Algunos capítulos que Esther Doña ha olvidado de su biografía en su debut literario

La viuda del marqués de Griñón compara su relación de seis años con un cuento de hadas

Pilar Vidal

Pilar Vidal

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Esther Doña , viuda del marqués de Griñón, que no marquesa viuda, condición que no existe salvo en determinados círculos sociales, sacaba al mercado esta semana el libro ‘La vida de un gran hombre a través de mis ojos’ (Ed Planeta) en el que desvela su mediático romance con el tristemente desaparecido Carlos Falcó , marqués de Griñón y grande de España. Ha sorprendido a muchos que no haya querido hacer una presentación pública de este homenaje literario, quizás para evitar tener que contestar a preguntas incómodas o para no encontrase con más de un desplante.

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El libro es fascinante desde el principio hasta el final. No podía haber elegido mejor título que ‘a través de sus ojos’ porque así es como ha vivido Esther este cuento de hadas que le duró seis años y que comenzó por accidente en una cata en un restaurante de Málaga propiedad de su primo. Una noche intensa, como la describe ella misma, en la que se fijó en Carlos Falcó para hacer negocio y montar un resort en el palacio de El Rincón, en Aldea del Fresno, a base de aceites y no para casarse. Aunque un párrafo más tarde reconoce que no le dio su teléfono móvil, para marcar ella los ritmos y no dejar tan claras sus intenciones. Unas armas de mujer que le duraron unas horas ya que al final de la noche le había dado el número. Y al día siguiente este ya le había escrito el primer mensaje y luego llegaron muchos más. Según Esther Doña, Carlos empezó a ganarle cuando le habló de sus hijos y metía la pata cuando se le iba la mano presumiendo de propiedades, de su status y le hacía sentir que podía comprarla. El romance epistolar vía WhatsApp al que ella solía responder con emoticonos porque reconoce no ser tan poeta, además de que él la dejaba sin palabras, dio paso a una vida en común que arrancó el 1 de enero de 2016 día en el que la pareja viajaría de Málaga, ciudad natal de ella, al palacio de El Rincón juntos. Allí cometió alguna que otra novatada como bajar a cenar en pijama y bata para horror de su pareja que le enseñó que una marquesa eso no lo hace y menos delante del servicio. Aunque Doña deja claro que ella en su vida pasada había viajado en avión privado y cenado con presidentes de grandes empresas y de Gobierno, por su exmarido, el mismo junto al que fue acusada de presuntos delitos de estafa procesal y denuncia falsa. Y por el que estuvo a punto de perder los dos pisos de lujo que le dejó. Aunque ese episodio judicial no lo relata y eso que a Carlos en su momento le preocupó mucho e incluso le ayudó a buscar otros abogados. Pero una cosa es el dinero, que ella conocía y otra, muy distinta, la aristocracia. Su familia dice que al principio no encajó bien el noviazgo y recuerda el consejo de su madre: «Hija, no sigas adelante con esto. No vas a ser su mujer, vas a ser su enfermera ». Pero luego, tras una invitación a comer en un hotel, le gustó hasta a su madre. Se sincera al hablar de cómo la han discriminado en algunos círculos sociales por no ser noble y por su juventud.

Noche en el calabozo

Afirma ser amiga de la prensa a pesar de que hayan aparecido noticias en los medios que no describen su relación con Carlos, de ahí que no les dedique ni una línea. Uno imagina que se refiere, por ejemplo, al episodio sucedido la madrugada del 24 de febrero de 2019 en el hotel Eurobuilding de Madrid cuando protagonizaron una acalorada discusión que terminó con Carlos Falcó durmiendo en comisaría y aunque ella no denunció, se actuó de oficio y le interpusieron una denuncia por presunto delito de violencia de género. Un episodio con final feliz, libre y sin cargos, quizás por eso Esther ha preferido obviarlo y narrar solo las cacerías al estilo Memorias de África que la hacían estar en una permanente luna de miel. Insiste mucho en hacer referencia a los hijos de Carlos; Xandra , Manuel , Tamara , Duarte y Aldara . De todos es sabido que la relación fue y es inexistente entre ellos por muchos adjetivos que quiera añadir a la narración.

Muy generosa ha sido al no recordar que cuando se abrió el testamento no le tocó nada. Ni siquiera el usufructo de El Rincón, gran parte del cual desde hacía años era propiedad de Manuel, el hijo de Carlos, afincado en Londres y que había rescatado económicamente a su padre en numerosas ocasiones como queda acreditado en los registros tanto empresariales como de la propiedad. Pero queda más bonito fabular diciendo que regresar a Majadahonda es un renacer. Y lo más curioso es que en una de las fotografías que comparte del álbum personal de la pareja, aparece el juez Santiago Pedraz junto a su exnovia Sylvia Córdoba en una comida con Esther, Carlos y otros amigos. Ha mandado borrar su cara y su nombre del pie de foto. Para qué tomarse tantas molestias, o acaso hay algo que ocultar, ahora que proclaman su amor a los cuatro vientos.

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