Inés Ballester, su primer y último viaje como mochilera

La periodista recorrió Italia en InterRail con 19 años. «A esa edad haces cosas impensables hoy»

Inés Ballester RTVE

Antonio Albert

Verano de 2021. Lamentablemente, las vacaciones empezaron de la peor manera, con la muerte de su padre, de 93 años, así que Inés Ballester (Burriana, 1958) ha querido estar en Valencia con su madre y los suyos: «Es ley de vida, pero estoy agradecida de haber podido estar con él sus últimos días, de haber podido decirle todo lo que quería. Se fue en paz». Ese dolor consume emocionalmente, por eso la periodista espera irse unos días con su marido y su hijo «lo más lejos posible». Luego descansarán en su casa de Asturias, aunque luego le esperan semanas de reuniones porque tiene varios formatos en los que trabaja para su vuelta a televisión.

La foto

Verano de 1978. Inés no recuerda quién hizo esa foto en la estación de Venecia: «Seguramente alguien que pasaba por ahí. Lo gracioso de esa época es que te hacías fotos y no sabías nunca si saldrían bien hasta que llegabas a casa y las llevabas a revelar». Tenía 19 años, cursaba segundo de carrera y su amor por los viajes y la aventura la llevaron a convencer a su amiga Anna Vallès para planear un viaje en tren atravesando Italia en 10 días: «Estábamos tan emocionadas que nuestros amigos fueron a despedirnos y vinieron a recibirnos a la vuelta. Todo era motivo de fiesta». Venecia, Pisa, Florencia, Roma… Fue un viaje loco y divertido: «Cargábamos todo el día con las mochilas, hacía un calor insoportable, comíamos pizza como locas y dormíamos en residencias femeninas universitarias, que eran un tostón porque cerraban a las once de la noche» No es de extrañar que alguna vez no llegaran a tiempo para dormir: «Mi amiga ligó con un italiano y cuando nos dimos cuenta, la residencia ya estaba cerrada. Me tocó dormir en casa de un tipo que decía que era sirio».

Verano de 1978, en la estación de Venecia

Postales de italianos

Ninguna le temía a nada: «Hablábamos con todo el mundo, nos reíamos sin parar. Cuando volvimos, durante mucho tiempo recibíamos postales de italianos que querían venir a visitarnos. Hicimos muchos amigos».

Para que se hagan una idea, a Inés se le rompió un zapato durante un paseo por las islas venecianas y acudieron a un zapatero remendón para que se lo arreglara. El hombre, un tipo dicharachero y simpaticote, les comentó que tenía un hijo de su misma edad. Ni corto ni perezoso le llamó, y el mozo se las llevó esa noche a tomar algo con su pandilla. Así de sencillo. «La verdad es que a esa edad haces cosas impensables hoy», recuerda Inés entre risas. «Recuerdo otro verano que fui con mi saco de dormir a Gandía haciendo autostop. El tipo era manco y conducía mientras se liaba porros. A mí ya ni se me ocurre, pero siempre me acuerdo de Paloma Gómez Borrero, que un día perdió el tren y llamó a un Bla-Bla-Car para llegar a tiempo. Imagino que les deleitó el viaje a sus compañeros con miles de anécdotas».

Este fue el primer viaje de Inés Ballester como mochilera . Y el último. Pero la descacharrante experiencia forjó una relación que llevó a las amigas a compartir piso durante siete años.

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