ruta por cádiz

Una ruta con la cabeza alta

Un paseo por las más singulares permite descubrir las distintas tipologías de un elemento constructivo exclusivo de la ciudad

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«¡Ciudad de torres, solitaria y bella!» a la que cantaba la escritora Carolina Coronado en su poesía 'A Cádiz', motivo de melancolía de José María Blanco White al pensar que «nunca más volvería a ver sus altos edificios blancos» en su precipitada marcha del país; las torres miradores de Cádiz siempre han constituido una seña identitaria de la ciudad. Un icono reconocido y admirado por el visitante y asumido hasta la aparente indiferencia por el oriundo de la ciudad. Pero mirar al cielo de Cádiz siempre depara sorpresas que no deben ser olvidadas. Máxime cuando la ciudad posee hoy 126 torres miradores, asociadas a palacios de comerciantes en las que servían para controlar la llegada de los barcos de mercancías, para ser vistas desde el mar y como espacio de recreo.

Tanto interés por mirar y ser vistos derivó en una tipología constructiva y con un fin prácticamente único en el mundo.

Para poder comprender el fenómeno patrimonial de las torres gaditanas (también presentes en menor número en Sanlúcar y El Puerto), es necesario atender a sus características. Los elementos más característicos de las torres descansan en su terminación o resolución de la salida a la terraza y en su decoración pictórica. En cuanto a lo primero, Juan Alonso De la Sierra plantea en su obra 'Las torres-miradores de Cádiz' una clasificación de cuatro tipos: de terraza (con salida directa a la terraza), de garita (que resuelve la salida con una garita rematada con una cúpula), de sillón (se sale a la terraza por una caja de escalera más amplia) y mixta (que combina la garita y la terraza).

Para comprender las torres y sus tipologías, una ruta es la mejor solución. Una serie de hitos por los palacios gaditanos de los comerciantes que poseen el singular remate en sus azoteas. Es el caso de la Torre Tavira, torre de terraza. Es la única que está abierta a visitas turísticas en la actualidad y forma parte de la casa de los Marqueses de Recaño. Las proporciones del edificio y de la propia torre, la convierten en la más alta de la ciudad. Su construcción está datada en el siglo XVIII y llegó a funcionar como torre vigía oficial del puerto de Cádiz. Se levanta en el ángulo izquierdo del edificio. Su planta es rectangular y se articula en dos cuerpos. El primero posee vanos de arcos geminados de medio punto separados por una columna. La rosca de los arcos va rodeada de una moldura y en la clave tiene una ménsula. El segundo cuerpo, dividido por una cornisa, es liso y con una decoración pictórica. En su interior, una cámara oscura permite contemplar el cielo de Cádiz.

En este recorrido imprescindible no puede quedar fuera la Bella Escondida, pese a que no puede contemplarse desde la calle, sino desde la Torre Tavira u otras azoteas. Es el ejemplar más singular y llamativo de las torres miradores de Cádiz. Esto se debe a su abigarrada decoración cerámica, donde el ladrillo se combina con la azulejería y los pigmentos que recuerdan a las torres mudéjares aragonesas. El perfil de la torre es de gran movimiento ya que va de la planta cuadrada del primer cuerpo al octogonal del último. Este primer cuerpo es más sencillo, casi con apariencia de banco y con él se salvan dos niveles de terrazas que tiene el edificio en el que se ubica. El segundo cuerpo presenta los mismos vanos pero la moldura se extiende y a cada lado va una pilastra toscana, con ángulos en las esquinas redondeados. El tercer cuerpo lleva vanos similares, en este caso se extiende tanto la clave como los salientes de las esquinas, con pilastras muy finas a cada lado de forma que simulan columnas enfrentadas.

Ahora bien, si usted tiene la suerte de alojarse en la única torre de tipología mixta que se conserva, la de José del Toro, 12 podrá contemplar a la Bella Escondida cada mañana. Hoy convertida en apartamento turístico, lo cierto es que la torre de José del Toro 12, tiene valores intrínsecos. Se caracteriza por ser una torre donde a un cuerpo que podría ser el típico de una torre de garita rematado por filete y cornisa con friso intermedio y pretil con metopas se añade otro cuerpo de menor planta, igual que en las torres de sillón adornado también con metopas. Sobre este cuerpo se añade la garita en uno de los extremos, con tambor octogonal y cubierta con una cupulilla de casquetes esféricos. Destaca por tener vanos abiertos lobulados que aún hoy conservan los tapones de madera a modo de ventanucos. La decoración, solo se conserva en zonas del friso que enmarcan el filete y la cornisa del segundo cuerpo y el pretil que va sobre ellos, a base de pintura roja y motivos geométricos.

Sí son visibles desde la calle (de hecho su bella armonía fue concebida para eso), la casa de las Cuatro Torres. Son cuatro torres pertenecientes a cuatro edificios diferentes que forman un conjunto unitario de cuatro fachadas en cuyas esquinas se sitúan. Tienen planta cuadrada y se elevan dos pisos, uniéndose a la fachada por muertes mixtilíneos con pináculos. Los pisos forman un solo cuerpo recorrido por pilastras pareadas. El tambor octogonal se remata por filete y cornisa, conservando el pináculo. Tiene además decoración a base de pintura roja en torno a las ventanas, simulando marcos de lacería. Del mismo tipo, son los dibujos del friso y los muretes. Las pilastras, pretiles y garitas la llevan de tipo geométrico, simulando elementos arquitectónicos.

Y eso, solo por citar las más llamativas. Aunque hay 120 ejemplos más. Por eso, lo mejor será también dejarse llevar y perderse por la ciudad con la cabeza bien alta y la vista perdida en el cielo.

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