Jorge Sanz: «He pasado de ser el niño al abuelo en los repartos»

En plena gira teatral nos confiesa sus debilidades como padre y abuelo. Y porque se ha propuesto recuperar la risa

Jorge Sanz reconoce su deuda con Antonio Resines y Santiago Segura

Jorge Sanz GTRES

Beatriz Cortázar

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Comienza en Zaragoza la gira con la obra 'El premio' y cualquier excusa es buena para hablar con Jorge Sanz de teatro, dinero, familia y lo que se tercie. Lo bueno de Sanz es que todo cabe en una misma entrevista.

Ha vuelto a los escenarios con la obra 'El premio' tras pasar una pandemia y todas las calamidades que hemos atravesado.

Creo que han sido tres años desde la última vez que subí al escenario. No trabajé durante la pandemia por lo que no sé qué es eso de ver al público con mascarilla o asientos vacíos pero es curioso porque en los peores momentos los únicos que podían quitársela (la mascarilla) eran los actores.

Con lo intenso que es, no imagino cómo habrá llevado ese tiempo de encerrarnos y olvidarnos de la libertad.

Me tocó suspender la gira que estaba realizando con la obra 'Tiempo' y, aunque me cueste decirlo porque igual no se me interpreta bien, reconozco que el confinamiento no ha sido algo negativo. Vivo en el campo, puedo tener más espacio que otra gente y soy de los que intento sacar la parte buena de todo y por eso aproveché para hacer unos arreglos caseros y tener tiempo para encontrarme conmigo mismo, así como con la familia y amigos. No lo he vivido como algo negativo, sino como una época de gran cambio.

Será porque nadie cercano ha sufrido una desgracia a causa del Covid.

Mi padre falleció cuando ya había pasado la pandemia y aunque he tenido algún caso, no ha sido tan cercano como para que te deje marcado. En ese tiempo hemos aprendido también a vivir con una economía de combate al diferenciar entre lo que es necesario y no.

¿Qué le ha gustado aprender de sí mismo?

Bueno yo sigo siendo un imbécil porque hay cosas que no cambian, pero he entendido que hay que aprovechar cada día para reírnos. La risa es la expresión de la felicidad y sé que tengo que reírme más, como cuando tenía 16 años. Me veo en las fotos de joven y en todas salgo con una sonrisa. Eso es lo que quiero recuperar.

Lo cierto es que su imagen siempre ha sido la de un niño pillo con cara muy simpática. ¿Hay que esconder el drama?

La vida tiene tanta oferta de drama que, como decía Carlos Larrañaga, la vida es una sucesión de putadas pero, entre una y otra, hay que saber disfrutar y hacer que los amigos se rían. Yo estoy en esa línea de desdramatizar. O como decía el gran López Vázquez «nunca pasa nada y si pasa, tampoco pasa nada».

Han terminado temporada en Madrid pero ya empiezan a salir de gira, su primera plaza es Zaragoza.

Hemos llegado tarde a las carteleras pero incluso así nos están llamando de muchos teatros en cuanto se quedan unos días libres. Esta compañía es un invento extraño que ha hecho Andrés Vicente Gómez, toda la vida dedicado al cine como bien sabes, y que ahora le ha dado por querer reinventarse en el teatro. Es bueno porque trae aire fresco entre los productores pero llega a un mundo especial que es muy cerrado en sus programaciones y calendarios y ahí estoy, viviendo peligrosamente el día a día y sin planificar mucho el futuro. Te aseguro que todo ha cambiado, incluso a la hora de calibrar cómo va a funcionar una obra. Antes teníamos el chivato de la venta anticipada pero hoy es impensable porque el público ya no se programa sino que el mismo día decide ir al teatro y por eso han vuelto las colas a las taquillas. A mí me encantan porque incluso fomenta la vida social.

Padre de tres hijos, hoy también es todo un abuelo. ¿Cómo lo lleva?

Cuando llega un cambio tan fuerte a tu vida te aseguro que hasta uno mismo tiene que acostumbrarse. Claro que te cambia la vida ser abuelo. Hoy tengo otro peso ante la vida. Hay un tiempo de adaptación y luego empiezas hasta a dar más peso a tus decisiones.

¿Cómo lleva el peso de la responsabilidad?

Evidentemente hoy la tengo aunque nunca la he buscado. Es curioso porque he pasado de ser el niño de los rodajes a el abuelo.

Dicen que los actores son muy especialitos para convivir. Los egos, las inseguridades…

De todo hay algo. Los actores somos un mundo aparte y es que encima dependemos de la aprobación de los demás convirtiendo nuestra vida en un expositor.

¿Cuál es su momento actual?

Sereno, algo que en mi caso puede ser casi hasta un milagro. He llegado aquí tras haber exprimido la vida y poder tener un sitio donde parar y vivir con mi familia.

¿Viven todos juntos?

Menos mi hija mayor Vega que vive en Llanes con su pareja que es aparejador del Ayuntamiento. Es curioso porque mi costumbre ha sido tener un hijo cada doce años por eso tienen 31, 19 y 7. Con mis hijos me reconozco en muchas de las cosas que yo hacía y también a mi padre en las que decía. Tengo los dos papeles.

¿Se gusta cómo padre?

Cada vez más. Al principio no porque tenía que cambiar muchas cosas y había que adaptarse para subir el escalón pero ahora sí porque ya estoy habituado.

¿Dónde pasarán el verano?

No tenemos ningún plan porque en mi caso hacerlos es una tarea absurda. En verano donde más a gusto estoy es en mi casa. La base es el hogar y si hay que moverse, se hace sin ningún problema.

¿Cada cuánto ve a su nieto?

Como mínimo una vez al mes. O viene mi hija con a Madrid o vamos nosotros a Asturias.

¿La agenda de trabajo se presenta animada?

Ahora pendientes de este goteo de fechas con 'El premio' y del resto no me preocupo porque precisamente la serenidad es aprender a vivir sin estar angustiado porque suene el teléfono. Tengo la hipoteca pagada y he aprendido a vivir cuando hay o no hay trabajo.

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