Josemi Rodríguez-Sieiro - Lo que me apetece

La vuelta a la normalidad

Hay que evitar almorzar en restaurantes de moda, poblados de jóvenes ricos, ineducados y vestidos de un casual insultante

Josemi Rodríguez-Sieiro

Poco a poco la normalidad vuelve a nuestras vidas. Algunos se han tomado unos días en el campo, porque la estampida de los lugares de mar se produce cada año antes y como si se escapase de un sunami, antes se diría peste, pero hace tiempo que eso no se lleva nada.

Las bodas, ya muy relajadas, se celebran, dado el atasco producido por las medidas sanitarias, como si no hubiera un mañana. Yo este mes de septiembre tengo doce bodas a lo largo de la geografía nacional. Solo el día 18 podría asistir a tres. De celebrarse en la misma ciudad y a la misma hora podría haber ido a la iglesia de una, al coctel de otra y a la cena de la que considerase más cercana. Pero no es el caso.

Las señoras y algún verso suelto de la buena sociedad recuperarán sus partidas de cartas vespertinas. Van de casa en casa, con merienda-cena incluida, pasan las tardes y parte de las noches, en algunos casos. Allí comentan el último divorcio, el gran pelotazo de unos y la ruina de otros, embarazos y posibles bodas, pero, sobre todo ahora fascina hablar de política. Actualmente hay una parte de la sociedad que no es conocida por los gobernantes, pero esa sociedad los conoce a ellos divinamente, y ahora ejerciendo como un grupo de presión en la sombra y desde el anonimato.

En estas partidas todo suele ser correcto y muy come 'il faut', aunque algunas veces las extravagancias surgen como esa señora que recibía, jugaba, perdía, daba de cenar y un buen día les recordó a todos lo que pagaba por el catering y el dinero que se llevaban a sus casas. Ante semejante impertinencia la reacción de la mayoría fue darse de baja de esa partida. Y todos han recobrado la calma. Lo de ‘juntar meriendas’ en el más amplio sentido de la vida, nunca dio resultado, siempre fue un error.

Es tiempo de exhibirse en los restaurantes de moda. A las señoras les gusta más lucirse fuera de casa, preferentemente a la hora de almorzar. Lo último es evitar acudir a esos restaurantes de moda poblados de gente muy joven con mucho dinero, nada que hacer, pretenciosos, ineducados y vestidos tan, tan casual que resultan insultantes.

Ahora también es tiempo de la vuelta al colegio de los niños. Esto no es solo un acontecimiento para los estudiantes de la edad que sean, sino que es para las madres e incluso para las abuelas, siempre y cuando vean o intuyan en ello un ascenso social, amparado por un dinero nuevo o un exilio auto impuesto por causas políticas. Los niños unen mucho y son un referente para situarse socialmente. El mundo es muy pequeño y ahora es relativamente fácil saber quien es quien en cualquier parte del mundo. Y estos que vienen de fuera, lo traen todo muy bien aprendido. Cuando yo era niño oía aquello de «la niña de los Perillán se casa con un chico de Peñaranda de Bracamonte, dicen que de una familia bien situada». Hoy sabríamos todo, en un momento, sobre los de esa localidad salmantina, su familia, su situación y su educación.

Las nuevas amistades hechas en un hotel o en un viaje, fuera del entorno habitual, dicen unos amigos míos que duran poco. El problema es que no sabes muy bien donde situarlos y con quien mezclarlos. Y si son de provincias… Peor.

En la vuelta tienen mucha importancia lo que yo califico como los proveedores que son los masajistas, los ayudantes ocasionales para el servicio de la casa, los entrenadores personales, las peluqueras y peluqueros, los estilistas, el o la esteticista, e incluso la planchadora de los manteles de hilo. Pero esto merece un comentario aparte.

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