Lo que se esconde tras la separación de Antonio David Flores y Olga Moreno
La revista 'Lecturas' anunció en portada la noticia y los protagonistas han optado por el silencio ante la polémica
Hacía tiempo que Antonio David Flores no se convertía, por cuestiones propias, en el protagonista del cuché. La noticia de su separación matrimonial de Olga Moreno , ganadora de la última edición de 'Supervivientes', ha despertado un interés que se encontraba adormilado o en barbecho. Se habla de engaño, doble vida o infidelidad sostenida en el tiempo para explicar que lo suyo con la madre de su hija Lola ha llegado a su fin.
Los protagonistas callan. Olga se contonea airosa ante las cámaras mientras los asfálticos lanzan preguntas con cierto despiporre. No hay respuestas. No puede, no quiere o no sabe qué contestar ante el batallón de cuestiones que se le plantean. Mira a uno y otro lado y, condescendiente, da las gracias por el interés . Ella, que sangró por la herida en Honduras, se muestra inalcanzable como una de esas estrellas hollywoodienses que solo hablan con Oprah y DeGeneres . Eso sí, su extrema y evidente delgadez parece coincidir, no obstante, con ese desgaste atronador del que hablan sus voceros oficiales.
Antonio David, por su parte, sigue empecinado en hacernos creer que, exorcistado, ahora viste sotana y que, provisto del hisopo, esparce bendiciones en cualquier parroquia de barrio . Parece habérsele olvidado que hace menos de un año levantaba las alfombras para monetizar el polvo. Resulta poco o nada creíble en su papel de afligido caballero que de noche visita comisarías y de día dice elabora estrategias con las que resarcir su mancillado honor. El silencio es absoluto . Ni siquiera habla, conversa o sienta cátedra ante esos que le sacan y meten de la hornacina como un santo incorrupto.
En este baile del desconcierto, Rocío Flores parece coreógrafa o ejemplo al que seguir . Es como si en esa guerra por el ego, hubiera decidido escoger el papel principal en este paripé que no es más que una provocación inacabable a los medios. Ella, que ahora es contertuliana del colorín, dibuja líneas rojas que nadie debe cruzar. Y, lo peor, es que hay quien decide no cruzarlas. Asombroso.
Noticias relacionadas