Josemi Rodríguez-Sieiro - Lo que me apetece
Los gorrones que se adosan en las fiestas
Solo aportan su presencia, lo critican todo y su propio fracaso es consecuencia de mediocridad
Hoy me apetece reflexionar sobre los tipos de personas de nuestra vida social y sus reacciones ante determinadas situaciones.
Existen las personas invitadas a un acto social , los que aspiran a serlo, los que sin estar convocados utilizan ciertas argucias para estar presentes, los que no entienden por qué se han prescindido de ellos, los que justifican por qué no están en la lista que ellos creen que deben estar y los que aseguran con la mayor desfachatez que han declinado una invitación que nunca recibieron.
Admiro enormemente a los que se desviven por contentar a los diferentes anfitriones, acudiendo a un aperitivo en un lugar a un almuerzo en otro y en el mismo día a un cóctel y posteriormente a una cena, todo ello en veinticuatro horas. A unos esto le parece una exageración, para otros es una envidia. Primero porque para hacer una cosa así, es necesario gozar de una gran salud, mucho ánimo y ganas de divertirse. Esto solo está reservado para los animales sociales y para ello hay que jugar en un equipo de una actitud extraordinaria ante la vida.
A mi me divierten mucho los que están invitados, pero que despotrican auténticamente de lo mal que «les viene acudir», aunque luego sean los primeros en hacer lo posible para que se note su presencia. Porque luego están los que van tan contentos a todas partes, que son la mayoría. Entre la minoría están los molestos por no ser requeridos y que se creen con derecho a no ser olvidados. Más de una vez he oído aquello de que «con lo bien que nos caen,…pero no se han dado cuenta que nosotros no recibimos».
Justificación insostenible por su propio peso y que no demuestra más que la tacañería de este tipo de individuos. Y aquí entramos en el capítulo de lo que toda la vida se ha calificado como los gorrones. Estos solo aportan su presencia, lo critican todo, lo cuentan todo y, su propio fracaso es consecuencia de mediocridad. Y ahora, teléfono en mano, graban absolutamente todo, lo publican en redes sociales con la mayor de las desvergüenzas y sin permiso alguno de los protagonistas de la noticia. Los hay incluso que obvian sin admitir si han sido testigos presenciales, o no, de lo que han dado a conocer y que les llega a través de terceras personas. Ahora en España cualquiera asiste a una boda, casi en el mismo momento en el que se está celebrando, porque hay invitados que lo están retransmitiendo en directo.
Para ser invitados hay gente que utiliza a amigos de los que invitan, a personas afines, a llamadas con cualquier motivo para recordar que existen,…y también conozco a quien ha contestado sin haber recibido la invitación, cuando el acontecimiento es casi multitudinario. Otro medio es adosarse a alguien, bien confesando sus aviesas intenciones de «estar» o los que llaman para ir juntos, que es la manera más común de hacerlo. Hace años en Marbella yo fui objeto de cierta señora que me pedía que la pasase a buscar para las cenas, hasta que unos amigos me preguntaron si era necesario que la aportara siempre. Al final había contabilizado más de una docena de invitaciones en otras tantas casas, gracias a mi buena disposición. La que no tengo ahora.