa decidió quedarse en su exilio dorado y licenciarse en Washington. Luis, que era más parecido a su padre, también más cercano, volvió a Sevilla para estar con él. Era también una oportunidad para conocerle mejor en los últimos años de su vida.
Siempre habían tenido una relación muy especial, hasta el punto de que Luis contó en una entrevista que se enteró del divorcio de sus padres en 1989 porque sus compañeros de la ruta escolar se lo chivaron. Algo que su padre entonces le negó entre bromas. Consiguió cartearse con él desde EE.UU. durante su estancia en la cárcel de Huelva. Por mucho que se empeñase entonces su madre en poner distancia entre ambos, no pudo arrancarle de su vida. La última imagen pública de Luis con su padre es el día de su primera comunión. Al final, tuvieron que aceptar que regresase a España y a base de mucho empeño, consiguieron que sacase adelante los estudios.
Empezó dedicándose al marketing y la publicidad. Es tímido, pero a la vez un seductor. De ser elegido embajador de la firma italiana Dolce & Gabbana pasó a montar Show Me That, un céntrico showroom en Madrid donde llevaba la imagen de las mejores marcas internacionales, como Tiffany, Oscar de la Renta o Manolo Blahnik. Era el año 2007. Todo parecía ir bien hasta que echó el cierre en plena pandemia. Fue en esa época cuando conoció a Alberto Luceño, por entonces CEO de Uno de 50, una marca de joyas nacida en la capital, aunque alejada del lujo que siempre ha rodeado a Medina. Vivían en la misma ciudad, pero en universos diferentes.
Al aristócrata le persigue la fama de conquistador y se le atribuyen romances que van desde Cristina Fontcuberta, hija de la duquesa de Estremera, a Tamara Falcó, marquesa de Griñón, o la actriz Norma Ruiz. Ninguna relación ha perdurado en el tiempo ni ha estado prometido nunca. Acostumbrado a viajar por todo el mundo desde pequeño, no era raro verle en invierno en la casa de Valentino, en Gstaad, o en la de Oscar de la Renta en Punta Cana. No tiene aún ningún título nobiliario, de los 30 que ostentaba su abuela y que se han ido repartiendo. Aunque todos se empeñen en atribuirle el de marqués de Villalba, que su hermano Rafael le cedió, la confirmación aún no ha sido publicada en el BOE, por lo tanto no es oficial.
Nuevo rico y oportunista
A Luceño, en cambio, le sorprendieron en una vivienda de clase media en el madrileño barrio de La Estrella donde tiene y ha tenido domiciliadas casi todas sus empresas. Tampoco hay rastro de él en las fiestas más elegantes o los exclusivos lugares de ocio de la jet. Sólo un par de entrevistas en medios del sector empresarial cuando se hizo con el mando de la popular joyería artesanal o de la marca de moda Poète, de cuya expansión se iba hacer cargo. De ambos puestos fue despedido. Por eso busco en China un mercado empresarial, convencido de que algún día le haría ganar dinero.
Quizás por eso, marcado por ese quiero y no puedo, su primera inversión con el dinero de 'la saca' fue un chalet. También se regaló unas vacaciones a todo tren en el Marbella Club junto a su mujer, María del Rosario López Carratalá. Ella es nefróloga del hospital Puerta de Hierro de Madrid, al que Luceño donó 50 mil mascarillas gratuitas como gesto de gratitud. Ahora, algunos de sus compañeros sospechan que fue puro oportunismo para lograr con más facilidad un ascenso o traslado de centro. Ni rastro de él en las redes sociales, solo una cuenta de Twitter creada en 2011, en la que se define como 'adicto a su familia' y que solo cuenta con 22 seguidores que el propio Luceño aceptó, antes de que estallase el escándalo.
Ante el fiscal, Medina, confesó estar sorprendido con que Luceño no respetase el reparto 3/3 acordado, quedándose con todo el botín. Con la prensa, Luis es cordial. Ni quiere ni puede esconderse, conocedor del efecto dominó que tendría su actitud en su hermano, Rafa, y su madre, Naty Abascal. Con ella pasó la Semana Santa en la casa familiar de la isla de Tavira, en Portugal. Pronto heredará 4.200.000 euros que le dejó su abuela Mimi, la XVIII duquesa de Medinaceli, Victoria Eugenia Fernández de Córdoba y Fernández de Henestrosa. Para lograrlo, emprendió una batalla que ganó en los tribunales el pasado mes de diciembre, tras años de pleito. Lo que jamás imaginó es que esa fortuna por la que tanto luchó acabaría siendo su garantía ante Hacienda para su fianza. De rebote, en la familia ha encontrado su salvación.