Los errores más comunes de los padres cuando enseñan a sus hijos a comer
Según una experta, los niños deben disfrutar del acto de comer, «no tienen que verlo como una imposición ni como una obligación porque entonces se les hará cuesta arriba»
«Los padres que dan lo primero que pillan de la nevera a sus hijos, cometen un grave error»
La buena alimentación es un asunto que interesa a los padres desde que sus hijos son bien pequeños. Sin embargo, en ocasiones no es tarea fácil y, por ello, Eva Estalella , Brand Leader de Beeloom , apuesta por que los progenitores no se compliquen en este asunto y enseñen a sus hijos a comer jugando. Esta experta asegura que resulta muy positivo que los niños manipulen los alimentos y que se los lleven a la boca cuando les apetezca puesto que no solo desarrolla su coordinación motora y su sentido del gusto, sino que también les permite explorar el resto de sentidos a través de las texturas, los colores, los olores, incluso el sonido que puedan hacer al comerlos… o al tirarlos al suelo. «Los niños aprenden a través del juego, de la exploración, y hay que darles cancha sin miedo a que se manchen o se ensucien. Forma parte de la diversión».
¿Por qué es adecuado usar el juego?
Tienen que disfrutar del acto de comer. No tienen que verlo como una imposición ni como una obligación porque entonces se les hará cuesta arriba: si lo perciben como un juego, lo van a relacionar con algo positivo.
¿A partir de qué edad es esta fórmula fructífera?
Se recomienda empezar desde el momento en el que inician la alimentación complementaria, a partir de los 6 meses. Lo mejor es ampliar el baby-led weaning, o alimentación complementaria a demanda; es decir, dejar a su alcance la comida y que ellos decidan qué se llevan a la boca, cuándo, en qué medida…
¿Qué tipo de juegos son los más convenientes?
Además de dejarles manipular la comida y juguetear con ella, se pueden introducir juegos como adivinar qué alimento es con los ojos cerrados, aprender nuevas palabras o a contar, observar qué tipo de alimentos escoge el niño… Cuando se hacen un poco más mayores, juegan un papel fundamental las torres de aprendizaje, ya que les permite estar a la altura de los adultos y participar activamente en actividades como la cocina, que es cuando podemos empezar a enseñarles a través de la observación y la imitación. Para reforzar eso, es recomendable usar juguetes de imitación de cocina o comida: así no solo aprenden a diferenciar los alimentos de forma divertida, sino también aplicar lo que nos han visto hacer a través del juego.
¿Qué rol desarrollan los padres en este cometido?
Como en todo proceso de aprendizaje infantil, los padres tienen que acompañar al bebé o niño para que experimente, para que aprenda… Y eso significa darles ejemplo comiendo delante de ellos y probando alimentos porque la imitación es parte esencial del proceso. Por supuesto, también deben estar pendientes de que el niño no sufra ningún peligro, pero, sobre todo, hay que quitarse la idea de no dejar que se manchen, que no ensucien ni tiren nada. No pasa nada, son niños, y es su forma de aprender a relacionarse con el mundo.
¿Cuáles son los errores más comunes que cometen los padres al enseñarles a comer?
Sin duda, el miedo a que se manchen o ensucien. Un bebé no necesita aprender etiqueta ni modales, ya tendrá tiempo cuando sea más mayor. Frente al miedo de que no entiendan el equilibrio entre jugar y comer, que manipulen los alimentos pero no se los lleven a la boca, lo que hay que hacer, es servir como ejemplo. Es decir, comer delante de ellos, y así transmitirles que, aunque se lo pasen bien experimentando, comer es necesario “para completar el juego”.
¿Cuánto tiempo se tarda en que el niño aprenda a comer sin necesidad de utilizar el recurso del juego?
No hay un tiempo concreto. Cada niño es un mundo, y cada uno necesita un proceso de aprendizaje diferente. En general, hay que tener paciencia y confiar en algo que nos cuesta mucho a los adultos: la evolución natural de los pequeños. Las etapas pasan de forma natural, se integra lo aprendido, y no hay que tener prisa ni querer forzarlo.
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