Coronavirus

Esto es lo que debes hacer para mantener la epidemia bajo control en casa

Tres mujeres comparten sus consejos, trucos y remedios al convertirse en cuidadores de sus familiares contagiados

Una familia limpia su balcón MARTIN BERNETTI / AFP

EFE

Con miles de enfermos pasando su coronavirus encerrados en casa y al margen de las estadísticas oficiales, los cuidadores familiares han tenido que ponerse a la vanguardia en la lucha contra el virus armados de lejía, paracetamol y sentido común . Tres mujeres nos comparten sus consejos, trucos y remedios para mantener la epidemia bajo control en casa.

Cuidadoras familiares hay de todo tipo: desde quien se lo ha tomado como una guerra personal contra el virus y siguen a rajatabla todas las indicaciones, hasta las que están casi desbordadas por el teletrabajo, los niños y los enfermos y mal que bien van dando la batalla diaria.

Pero todas tiene dos cosas en común: la lejía como arma preferida y la convicción de que todos en casa se han contagiado; unos con síntomas, otros sin ellos, pero todos contagiados.

Concha, que teletrabaja en el departamento de Recursos Humanos de una empresa de comunicación, es «súper previsora y precavida», reconoce.

Mucha lejía y estropajos

En cuanto vio lo que ocurría en Italia se puso en marcha pese a las risas de su familia: compró un congelador y lo llenó de comida; compró paracetamol, guantes, mascarillas y lejía y estropajos «como si fuera el fin del mundo», explica orgullosa.

Ahora lleva tres semanas con su marido enfermo y encerrado en un cuarto: «Muchos líquidos, mucho paracetamol y poco más», detalla.

Su rutina de limpieza y cuidados es estricta: las comidas, que le sirve en platos y cubiertos diferentes a los del resto de la familia, se las deja en una bandeja a la puerta de la habitación y, para recogerlos, se arma de mascarilla y guantes que no se quita hasta que ha acabado de desinfectarlos en un cacharro con agua muy caliente y lejía.

«Hay que tener mucho cuidado al quitarse la mascarilla y los guantes, sin llegar a tocarlos en ningún momento», dice Concha, que tiene aún más cuidado para que la mascarilla «que está contagiada seguro» no le toque ninguna parte de la cara o las manos.

Es su última mascarilla y la trata con mimo y desinfecta pulverizando con alcohol . De paso, aprovecha para pulverizar el pasillo «por si se hubiera escapado algún virus al abrir y cerrar la puerta».

Lidiar con la ropa sucia es más complicado : su marido la mete toda en una bolsa de plástico que cierra cuidadosamente y que Concha vacía directamente en la lavadora «con muchísimo cuidado y pulverizando todo con bien de alcohol». Se lava aparte de la ropa del resto de la familia y todo a 90 grados, subraya.

La bolsa, que manipula con guantes y mascarilla, recibe otra rociada de agua con lejía antes de ir a la basura.

Pese a todos sus cuidados y sus precauciones, Concha está «totalmente segura» de que está contagiada pero sin síntomas: «es materialmente imposible que en esta casa no estemos todos contagiados. Imposible», asegura.

También Aldara está convencida de que es «PANDI», portador asintomático no diagnosticado, «es imposible que no me haya contagiado», asegura.

Esta profesional de una empresa del sector financiero lleva tres semanas teletrabajando y cuidando de su marido, Jaime, que está curando «a base de paracetamol y nolotil» y revisando diariamente el nivel de oxígeno en sangre.

Aldara, que al principio de la crisis compró un pulsioximetro en la farmacia, asegura que el nivel de oxígeno en sangre es «importantísimo, mucho más que la fiebre; la fiebre se pasa, pero si el nivel de saturación baja hay que salir corriendo al hospital».

Reconoce que toma precauciones, pero «sin pasarse»: la ropa de su marido se lava aparte, pero la recoge ella armada solo con guantes y mascarilla; el cuarto y cuarto de baño lo «friega muchísimo» con agua y lejía ; «no se para qué, porque ahí solo está él con sus virus, pero me da confort mental fregar todo bien con mucha lejía», reconoce.

A lo que sí le presta especial atención es a la bandeja de la comida : «todo lo que sale de su cuarto lo friego con mucho cuidado y mucha lejía, y todo lo que sobra va a la basura, que no es cuestión de contagiarse por un poquito de mermelada».

Sentido común

Otra que también está cuidando a su marido es Marta, ejecutiva de una empresa de derivados del petróleo, que está trabajando desde casa donde convive con sus cuatro hijos y dos enfermos: Quique su marido al que casi no ve desde «hace ya casi un mes, cuando se cogió lo que parecía un gripazo en una convención» y una chica interna, que también se ha contagiado.

«Aqui debemos estar todos contagiados, pero gracias a Dios solo dos con síntomas», dice antes de explicar que ella se tomó un antigripal como prevención cuando su marido empezó a tener fiebre y que uno de sus hijos amaneció un día diciendo que no quería comer, que se sentía mal: «le chuté un gelocatil y de vuelta para la cama; al día siguiente estaba nuevo».

Marta explica que, al igual que todas las demás, sus métodos y remedios « son todo improvisados; con un poco de sentido común y mucho cuidado vamos saliendo de esta «.

Así, en su casa, la ropa y los platos y cubiertos de todos van todos juntos a la lavadora o al friegaplatos: « bien de jabón, agua caliente y andando «. La limpieza de la casa la hace con » bien de lejía y bien de estropajo, no he fregado más ni más fuerte en toda mi vida «, dice resignada al »día de la marmota« al que le ha condenado el coronavirus.

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