Josemi Rodríguez-Sieiro - Lo que me apetece
Lo importante parece que es cambiarlo todo
Esta gente tan peculiar nos ofrece miseria
Después de tantos años aquel eslogan, que tanto éxito tuvo en su momento, 'Spain is different', cobra una importancia desmesurada. Tal vez entonces por alguna que otra causa que nada tiene que ver con las actuales. En aquel momento se valoraban otras cosas y particularidades que son muy distintas a las de ahora.
Inglaterra está todavía viviendo momentos de gloria, orgullo y satisfacción general con motivo del Jubileo Real. Ni una voz discordante, ni una opinión contraria. Todos juntos participando de lo que les hace fuertes, transmitiendo poderío, categoría y grandeza ante el mundo entero.
Aquí, todo es diferente. Seguimos siendo una monarquía, pero a uno de los titulares probablemente le han puesto de patitas en la calle, cuando ha regresado arropado por el calor de un pueblo, que le ha perdonado sus errores, porque han sido mayores sus aciertos, logros y éxitos, pero, al parecer no suficientes y posiblemente perjudiciales, para los supuestamente oscuros planes de intento de cambiar las cosas, por parte de los que quieren arrasar con todo.
Y como todo es diferente, a un ministro lo ponen de vuelta y media, destrozan su profesionalidad, lo tachan de todo menos de bonito y equiparan su valor a su estatura. Sorprendentemente ni él, ni casi nadie dice nada al respecto con contundencia. Y ya se sabe que cuando nadie responde, se decía antes, es porque, «habrá mucho que callar». Otro ministro opina que este actual gobierno, bien preparado, culto y estudioso, es casi como el de la Santa Sede con Papa incluido. Posiblemente es que en Ciudad del Vaticano ha gustado mucho la fiestecita, cutre y deplorable, que su excelencia la señora embajadora organizó en plena Plaza de España, ante la sede de nuestra embajada más importante en el mundo. Las fotografías del grupito de turistas, que presenciaba la insólita actuación, dejan constancia de la miseria que nos ofrece a los españoles esta gente tan peculiar. Son nuevos aires y diferentes estilos, tal vez inspirados en cosas de ultramar, que ahora son fuente de evocació y de admiración entre nuestros dirigentes. Nada que ver con el histórico lugar.
Una gran señora me comentó el otro día en un almuerzo que también se ha suprimido en el Palacio Real la entrega de unos premios de las Reales Órdenes Militares. ¿Será que cuantas menos ceremonias de carácter histórico se celebren, es mejor y contribuyen al descafeinado del Reino de España?.
Lo importante parece ser que es cambiarlo todo, porque el triunfo de la mediocridad llega hasta París, donde un genio que dirige el Teatro Arriaga de Bilbao está llevando a escena una representación de la ópera Carmen, en la cual ha sustituido a toreros por legionarios que friegan el suelo con la bandera de España y luego la utilizan como papel higiénico para limpiarse sus traseros. La vulgaridad llevada a límites extremos con tal de provocar el escándalo. Cualquier día lo veremos en Madrid, en el Teatro Real, como la cosa más natural para regocijo del personal con la justificación de que el arte no tiene límites y la libertad mucho menos, aunque roce el libertinaje, aunque no estoy muy seguro de que esta palabra siga existiendo.
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