¿Puede el sexo solucionar la falta de comunicación en la pareja?
Alfred Sonnenfeld, autor de «Armonía. La sorprendente comunicación en la pareja», analiza cómo se puede mejorar la comunicación en las parejas
Alfred Sonnenfeld, doctor en Medicina y Teología, confiesa que llevaba tiempo recibiendo a madres muy preocupadas porque sus hijos, después de tan solo uno o dos años de convivencia en pareja, decidían separarse. «¿Pero qué les pasa?, ¿en qué están fallando?, ¿por qué no encuentran la felicidad en su relación?», le preguntaban con gran desazón. «Comencé a investigar las posibles causas y me di cuenta de que entre las parejas hay actualmente una gran deficiencia de empatía, de valores antropológicos y neurobiológicos y, sobre todo, falta de comunicación. Este es el germen de mi último libro: "Armonía. La sorprendente comunicación en la pareja"».
¿Por qué se refiere a la «sorprendente» comunicación? ¿Por anecdótica? ¿Es realmente tan sumamente limitada en las parejas?
Efectivamente, la comunicación es deficiente. Estar en pareja supone transmitir los estados de ánimo de cada uno, entrar en sintonía de corazones, y hoy se ha convertido en un verdadero reto. Amar es dialogar, comunicarse con el otro para darse a conocer, conocerse a sí mismo y descubrirlo a él, sintonizar nuestros corazones, compartir la misma onda. Por eso el diálogo es tan importante y ha de ser recíproco.
¿Por qué escasea tanto en las parejas?
Falta comunicación porque no hay verdadero amor entre emisor y receptor. Se buscan el uno al otro, pero no con el corazón dispuesto a entregarse, sino a ver qué puedo conseguir de la otra persona. Existe actualmente un gran egoísmo y nos comunicamos con el otro según lo que nos pueda aportar, pero no pensando en hacerle feliz y, por tanto, serlo yo también.
Estamos perdiendo la esencia porque el ser humano es relacional por naturaleza, no está hecho para vivir solo en sí mismo, necesita al otro para completarse. La presencia del «tú» permite al «yo» desarrollarse.
Actualmente es muy habitual recurrir a razones externas como causantes de la crisis de pareja: el exceso de trabajo, el cansancio, la falta de tiempo... Hay numerosos motivos que pueden influir, pero todos ellos se pueden afrontar de forma distinta y es algo que depende de cada miembro de la pareja. Es necesario profundizar para saber si esas razones externas son la verdadera causa de que la relación no funcione o si, en realidad, son una mera excusa y hay algo más esencial y personal, algo que tiene que ver con nosotros y debemos cambiar.
¿Cómo se puede fomentar el diálogo?
En primer lugar, frenando el uso de móviles y nuevas tecnologías porque dependemos demasiado de ellas. Se está produciendo lo que se conoce como «phubbing», el acto de ignorar a la persona que tienes al lado por mirar el móvil. Es un menosprecio total. Hay que ser responsables con su uso y también ser conscientes de los riesgos que supone su abuso porque cada día somos nosotros los que tomamos las decisiones de lo que hacemos y, por tanto, de las consecuencias.
También es necesario saber escuchar, tener verdadero interés en la persona que me está contando algo y, al mismo tiempo, respetar su dignidad.
¿Están en lo cierto los que opinan que la comunicación debe fluir de forma espontánea en la pareja?
Los dos deben hacer un esfuerzo, no siempre surge de forma espontánea. No hay que olvidar que todo lo que merece la pena tiene un precio; la felicidad en pareja también lo tiene. El problema es que las partes no quieren pagarlo; desean una solución sin concesiones, sin cambios por su parte. No es un escenario realista. La falta de aceptación de la realidad la percibimos las dos partes. Por naturaleza, la mujer, salvo excepciones, se compromete más y es más empática, mientras que el hombre suele ser más primario y se muestra más desorientado en este aspecto.
La solución está en el autogobierno, en la capacidad de conducirse a sí mismo. Se trata de un concepto estudiado por expertos en neurología, como Joachim Bauer, que lo contempla como la raíz de la serenidad y la buena comunicación. El autogobierno nos permite escuchar con mayor precisión y quien sabe escuchar puede comprender mejor al otro. En muchas ocasiones es mucho mejor tener tiempo, escuchar atentamente al interlocutor y, más tarde, darle una respuesta bien pensada. La pareja se sentirá mejor, comprendida y ganará en confianza.
¿Por qué hay personas que no hablan y esperan que su pareja adivine lo que le ocurre?
Es cierto que sucede y es un gran error. Si te sientes mal o tienes ganas de que tu pareja valore algo que te ha ocurrido, ¡no lo silencies esperando que el otro lo averigüe! ¡Díselo, coméntaselo, hazle partícipe y no pierdas tiempo en hacer gestos o en forzar la comunicación no verbal!
Sería sencillo expresar con palabras lo que uno quiere y lograr que nuestros deseos —lo que esperamos de los demás—coincidan con lo que decimos literalmente... Pero muchas veces hablamos con dobles intenciones, escondemos tras las palabras sentidos distintos, incluso confusos, Somos insensibles, severos y adustos..., y desvirtuamos de este modo la comunicación.
Cuando las relaciones se complican de esta manera, puede ocurrir que uno de los miembros de la pareja espere que el otro descubra lo que le ocurre sin expresarlo con palabras, y suponga en su pareja una especie de ciencia infusa que le haga adivinar lo que siente. Piensa: «si de verdad me ama debe saber lo que me ocurre aunque no se lo diga...». Es un gravísimo error.
Las razones que explican que no dialoguemos son diversas: a veces se piensa que no hace falta hablar —«ya me conoce y sabe lo que quiero y lo hará como yo quiero»—; otras, existe temor a la discrepancia —cuando uno teme la reacción del otro y se siente inseguro—; y, en ocasiones, se piensa que el cariño lo puede todo y que si no se cumplen las expectativas, el afecto será suficiente para superar toda dificultad.
Esta ocultación y ese deseo de que el otro sepa lo que preciso son muy dañinos en una relación de pareja, además de una señal de que no existe confianza.
Lo ideal es mostrar los sentimientos y necesidades con palabras sencillas y claras. Eso sí, expresarse de esta manera requiere de un acto de humildad y este es el auténtico reto del amor, del amor verdadero.
¿Puede el sexo favorecer una solución a los problemas de comunicación en la pareja?
Puede ser una solución momentánea, pero no es sostenible. Si solo se atienden cuestiones sexuales a la larga llega el aburrimiento por lo que no pueden suplir la falta de comunicación. Es importante que la pareja esté sexualmente bien centrada y cubierta, pero no es la solución para este problema en la pareja.
¿Cuál es el secreto de las relaciones de pareja que duran toda la vida?
Que se enamoran todos los días. El amor no se puede meter en conserva porque se pudre. No, no se ama de una vez para siempre; amar cada día es lo que lo mantiene vivo. Y esto se consigue porque se quiere al otro en su totalidad, no en aspectos parciales o sectoriales (que sea un buen empresario, arquitecto, un buen padre...). Cada persona tiene muchas facetas y hay que atenderlas todas en su conjunto.
Hacer todo por amor, esa es la motivación permanente del verdadero amante, que sabe hacer todo con efusividad, del mejor modo posible. Y lo logra porque su amor surge de la persona entera, no persigue tan solo una meta, sino el bien mismo de quien ama y de la persona amada.
Es evidente que no vamos a encontrar a la persona perfecta, la mejor, aquella con la que siempre habríamos soñado, con quien seríamos un día y otro felices, pero sí a aquella que es suficientemente buena — good enough —. Y esto ya es un gran logro.
Todos tenemos nuestras rarezas, nuestras neuras y traumas; tenerlo en cuenta facilita la convivencia. No es de recibo pensar que convivir con el otro es siempre fácil, si acaso puede ocurrir por etapas o durante cierto tiempo. De esto apenas se habla. Lo que está claro es que el amor verdadero es capaz de superar en numerosas ocasiones las crisis de parejas. Es preciso que ambos se conozcan, en especial los defectos y la manera de superarlos.
¿Qué le diría a aquellos que buscan su «media naranja»?
Les diría que es un mito. Platón y Aristófenes ya decían que la media naranja fue un castigo divino en el que los seres humanos fueron divididos en dos. A partir de ese momento, cada cual debía buscar su otra mitad y fusionarse con ella para alcanzar la perfección. Lo destacable es que la propia esencia del mito es equívoca, puesto que la perfección no se lleva a cabo mediante la fusión, sino complementándose. Si dos personas se fusionan pierden su esencia. La unión fructífera se da entre dos personas completas que se aman y se respetan profundamente y logran, de este modo, una relación estable.
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