Josemi Rodríguez-Sieiro - Lo que me apetece

El coche eléctrico

España se ha convertido en un país de colas

El coche eléctrico Gtres

Josemi Rodríguez-Sieiro

La vida para la mayoría de la gente se está poniendo cada día más complicada. Me lo dicen por la calle, personas anónimas, normales, desconocidas que piensan que es necesario que se digan las cosas con claridad. Antes, la mayoría de las veces, se referían al panorama político, ahora se extiende también al tema económico del día a día, el que afecta a los gastos normales para una vida digna . Ahora, en muy poco tiempo, he observado y analizado la situación y he establecido comparaciones que, en algunos casos son odiosas, pero en otros, como en este, son realistas. La energía eléctrica, el gas, el combustible, son gastos de primera necesidad.

Los chips, componentes electrónicos y neumáticos para los coches, que también son absolutamente imprescindibles para moverse y trasladarse con seguridad de un sitio a otro ahora escasean. Por no hablar de los plazos de espera a la hora de querer adquirir un vehículo nuevo, ya sea para trabajo o para ocio. Claro que a muchos se les llena la boca de denostar lo que llaman el «vehículo privado», como si fuera un delito disponer de uno o de los que se quiera y pueda. Por no hablar de la publicidad para que se compre el cacareado coche eléctrico, elemento inútil a la hora de emprender un viaje de quinientos kilómetros. De momento es una aventura, como no se disponga de un enchufe a mano o se realicen trayectos cortos por ciudad.

Está tan verde el asunto, después de tres años, que yo adquirí uno, siguiendo las recomendaciones para ser un buen ciudadano, todavía sigo esperando como solucionar el uso continuo del mismo. Añadiendo que nunca se puede saber donde realizar una carga, cuantos puestos estarán disponibles, si el enchufe será trifásico o normal, en cuyo caso el tiempo de carga será interminable. Ya no digo en horas punta y días de salida de fines de semana, por no hablar de los de inicio de las vacaciones, en los cuales muchas veces están las estaciones de servicio con varios puestos de gasolina a tope. Imagino lo que será tener que hacer una carga en carretera y el tiempo de espera. Y hablo por propia experiencia, donde la mayoría de las veces cargar mi coche en el centro de Madrid es un problema por estar ocupados los puntos de abastecimiento de energía. Pero seguimos con la matraca, demagógica y siempre pesada de técnicos y especialistas que lo saben todo y de todo , pero lo cierto es que, desde que hay gente tan sabia, todo se complica.

La pandemia ha convertido a España en un país de colas. Filas interminables para comprar cualquier cosa, incluso para hacer cualquier operación bancaria. Pena me da ver a los sufridos pensionistas, como si estuvieran en la consulta del dentista de los años sesenta, esperando a que uno o dos funcionarios les atiendan y no se les ocurra tener una urgencia y abandonen sin explicación, ni sustitución su puesto de trabajo, ante la mirada perdida de los que esperan, sin derecho a pronunciar una palabra. Es la nueva versión del «vuelva usted mañana» . Por no hablar de la nula asistencia de los mayores a la hora de resolver algo ante un aparato llamado cajero automático.

Mientras tanto la guerra continúa, el «depuesto» se va a Europa a llorar, aprovechando su tregua de mandato, las sagas de folclóricas se tiran los trastos a la cabeza, con objeto de seguir superviviendo, un político nos dice que pasemos frío y apaguemos la luz… y es posible que, dentro de poco, nos dirán que suprimamos el postre.

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