Concha Velasco, chica ye yé en una residencia de ancianos
Estamos ante una mujer eterna de la interpretación, que todo nos lo ha venido contando en directo
Lunes
Ha entrado Concha Velasco en una residencia de ancianos. Está en el centro de Madrid. La decisión es una decisión consensuada con los hijos, y la propia Concha avala que es lo mejor para ella . Está incluso contenta. De modo que no hay nada que decir. Salvo que, como somos un proyecto de enfermo, todos tenemos un futuro semejante al de Concha, más tarde o más temprano, con el ánimo cojo, el esqueleto al ralentí y un médico más a mano que un hijo. Concha Velasco reúne todos los premios, y aúpa, a los ochenta recumplidos, un monumento vivo de su oficio. Estamos ante una mujer eterna de la interpretación, que todo nos lo ha venido contando en directo, a escote abierto, desde el divorcio difícil a la enfermedad creciente, pero sin desabrocharse nunca del todo su elegancia de famosa que no figura a menudo en las olimpiadas del corte y confección, pero sí va fija en el coro corto de las españolas más queridas. Que es su sitio.
Martes
He visto a Pilar Rubio en una foto reciente, y resulta ya, de tan afinadamente guapa, como una hermana mal calculada de Kim Kardashian . Una y otra se hacen muchos selfies, donde parecen otra, pero son ellas mismas.
Miércoles
Karim Benzema es el fichaje pendiente que ya teníamos.
Jueves
Sara Montiel habría cumplido el jueves 94 años. Era eterna desde joven, pero esto nos dicta el calendario. Fue más actriz en vida que en el oficio. El arte de fumar puros se lo enseñó Ernest Hemingway , y ella le hacía huevos fritos a Marlon Brando . Hablamos de la época remota de Hollywood de Sara, cuando cobraba en «dólar USA», por decirlo a su manera vacilona y extranjerizante. Ha sido una ‘sioux’ de la Mancha, y en Los Ángeles no vio su sitio, aunque le dio tiempo a casarse con Anthony Mann . En un tiempo, nos convidaba a cuatro forajidos de diverso oficio, por su cumpleaños, y le ponía a la charla mucho idioma de mover lento las manos de abultada joyería. Tenía una cabeza de majestad , y cumplió varios matrimonios como un trámite previo a los divorcios, salvo con Pepe Tous , que fue el amor. La han imitado mucho los homosexuales, quizá porque a Sara no había mujer que la imitara. Le gustaba fardar de buenas piernas, aunque su escote era una escote de primer plano. Hizo carrera, o carrerón, y en el último tramo de su vida se la veía despistada, pasota o directamente desencantada de todo y de todos. Según el día. Pero no perdió nunca el oficio de la autoparodia. En las penúltimas temporadas públicas, le dio por casarse con un zagalón cubano, Tony Hernández , y aquello fue un show de las telerrosas. Yo mismo le di un ‘Premio Trola’, en un programa de tele, y se lo tomó agradecida, pero sin ánimo de enmienda. Se va una especie de Marilyn criada en un molino, Antonia , la que cobró bien en «dólares USA».
Viernes
Nuria Roca y Antonia San Juan han compuesto pareja de escena para subir al teatro la comedia ‘La gran depresión’, una pieza de Félix Sabroso , que se reestrena una década después, tras un sonoro éxito, en su día. La última versión la interpretaron en Buenos Aires dos figuras del oficio, Moria Casan y Nacha Guevara. Lo de Nuria y Antonia funciona ya fuerte, suelto, y con tirón, en el teatro Rialto, en Madrid. Nuria está completando una temporada de cuajado mérito, con programa propio en la Sexta, donde cumple de presentadora de varias batutas, cada domingo, barajando durante horas la información, y la entrevista, y la opinión y la amenidad. Luego, se quita el micro y se va al teatro. No sé yo de dónde va sacando el tiempo para todo, pero lo saca. Al teatro lleva esa solvencia efervescente que viene dando luz, o estilo, a cada una de sus cosas, y también lleva el atareamiento con sonrisa, y un caracter de vitamina, y una dorada belleza nunca descuidada del trabajo a fondo.
Antonia, en la comedia, es Manuela y Nuria es Marta , dos amigas que viven un encuentro tras años de distintas biografías intensas y algo gastadas. Es ese encuentro un memorable inventario de dos vidas ricas, pero contrarias, dos vidas que arden «como aisladas velas», según el diagnóstico de Borges . Entre el humor y la amargura, he aquí el retrato de lo de siempre, que siempre está por venir: la soledad, el amor, el fracaso, el porvenir y la memoria, la vida que pasa, en fin, la que no pasa.
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