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Fiebre y niños. ¿Con qué temperatura debemos preocuparnos?
La subida de temperatura es una reacción natural del organismo necesaria ante algún tipo de infección. Y suele preocupar mucho a los padres. ¿Qué debemos tener en cuenta si mi hijo tiene fiebre?
La fiebre es un motivo de angustia y preocupación ante los padres. Pero ¿es siempre motivo de alarma? La profesora de Enfermería Infantil en el Grado de Enfermería de la Universidad Cardenal Herrera CEU centro de Elche Marina Leal Clavel, nos tranquiliza y comenta: “Hay que tener en cuenta que la fiebre es la respuesta defensiva de nuestro cuerpo para dificultar el crecimiento de los gérmenes que nos atacan y que les resulte más complicado crecer. También la fiebre es la responsable de la activación de todo el sistema de respuesta inmunológica del cuerpo, es decir, la fiebre es un arma más ante la infección. La fiebre puede ser la respuesta a una infección o a una inflamación. Eso explica fiebres en otras enfermedades que no son infecciosas”.
Pero ¿cuándo debemos empezar a preocuparnos ante una subida de temperatura? Lo primero que debemos saber es qué entendemos por fiebre: “Las cifras son iguales para adultos que para niños. Consideramos fiebre a partir de 38ºC, independientemente de la edad y de la patología o de si aparecen complicaciones”, cuenta Marina Leal Clavel.
Cuando la temperatura se eleva, continúa la especialista, “dependiendo de cada niño y del proceso infeccioso causante, puede sentir cansancio, dolor de cabeza, mucho calor, sueño y sed. Es en esta fase cuando está aconsejado aplicar los antitérmicos. Los más utilizados son el paracetamol y el ibuprofeno, estando contraindicada la aspirina (AAS) en cualquier edad. Tras media hora de darle el jarabe, podemos ayudar al fármaco con los medios físicos de refresco: desabrigarlo sin desnudarlo del todo, si le apetece puede darse un baño cortito de agua no muy caliente (nunca fría), puede bastar con que juegue un rato corto en el agua mientras aprovechamos para observarle la piel y otros signos. Les suele apetecer beber líquidos, se los ofreceremos azucarados y frescos, y evitaremos a toda costa, si es invierno, que el ambiente de la habitación sea caldeado. No olvidemos que para el niño es muy importante jugar todo el tiempo posible, y aunque estén malitos, ellos necesitan distracción y juego. Además esto ayudará a que pase antes y mejor”.
No obsesionarnos con “que le baje la fiebre”
En numerosas ocasiones, con la ingesta de analgésicos conseguimos que nuestro hijo se encuentre mucho mejor. Es entonces cuando no debemos de obsesionarnos con que le disminuya la temperatura: “Los antipiréticos que usamos tienen doble efecto: bajar la temperatura y mejorar el dolor y malestar. Es por eso que los usamos, para dar comodidad al niño, no sólo para bajar la fiebre. Los antitérmicos suelen conseguir disminuir la temperatura corporal entre 1 y 1,5º C en su máximo efecto, por lo que en fiebres altas los resultados esperables puede que no sea conseguir la temperatura normal de forma rápida, y como hemos explicado lo importante es que el niño se encentre mejor. Es por ello que debemos dar los antitérmicos y cuando éstos han empezado a hacer su efecto media hora después, debemos ayudar con los medios físicos de refresco mencionados antes”, nos cuenta la experta.
Es más habitual que la fiebre alta aparezca en invierno, como nos explica Marina Leal Clavel: “Lógicamente en aquella en la que están más expuestos a gérmenes. El otoño-invierno es la época de más incidencia, que es cuando pasamos más tiempo en habitaciones no ventiladas y con el frío coincide la llegada de las pandemias de virus respiratorios y gastrointestinales para la edad infantil. Es por ello que los dos primeros años de vida, y más si van a una escuela infantil, son los más afectados por fiebre. Hasta los 3 años de edad son muy frecuentes los procesos virales en los niños, mientras hacen maduro su sistema inmune y el recuerdo inmunológico, que les ayuda a combatir las enfermedades en la edad adulta. “ No obstante, en primavera y verano los cuadros febriles suelen deberse a virus sobre todo intestinales.
Según nos explica la Profesora Marina, “Entre los 3 y 36 meses de edad la media de episodios febriles es de 3 a 6 al año. Lo importante no es el número, a parte de las molestias para el niño y para la conciliación de los padres, lo importante es que cada episodio de fiebre se explique con un foco o causa. Algo a tener en cuenta de lo que nos dice la evidencia científica, es que los niños alimentados con leche materna exclusiva 6 meses y durante dos años o más con otros alimentos, tienen menos episodios infecciosos y los que tienen son menos graves. Por otro lado depende del nivel de exposición al nacer, si hay hermanitos en casa o si están en contacto cercano con más niños, puede influir en aumentar esta frecuencia. Siempre debemos aplicar las medidas de higiene, tanto de manos como al toser, que tanto hemos practicado durante la pandemia”.
Qué debo hacer si mi hijo tiene fiebre
Lo cierto es que, aunque las altas temperaturas ambientales puedan hacer que los niños con fiebre estén más molestos, los cuidados que debemos seguir con nuestros pequeños para tratarla son los mismos tanto en invierno como en verano, apunta nuestra experta. Y estos cuidados son:
—Daremos los antitérmicos si vemos al niño agobiado o con dolor. No debemos alternar distintos tipos de antitérmicos.
—Tampoco debemos usar friegas de alcohol o paños húmedos, tampoco baños fríos o corrientes de aire. El reposo y actividades tranquilas es lo mejor.
—No debemos llevarlos al cole hasta que no detectemos el foco, y debemos seguir las instrucciones de los profesionales de enfermería y pediatría de la consulta del Niño Sano.
—No olvidemos lo más importante: hablar con ellos y aclarar sus dudas. Si nos ven asustados por la fiebre, ellos también se asustan. Hay que dejar que expresen sus miedos y aclarar sus dudas con naturalidad, más si cabe en esta época postpandémica, en la que la fiebre y estar malito se ha asociado a gravedad, y pueden asustarse sin motivo.
—En la época que están malitos evitemos el abuso de las pantallas (tabletas y móviles). Cuando no lo están también, claro está. Tiempos prolongados de las pantallas, aparte de ser un mal hábito de juego, pueden agravar el dolor de cabeza y la irritabilidad. Son días de descanso y ocio extra que hay que intentar organizar. Según la Academia Americana de Pediatría , el «screen time» o tiempo limitado de pantallas en niños es el siguiente:
0 – 2 años: Nada de pantallas
2 – 5 años: Entre media y una hora al día
7 – 12 años: una hora con un adulto delante. Nunca en horas de comidas
12 – 15 años: Una hora y media.
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