Josemi Rodríguez-Sieiro - Lo que me apetece

Enamorado de Madrid

Ahora que la pandemia está más controlada, la vida cultural y social se reanuda

Madrid Gtres

Josemi Rodríguez-Sieiro

Me apetece «desengrasar», aparcar la política nacional e internacional y respirar ante las decisiones crueles y malvadas de un enfermo mental, sanguinario y asesino, y no pensar en las graves consecuencias que, sin la más mínima duda, vamos a padecer a causa de las medidas que sufriremos.

Ahora que la situación se está normalizando, la pandemia está más controlada, las medidas sanitarias son sensiblemente más leves y la vida cultural y social se reanuda lenta y tímidamente, los restaurantes se llenan, las bodas vuelven a recuperar su perdido esplendor, los grandes hoteles reabren sus puertas, reformados y con nuevas decoraciones y en gran cantidad se inauguran otros con buenas perspectivas.

Madrid se renueva. Infraestructuras, nuevas aceras, modernización de avenidas y calles y el impresionante cambio del estadio Santiago Bernabéu. Si a todo esto la capital ofrece una oferta cultural variada, es una suerte vivir en una ciudad como esta.

Yo me confieso enamorado de Madrid , donde he vivido la mayor parte de mi vida. Todos los días hay múltiples presentaciones de libros, perfumes o de coches, por poner un ejemplo, inauguración de exposiciones de arte, representaciones de ópera y de zarzuela, conciertos de todo tipo, desfiles de moda y subastas variadas.

En Madrid siempre se tiene que tener presente que «o te dan una conferencia o la puedes dar tú».

Las actividades de una ciudad como esta van desde acudir a un gimnasio, recibir clases de pintura, ya sea sobre papel, lienzo o porcelana, de restauración, de ‘petit point’ o de crocket, aprender idiomas, estudiar filosofía o teología, que también está de moda y como me dijo aquella amiga mia, al extrañarme de su peculiar afición, «no entiendo nada, pero tiene su punto».

Lo que ha hecho la pandemia es cambiar en parte los hábitos de Madrid . De momento la vida nocturna ha desaparecido en gran parte. Las cenas se han adelantado una hora. Hay veces que terminas de un almuerzo casi con el tiempo justo para cambiarte de ropa y llegar a una cena. Esperemos que el invierno termine, llueva mucho y no tengamos más remedio que dejar de quedarnos helados en las terrazas, donde la climatización no se ha logrado. O te arde la cabeza o se te anquilosan las piernas.

La gente, en un lapso corto de tiempo ha cambiado. Por un lado están los sudamericanos y centroamericanos que se han instalado aquí, comprando casas, que no viven más que la mitad del año, para evitar pagar impuestos, pero que tienen unos horarios diferentes y por otro la avalancha de turistas que son más tempraneros, que los que vivimos desde siempre aquí. Son jóvenes con gran poder adquisitivo, sin demasiado oficio y con mucho beneficio, los que llegan a los restaurantes vestidos como para ir a un gimnasio, abriendo botellas de champán sin parar, hablando a gritos, la mayoría con expresiones un tanto soeces y tratando al personal de servicio como si fueran empleados de una hacienda de ultramar de hace más de medio siglo. La más absoluta vulgaridad al poder.

Las barras de roce son un éxito, volviendo a ponerse de actualidad. La seducción se comporta como la moda de ‘prêt a porter’. Ella o él llega, comienzan con un «yo opino, tú opinas» , pasando, después de la copa, o en el mejor de los casos, después de una cena, según la generosidad de cada cual, al «yo te quiero, tú me amas», aunque al día siguiente, cada uno se ha olvidado de lo vivido.

La noche no es lo que era, ni lo va a volver a ser nunca.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación