«Ignorar que la familia siempre necesita tiempo»
Ana Rodríguez de Agüero, directora de CEU Ediciones, hace una reflexión sobre la importancia de dedicar tiempo a los seres queridos para alcanzar la plenitud
Todo en lo que no te fijas al elegir colegio y que te da muchas pistas para seleccionar el mejor
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¿Qué es el tiempo? «Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé»: ya San Agustín constataba esta perplejidad tan humana en torno al tiempo. En la niñez y en la juventud, es quizá el gran desconocido: pareciera abundante, casi eterno («¡cuando sea mayor!», dice el niño; «cuando llegue el futuro…», dice el joven), apenas se le dedica un pensamiento. Puede haber alguna nostalgia del pasado, cierto anhelo del futuro, sí, pero en las primeras etapas de la vida vivimos casi por entero instalados en un tiempo que parece no tener fin.
La madurez trae consigo un aceleramiento del tiempo: diríase que volase. Transcurre nuestra vida con pies más ligeros cada vez, no hay tiempo para atender tantas solicitudes. Siempre ha sido así: «El tiempo tiene sus caprichos: envejece al monje Virila, no envejece a la jovencita de la manzana, pero ninguno de los dos le ha sentido pasar. ¡Si será suave, dulcísimo, el pasar del tiempo…!», escribe Carmen Conde.
¿Quién va llevándose el tiempo de nuestra vida, el tiempo del que estamos hechos? No «disponemos» del tiempo, puesto que todos tenemos el mismo (el día de hoy, que no sabemos si culminaremos), pero es lo único que tenemos para entregar: aquello donde ponemos nuestro tiempo, es donde estamos entregando la vida, que se nos va en cada minuto.
La pregunta decisiva de la vida es: «¿a qué dedicaré el tiempo que me sea concedido?». ¿Esconde la realidad una llamada? ¿Solicita de nosotros una respuesta que dar con la vida, con el tiempo del que está hecho la vida? ¿O es la realidad una construcción que nosotros hacemos -nuevamente, con el tiempo del que disponemos, nunca conocido-?
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Y cómo ignorar que la familia, siempre, necesita tiempo. Merece tiempo. Los hijos pequeños, los padres mayores, demandan todo el tiempo disponible. Pero, sin ser tan llamativo, sucede a cualquier edad: las personas piden tiempo, unas de otras, para trabar las relaciones que hacen significativa nuestra existencia. Ese tiempo que les entregamos, ¿nos roba la vida o la lleva a plenitud?