Feria de Abril 2018: Los mosquitos también bailan
La víspera del festivo desbordó el real, donde la subida de temperaturas atrajo a una plaga de mosquitos que atacó todos los trajes claros
Que se vaya la luz en la caseta de Endesa es justicia poética. Ese apagón de la madrugada de ayer fue la mejor respuesta a la reivindicación que estaba haciendo uno de los muchachos de la caseta de la Pecera. «Toda la feria está ocupada por los señoritos, oligarcas y burgueses… ¿Toda? ¡No! Una caseta poblada por irreductibles comunistas resiste todavía y siempre al invasor». Qué despiste más grande tienen algunos. No saben ni pasárselo bien. Y no se han enterado de que a la Feria van los políticos, pero no va la política. Porque el real no da privilegios. Si al que suministra la luz se le va la luz, al rico se le va la riqueza y al pobre la pobreza. En el número 132 de Joselito el Gallo, caseta de gente currante, ponen el café en catavino. ¿Eso es de burgueses? Eso es de categoría . Es como la chaqueta beige, que ha nacido para esto. Durante esta semana hasta las ideas son efímeras. Igual que se monta una ciudad paralela para un rato, se compran chaquetas de mil rayas y trajes de flamenca para un día o se piden créditos para un fin de semana, se emiten opiniones que caducan antes de salir de la boca.
—Este año se ve que está la cosa mejor, ¿no?
—¿Tú viniste anoche?
—No, ¿por qué?
—La noche se ha ido a tomar por… ahí. Esto es una gran discoteca.
En cuanto se va la luz, se va también la Feria. Tablada era en la madrugada del martes un vasto mingitorio. Cuando se van los caballos, entran los animales. Dios mío, qué pestazo había en algunos rincones. Pura oligarquía . Bendito sea el zotal, que todo se lo come, lo blando y lo duro, lo blanco y lo negro. Ha llegado la hora de darle al zotal el homenaje que se merece. ¿Qué sería de nuestras vidas sin él? Ayer a primera hora de la tarde olía a desinfectante muy por encima de nuestras posibilidades. Pero el vapor del aguarrás se fue diluyendo como el vacío. La víspera del festivo amenazaba con una bulla gorda. Y se cumplió el barrunto. En la caseta del Ejército de Tierra, que se llama «El Tronquito», abrieron antes que nadie. El despliegue de la Fuerza Terrestre siempre es tempranero. Y el de la fuerza de la manzanilla es tardío. Que se lo digan a una señora que se ha inventado un baile que va a cambiar la historia del folclore sevillano. Calle Juan Belmonte. El grupito se arranca por rumbas. Se hace un corro alrededor de una mujer que lleva un traje de lunares verdes. De repente, se levanta los volantes y se coloca bien dos rodilleras. Esto es real. Palabrita. Se hinca en las tablas y comienza a interpretar una coreografía en la que la bailaora incluye la croqueta playera, una vuelta de campana para atrás con exhibición de carnes púdicas y un movimiento de aletas con los brazos tumbada por completo en el suelo. Antiguamente se podían hacer estas cosas y sólo se enteraban tus amigos. Ahora, con los móviles, te ven también tus enemigos. Pero he ahí otra demostración de que la Feria es para todos. Sin excepciones. Y de que el zotal se lleva por delante hasta la memoria. «Anoche con la papa me caí de la moto, pero la suerte que tengo es que no me acuerdo», le contaba un enchaquetado a un amigo en Pascual Márquez rememorando su olvido. «¿Y entonces cómo lo sabes?», le preguntó el otro. «Porque me duele todo y la moto está hecha polvo». A lo mejor eso es lo que le ha pasado también a Chaves. Al hombre le han puesto el juicio de los ERE en la Feria y lógicamente no se acuerda de nada. Aunque Andalucía se levanta todos los días con dolor de huesos y el motor no le arranca. Pero ese es otro tema. Ahora estamos en lo que estamos. Estamos en la chaqueta beige, que ayer salió del armario para disfrute de los mosquitos. Las mujeres con trajes claros se daban manotazos para espantar la plaga. Los hombres se bebían los que flotaban en la manzanilla. Los había por todas partes, en las casetas privadas y en las públicas. ¿Los mosquitos son burgueses?
El martes se puso hasta la bola porque hoy es fiesta y Sevilla se desborda en las vísperas. Y en estas circunstancias la ciudad podrá ser de hamburguesa de la Calle del Infierno , pero jamás burguesa. Por eso en la marabunta tragaba insectos en una coyuntura muy distinta a la que le contó el maestro Luis Carlos Peris a un amigo en la recepción de Cajasol, donde el que no esté invitado no es nadie. «Recuerdo una vez que fui a una caseta en la que daban sólo Vega Sicilia y caviar. A la media hora, le pregunté a Manolo Mairena , que estaba a mi lado: Manolo, ¿esto es normal? Y me dijo: Yo no sé si es normal, pero llevo aquí desde las dos y tengo en la barriga cuatro millones de pesetas». Oooole. Hacía tela de calor y en el estómago había muchos litros de líquido. Hasta que se fue apagando la luz. Y a oscuras, como en la caseta de Endesa, todo cayó en el olvido. Lo único que queda de ayer es el torterón que le ha dejado el mosquito o la solladura de la rodilla. Si se está rascando o le duelen las piernas, usted estuvo ayer en la Feria. Haga memoria.
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