Nuevos talentos

Adrián Figueroa, chef de Omakase: «Me hice 'sushiman' por culpa de un cómic manga»

Este joven vigués experto en maduraciones de pescado despunta en la plaza de María Pita de Coruña, con técnica y mañas de maestro japonés

Adrián Figueroa, 'itamae' de Omakase, en la plaza de María Pita de La Coruña ABC
Adrián Delgado

Esta funcionalidad es sólo para registrados

A Adrián Figueroa (Vigo. 1992) se le han hecho las manos al vinagre de arroz. Ya apenas le afecta después de haber dado forma a miles de ‘ nigiris ’ con ellas, con un gesto mecánico que emboba al comensal sentado en su barra. «Al principio se quedaban como cocidas del calor y el ácido», explica al frente de Omakase , en plena plaza de María Pita de La Coruña. Allí defiende su propuesta este joven ‘ itamae ’ –maestro de cocina japonesa – que, aburrido de los ritmos de la restauración convencional, encontró la vocación nipona leyendo.

«Me hice ‘sushiman’ por culpa de un cómic manga », dice mientras se sientan los ocho comensales que acceden cada servicio a su barra, con un trato directo y todo a la vista. «Omakase en japonés significa dejarse llevar», añade con una teatralidad que replica la singular gestualidad nipona en este espacio del grupo gallego Amicalia, con espacios también en la capital.

Cámara de maduración de pescados diseñada por el propio 'itamae' Adrián Figueroa para Omakase ABC

A su espalda, el chef ‘ otaku ’ –que ha pasado por Purosushi, en Vigo, o la Tunateca de Barcelona– tiene una cámara de maduración de pescado diseñada por él mismo que encierra el tesón del chef. «El tema de las maduraciones lo he ido perfeccionando yo solo. Nadie me ha enseñado. Tenemos los pescados entre una semana y 40 días», explica en las pocas palabras que enuncia tras la barra, muy concentrado. «Aunque aquí se ha puesto de moda en los últimos años –explica–, en Japón se practica desde hace milenios y con ella se logra ablandar la textura –por la rotura de los colágenos, que se van fundiendo– y que emerja el umami», ese quinto sabor que en Omakase consiguen sin añadir azúcar ni glutamato al arroz gracias a la transformación de las sales del pescado en azúcares naturales.

El ritmo es diferente y el comensal tiene que adaptarse a los tiempos de cada bocado. «Al fin y al cabo eso significa ‘omakase’: dejarse llevar», matiza. Para seguir esa danza de cocina –que adapta al gusto del comensal–, Figueroa tiene un compañero que pone la parte líquida: Andrés Gundín . El sumiller maneja 200 referencias, la mayoría gallegas y con una nutrida selección de sake y jereces.

Algunos de los 'nigiris' que Adrián Figueroa elabora ante el comensal que se sienta a la barra de Omakase, en La Coruña

Adrián y Andrés trabajan en un escenario con pretendidos contrastes: técnicas cien por cien niponas –’shocks’ térmicos de calor y de frío para potenciar sabores, eliminar grasas y pulir matices, o marinados tradicionales– con una despensa local. Mariscos, pulpo, calamar, palometa, jurel, caballa, sardina, mero o dentón maduran junto con piezas selectas de atún rojo –en este caso, de Cádiz–. De él, trabaja cortes exclusivos como el ‘ tempa ’ –la parte más magra– o el ‘ kamatoro ’ –en el cuello, con una parte marmoleada de grasa que recuerda a la carne de ‘kobe’–. Como curiosidad, usa wasabi fresco que trae desde el Montseny, una de las pocas plantaciones de este rábano fuera de Japón.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación