Familias
«Los jóvenes tienen hoy menos relaciones sexuales que nuestros abuelos»
La psicóloga Pía Battaglia apunta que el fácil acceso a la pornografía está modificando la forma de concebir el sexo y la sexualidad
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Pía Battaglia es psicóloga y sexóloga, especializada y certificada en tres tipos de coach: sexual, ontológico y espiritual. Acaba de publicar «El libro de las afirmaciones sexontológicas» que, tal y como ella misma asegura, «no es una guía de autoayuda», sino un libro de orientación en positivo, puesto que «el poder de la palabra determina nuestro presente y futuro».
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Explica que las afirmaciones que escuchamos en materia sexual conforman todas nuestras creencias, aquellas que vamos repitiendo y se hacen presentes en nuestra vida. «Se construyen a partir del material educativo, religioso, de lo que nos dijeron nuestros padres, sus propias experiencias, la de nuestros ancestros, los mitos... por eso arrastramos muchos tabúes».
¿Cuál es la mayor preocupación actual en lo que a sexo se refiere?
El mayor miedo es no funcionar adecuadamente. Tiene que ver con la inadecuación de las conductas sexuales o situaciones en las que surgen disfunciones. Hay muchas ocasiones en las que se pueden resolver con una conversación franca con un cura, con un psiquiatra, con un amigo... y explorar qué se puede hacer para buscar soluciones, explorar soluciones, cambios... El problema actual es que hay muchas parejas en las que el deseo sexual ha mermado, que tienen hijos y la mujer asume el papel de madre y no de esposa, que pierden comunicación y la vida sexual queda a un lado. No podemos olvidar que la sexualidad es la que diferencia a una pareja del resto de relaciones con otras personas.
¿Qué aconseja cuando las relaciones sexuales merman?
Como coach empezaría por preguntarles cuántas horas del día dedican a su pareja, cuándo están solos. Es necesario que puedan disfrutar, al menos, de un día al mes para estar en compañía sin nadie más. Muchos ponen la excusa del dinero, pero no es válida. No hace falta realizar un gran viaje, pueden optar por dar un paseo cogidos de la mano.
El problema es que las parejas casi nunca están juntas, ya no tienen ganas de compartir su tiempo, el deseo sexual se les ha escapado... Hay que evaluar su situación actual y ver qué puede hacer que sea diferente para lograr momentos distintos y mejorar la relación. Cada pareja puede hacer miles de cosas en función de sus valores y creencias. Hay gente más atrevida o que tiene más recursos económicos y se van de viaje, pero si no es así, hay múltiples alternativas.
En la sociedad en general se presume de forma mayoritaria de gozar de una actividad sexual plena, abundante y satisfactoria. ¿Hay mucho humo en tales afirmaciones?
A veces se presume, pero es que el sexo vende, sigue motivando. No obstante, hay que saber distinguir entre el sexo y la sexualidad. El primero es carnal, genera el placer, el coito, la penetración... Sin embargo, la sexualidad va más allá; es un intercambio de energía, de palabras, de miradas, de gestos... Es cada vez más frecuente que un hombre y una mujer no se muestren su afecto. En mis sesiones les pregunto "¿cuándo fue la última vez que os distéis un beso apasionado —no encaminado a realizar el acto sexual—?". Nos olvidamos de mirarnos a los ojos, de quedar para ir a cenar o tomar una copa para estar solos y hablar de la pareja, no del trabajo o las deudas, sino de cómo nos sentimos, qué podemos hacer distinto. Pasear de la mano, tocar piel con piel, dar un beso, decir cada mañana buenos días... Eso es sexualidad. La gente se olvida de la sexualidad, pero no del sexo. El sexo es muy inmediato, pero la sexualidad lo incluye todo y nos puede activar esa armonía que tiene que ver con el placer, pero también con el trascender porque estoy dando lo mejor de mí, no solo lo carnal, sino lo afectivo.
¿Cuál es la razón por la que nos olvidamos de la sexualidad si es tan importante?
Creo que es porque hay mucha pornografía. Yo no estoy ni a favor ni en contra, lo que me da dolor es lo que hay detrás de ella. El problema es que cuando un grupo de adolescentes se mete en internet y pone por curiosidad una palabra como puede ser, por ejemplo, "porno" o "masturbación" y aparecen una serie de imágenes muy sórdidas de tríos o juguetes sexuales que pueden resultar hasta dañinos, esos niños y niñas de 13 años pensarán que esa forma de actuar que están observando en sus pantallas es lo natural, la norma. Tienen ante ellos una evidencia audiovisual que no es cierta y que muestra a mujeres espectaculares, perfectas, que realizan posturas forzadas, con juguetes a veces peligrosos... Eso influye mucho en su desarrollo sexual futuro. Esa percepción de las redes queda grabada en sus mentes y les marcará el día que mantengan una relación sexual.
No hay que pasar por alto que cuando se asoman a internet pueden encontrar de todo. Esas imágenes quedan como una impronta en su mente y el nivel de estimulación y excitación se crea a partir de una imagen extrema. De esta forma, cuando ese niño crezca y tenga una relación con su pareja, va a ver que su realidad es muy diferente, lo que le llevará a un posible fracaso y frustración porque su nivel de expectativa estaba muy alto por lo que vio en la pornografía, y eso es muy triste.
Algunos padres les prohiben acceder a internet. Pero no es la solución, accederán a esta información a través del móvil de sus amigos. Hay que hablar con ellos y explicarles que hay cosas adecuadas y otras no. Deben saberlo.
También hay que avisarles de la importancia de tener relaciones con control total de las emociones, sin estar bajo los efectos de drogas o alcohol, para entregarse de forma más plena y satisfactoria que la de un adolescente que ha bebido y no supo decir que no. Lo mejor es querer el amor y el cariño junto al placer.
¿Tienen los jóvenes una idea muy distinta de lo que es la sexualidad y el sexo en comparación con los de generaciones anteriores?
Los jóvenes tienen menos relaciones sexuales que nuestros abuelos. Las nuevas tecnologías están influyendo mucho. La razón es que se ha modificado el concepto. Es cierto que antes había mucho tabú, pero las personas se encontraban dentro de su casa con su pareja, no había un aparato tecnológico que les separara, la televisión no estaba en el dormitorio, se metían juntos en la cama y había tiempo de reposo y conversación. No digo que fuera perfecto, pero había un lugar común y encuentro de la pareja. Hoy, sin embargo, se acuestan y cada uno está con su móvil en su mundo, y a eso hay que sumarle todo lo que suponen las presiones sociales, económicas, el estrés los problemas laborales... No juzgo que sea mejor o peor, pero nos hemos trasladado de un mundo de mucho tabú a uno de libertinaje, y se ha llevado lo bello de una relación de pareja. La relación hay que trabajarla, eso de que todo fluye solo no es cierto. A la pareja hay que nutrirla, cuestionarla, corresponderla...
En una de las páginas de su libro asegura que la sexualidad es un reflejo de lo que experimentamos en nuestra vida, ¿de qué manera condiciona tener una vida sexual satisfactoria o no?
La sexualidad y la vida son una reflejo de la otra. Una persona infiel, por ejemplo, que no tiene compromiso de sinceridad con su pareja, probablemente en el trabajo tampoco será fiel con su socio, podrá ser autoritaria y llevarse por delante lo que quiera. Yo soy del pensamiento de «crea la sexualidad y la vida que decidas vivir, o vive la sexualidad que decidas crear».
En otro apartado se muestra rotunda al asegurar que «yo decido en torno a mi sexualidad, nadie tiene que hacerlo por mí». ¿Por qué no se tiene tan claro en nuestra sociedad?
-Por falta de educación. No hemos hecho un alto para reflexionar sobre este asunto. Hay que aceptar cuando uno dice «no». Un «no quiero», no es «no puedo», porque el «no puedo» deja la puerta abierta a posibles nuevos intentos, pero un «no quiero» es un no rotundo. No hay que sentirse agobiados por la presión de grupo, pero ocurre porque los padres no han educado a sus hijos en este aspecto lo suficiente. Todo avanza muy rápido en cuanto a la información que se ofrece sobre sexo, y no hemos sido capaces de darnos cuenta de que hay que educar de manera adecuada a los nuevos tiempo. Hay que hablar de sexualidad a los hijos con respeto, pero de forma clara. A las madres y padres se lo recomiendo, porque si no lo hacen ellos lo van a hacer papá internet, o el amigo que está en las mismas de ignorancia, lo que puede confundirle y llevarle a grandes o graves errores. Los jóvenes a veces no se percatan de que toda la información que fluye por internet no siempre es válida, y hay que tener en cuenta nuestros valores para que no se confundan.
¿Por qué no hablan con los hijos del tema, por pudor? ¿Qué pueden hacer entonces?
Si a unos padres les da mucho pudor, les recomiendo que busquen libros o información seria en internet para que sus hijos sepan con exactitud, por ejemplo, qué es y cómo se usa un preservativo. Deben conocer que no es para usarlo en el momento último antes de la penetración, porque hay fluidos de lubricación cargados de espermatozoides y pueden provocar un embarazo o enfermedades. Si nadie se lo explica no tienen porqué saberlo. También se les debe informar sobre que no vale meterlo en la cartera durante meses y llevarlo en el bolsillo del pantalón donde se roza y les da calor, lo que puede estropearlo. La responsabilidad inicial es social y de la familia. Si queremos cambiar casos como los de la Manada, tenemos que fortalecer a nuestros niños para darles herramientas y explicarles la importancia del afecto y el respeto, tanto a niños como a niñas, que un día tendrán su primer encuentro sexual.
Sin embargo, no creo en las prohibiciones; todo lo prohibido genera mayor ansia de quererlo. Nunca prohibí nada en mi casa porque yo hablé de sexualidad con mis hijos con mucha naturalidad, tanta como con la que se habla de la ropa, de la comida, los zapatos... De hecho mis hijos se sorprendían al reconocer que sabían más del tema que el resto de sus amigos. Eso les hizo más fuertes. Hay que hablarles de sexo aun cuando los hijos no pregunten.
Muchos padres consideran que si les hablan de sexo les están abriendo la puerta a un mundo desconocido. ¿Cuál es la mejor edad para iniciarles en el tema?
Desde siempre, desde que son niños muy pequeños y se les enseña que no deben dejarse tocar por nadie. Si a un hijo no le abres la puerta a ciertos temas y le adviertes de ciertos peligros, es posible que sea víctima de abusos sexuales porque desconoce que eso que le propone otra persona no está bien. Los padres deben primero educarse, porque ellos tampoco recibieron educación sexual, y ayudar e informar a su hijo. También deben revisar sus propias creencias y, en función de estas, hablar con el menor.
La madre que le dice a su hija, «cuidado porque los hombres solo piensan en el sexo», no se da cuenta de que ya está condicionado su temor a los hombre, y eso no es cierto, se desvirtúa y condiciona sus futuros encuentros sexuales. Focaliza la relación como algo solamente carnal, cuando hay explicaciones más profundas. Además, en nuestra sociedad se espera que el varón adolescente sepa de sexo de forma natural, y los jóvenes tampoco tienen ni idea. Él quiere hacerlo bien en su primer encuentro sexual con su pareja, pero como no sabe, también tiene miedo y puede resultar un desastre y marcar sus relaciones futuras negativamente. Los padres deben formarse, actualizar sus conocimientos, revisar sus propias creencias y, en función de todo ello, asesorarles... Hay muchos libros para acercarnos al tema sexual. Es mejor darle uno correcto a que busque por su cuenta. Otra opción es acompañarle al médico acorde a sus valores y que esté dispuesto a explicárselo.
Hablar de sexo, ¿no es fomentar que lo practiquen?
Para nada, hay que hablar del tema siempre. Cada padre deben saber dónde sale su hijo, quiénes son los amigos... y decidir cuál es el momento adecuado para sentarse con ellos y poner el tema encima de la mesa. No obstante, los niños aprenden también de los que ven, oyen y observan. Si los padres no se agarran de la mano, no se sientan juntos en el sofá, no se dan un beso de buenos días, no se miran a los ojos... Ellos aprenderán que ese tipo de sexualidad para su futuro.