Geraldine Larrosa: «Carlos Marín y yo nos íbamos a casar»
La que fuera su mujer charla con ABC sobre la terrible pérdida del cantante de Il Divo en su tanatorio
Los ojos azules de Geraldine Larrosa están más tristes que nunca. Se aprecia en ellos el dolor acumulado tras la muerte de Carlos Marín, con el que compartió los mejores años de su vida. «Ha sido el amor de mi vida, el hombre más importante», nos dice. Una vida que se fundió a negro la mañana en la que, con un hilo de voz, el cantante le explicó que se encontraba mal y que tenía que ingresar de urgencia en un hospital de Mánchester: «Creía que lo iba a superar porque los médicos nos decían que sí, que estaba mejorando, pero la realidad fue muy distinta».
Gerarda, como le llaman cariñosamente sus más cercanos, apenas podía contener las lágrimas mientras hablaba con ABC. No dejaba de saludar a la gente que acudía al tanatorio de San Isidro donde este lunes se instaló la capilla ardiente para que admiradores, familiares y amigos pudiesen despedirse del cantante, que falleció el pasado 19 de diciembre por complicaciones derivadas del coronavirus. «Todavía no me lo creo, sé que está ahí metido en la caja, pero a veces pienso que está de gira y que pronto va a volver. Teníamos muchos proyectos en marcha, íbamos a cantar juntos, estábamos muy ilusionados», confiesa.
No solo seguían unidos en lo profesional. La suya había sido una separación temporal porque el amor que sentían era tan fuerte que parecía indestructible. A pesar de que ambos habían rehecho sus respectivas vidas, en los últimos habían retomado su relación sentimental hasta al punto de que, con inconsolable pesar, reconocía los planes truncados: «Íbamos a casarnos de nuevo. Estábamos muy a gusto juntos, viajábamos, nos entendíamos. Y ahora se ha ido haciendo mutis por el foro».
Altar lleno de recuerdos
En cumplimiento de la normativa para evitar la propagación del coronavirus, el féretro permaneció sellado durante todo el velorio. Tal y como Rosa Marín , hermana del artista, adelantó a ABC hace unos días, Carlos fue vestido con su traje de Armani favorito. Más de catorce coronas custodiaban los restos mortales, presididos por una fotografía de Carlos y los discos de Il Divo con los que consiguió conquistar a medio mundo. Una pequeña mesita auxiliar con una Virgen, una cruz, un vaso lleno de arena y otro con varias monedas componían la capilla ardiente con la que han querido simular el escenario de un teatro.
En una gran sala contigua sonaban sus grandes éxitos, que estaban acompañados por un vídeo en el que se reproducían algunas de sus imágenes más importantes. Varios ramos de rosas descansaban en una de las mesas en la que decenas de admiradores escribieron emotivas despedidas: «Te has ido siendo el mejor», «tu voz va a estar siempre en nuestros corazones», rezaban algunos de los comentarios. Sus compañeros de grupo no han podido acompañarles debido a las restricciones de movilidad.
Los restos mortales de Carlos Marín serán incinerados en la más estricta intimidad siguiendo el expreso deseo de la familia: «Ojalá me hubieran dejado disfrutar de él diez años más, por lo menos», se lamenta Geraldine al despedirse de este periódico.