Josemi Rodríguez-Sieiro - Lo que me apetece
Jean Louis Mathieu, el mago de la sociedad
Nunca le dio valor al dinero, ni al suyo, ni al de los demás
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Hoy me apetece escribir sobre un amigo que nos ha dejado. Conocí a Jean Louis Mathieu en 1970, cuando acompañé a mi madre a un desfile de la Peletería Villagroy. Me llamó la atención su peculiar físico y su extraordinario trato, cuando nos presentó el joyero Luis Gil . Desde ese momento no solo formé parte de su privilegiada lista, sino que se formó una relación de amistad, ininterrumpida, a lo largo de los años.
Era un mago de la sociedad con una personalidad especial, fuera de lisonjas y adulaciones, con la agenda más exclusiva y elitista de los últimos cincuenta años. Nadie en España contaba con un poder de convocatoria similar. Personajes del mundo entero se movían al son que Jean Louis marcaba. Mezclaba a personajes de distinto ámbito con una maestría inigualable.
Yo he sido testigo de como los barones Edmond de Rostchild , la Reina María José de Italia , Yoko Ono , Zsa Gabor , Isabel Adjani o Gina Lollobrigida tenían hacia él un trato admirable. Con todos ellos y con algunos más he compartido mesa en el Excelsior de Montreaux, ya que Mathieu había nacido al lado de Ginebra.
Recuerdo sus invitaciones a Marruecos, donde era casi un miembro más de la Familia Real y siempre respetado como un chambelán de la Corte en todo el Reino. En Marrakech ó en Fez organizaba unos días llenos de fiestas maravillosas, aventuras en el desierto y visitas a palacios con fastuosas cenas y espectáculos grandiosos y compras en zocos conociendo a artesanos extraordinarios.
Vienen a mi memoria innumerables recuerdos como los de la Expo de Sevilla y los días con Jean Louis Scherrer , Catherine Deneuve y Enrique Puig . Su devoción por Naty Abascal , su amistad con Ira de Furstemberg , Teñu de Hohenlohe y Beatriz de Orleans , su admiración hacia Antonio , el bailarín y su dedicación a Pedro Trapote , que a su vez, con gran generosidad, lo protegió hasta el último momento, fueron una constante en su vida.
Me acuerdo de una vez que me pidió que lo acompañase a el Corte Inglés de Princesa y comprobé como una legión de empleados nos seguía. Era una deferencia de su amigo Ramón Areces .
En Pachá y en Joy Eslava organizó importantes desfiles de moda, magníficos conciertos y espectaculares fiestas que, por mucho que se propongan, nunca llegarán a ser iguales. Miembros de la realeza, académicos, escritores, nobleza de primer orden, banqueros, empresarios y artistas de todo tipo, donde siempre los toreros tuvieron un lugar destacado, acudían a sus convocatorias, felices.
Jean Louis un día se retiró de la vida social, discretamente, poniendo disculpas cuando alguien le llamaba ó le convocaban. Entendió que su tiempo había acabado. No me lo dijo, pero siempre intuí, que la vulgaridad a la que tanto se opuso, se había adueñado de una sociedad que ya no tenía nada que ver con la que él había representado y a la que tanto había cuidado y mimado.
Nunca le dió valor al dinero ni al suyo, ni al de los demás. Valoraba a sus amigos por su personalidad, por ser como eran y a ellos fué siempre fiel, porque se ha ido una persona que solo repartió en su vida felicidad para los demás, derrochando una categoría humana excepcional.