Diálogos de Familia
«Decir a tu hijo que use un preservativo para evitar embarazos o enfermedades no es educación sexual»
Miriam Al Adib autora de 'Hablemos de adolescentes' explica en esta entrevista que a los hijos no se les puede contar todo lo malo del sexo y obviar lo positivo«
«Muchos padres se enteran de que sus adolescentes tienen relaciones sexuales al encontrar el envoltorio del preservativo»
La ginecóloga Miriam Al Adib, autora de 'Hablemos de adolescencia... Y de sexo, y de amor, y de respeto, y de mucho más', considera importante matizar las diferencias que hay entre esta etapa de la vida y la pubertad. «La pubertad es un concepto biológico en el que las hormonas se inician en el despertar sexual, en el que van madurando los órganos sexuales...; es decir, es más biología. Sin embargo, la adolescencia es esa transición de la niñez a la adultez con todo lo que ello implica no sólo a nivel biológico, sino también a nivel psicosocial.
-A muchos padres les preocupa el momento de hablar a sus adolescentes sobre educación sexual porque sigue siendo un tema tabú en numerosos hogares. Cuando se lanzan a ello, aprovechan para contarles cuanto antes la importancia de usar preservativo para evitar embarazos y enfermedades sexuales. ¿Eso es educación sexual?
-Bueno, eso es importante hacerlo también, pero no es educación sexual. Hablar solo de toda la parte negativa del sexo y de todos sus peligros no es educación sexual. Sí que forma parte de la prevención para la salud, pero educación sexual no es. Para empezar, tenemos que entender qué es la sexualidad humana y, tal y como la define la OMS, es un aspecto central en el ser humano desde que nace hasta que muere, lo único que se va expresando de forma diferente a lo largo de su vida. Lo que ocurre es que la gente entiende normalmente la sexualidad como sinónimo de sexo, y no es así. Es decir, el sexo es una parte de la sexualidad humana y se inicia desde la cuna, simplemente en relación con el tipo de vínculo que desarrollas con tu madre en los primeros años de vida. Este hecho ya está formando parte de la educación sexual. Y hay varios tipos de apegos: el seguro, el ansioso, el evitativo y también el apego que es una mezcla de estos dos últimos. Todos ellos van a incidir muchísimo en la forma en cómo te vas a relacionar en la etapa adulta con las parejas.
Por lo tanto, la educación sexual se va modelando desde la cuna, empezando con el ejemplo que damos los padres al bebé, creando un ambiente seguro y amoroso para que entienda el mundo como un lugar en el que pueden establecer relaciones afectivas simétricas sin todas estas tensiones de dominación, sumisión, etc. Las personas que se han criado con apego seguro tienen en la etapa adulta tendencia a ser personas más seguras, a tener relaciones simétricas, sin tanto drama cuando, por ejemplo, se rompe su relación.
En el caso de una persona con apego ansioso, se trata de alguien muy dependiente afectivamente, que necesita que estén todo el tiempo demostrándole amor... Las personas de apego evitativo huyen de la intimidad, tienen miedo al compromiso y no establecen tampoco vínculos saludables. Cuanto más nos acercamos al tipo de apego seguro, más saludables van a ser nuestras relaciones. Por eso, desde que nacemos estamos recibiendo ese tipo de educación sexual. Lo que pasa es que es bueno entender cómo toda esta primera etapa de la vida influye en cómo va a afectar a nuestra forma de relacionarnos en pareja. También hay otra etapa muy sensible que es la adolescencia de cara a cómo vamos a entender la sexualidad.
-Muchos padres se enfrentan al momento de hablar de educación sexual con sus hijos cuando a ellos de jóvenes nadie les habló de sexualidad y puede resultar lógico que no sepan por dónde empezar. ¿Qué les aconsejarías?
La educación sexual no es pensar un día «Manolito ya ha crecido. Vamos a decirle que tenga cuidado a ver si va a contagiar por ahí enfermedades, las va a contraer o va a causar un embarazo no deseado». Eso no es. Cuando nos ganamos la confianza de los hijos y se sienten cómodos y seguros con sus padres, cuando tienen alguna inquietud, tenderán a preguntarles. Sin embargo, si como adultos tenemos mitos se los vamos a transmitir. Al final también los adultos tenemos cosas que revisar porque por nuestra cultura adquirimos muchos tabúes que hace falta reconocer para no tener limitaciones. Por eso, para ofrecer una educación sexual de calidad, los padres también tienen que educarse en este asunto. Por ejemplo, según tenga la madre una relación con su cuerpo o con la menstruación, así la tendrá su hija. Si la hija recibe constantemente mensajes de «qué asco la regla, qué horror, es que los hombres lo tienen todo mucho más fácil», la hija pensará del mismo modo. Si lanzas todo el tiempo este tipo de mensajes estás educando en este aspecto de forma negativa.
La educación sexual tiene muchas ramas y se va adquiriendo en el propio seno de la familia. Además, es importante no desligar la educación sexual de la parte afectiva, emocional, del amor, del respeto, de los vínculos sanos, del placer... Es decir, no se puede obviar toda la parte positiva del sexo. Si solamente le hablamos de todo lo malo que es el sexo siempre van a tener curiosidad y se preguntarán si es tan malo y acudirán a internet, y en internet se encuentra sobre este asunto cualquier cosa menos bueno.
-Mencionas la palabra confianza entre padres e hijos. En tu libro también hablabas de lo asombrada que te quedas cuando aparece una madre con su hija adolescente y hablan tranquilamente de sus dudas y de todo lo que te quieren preguntar. ¿Por qué es tan poco habitual?
La verdad es que cada vez hay más adolescentes que vienen con sus madres y hacen preguntas sin problema. Pero hay ciertas cuestiones que son muy excepcionales encontrarlas en consulta como, por ejemplo, el dolor durante la relación sexual y es súper importante para no tener problemas el día de mañana o toda tu vida. El dolor en las relaciones sexuales es un tabú muy grande. Un adolescente no se atreve normalmente a comentárselo a su madre y, si lo dice, pues a lo mejor la madre le dice «qué me estás contando» y no le da importancia. Es un tema que les cuesta mucho consultar. En una ocasión vino una madre con su hija de 19 años que tenía dolor con las relaciones sexuales y le dije «qué bien, porque esto lo podemos abordar desde ahora mismo» ya que me encuentro con mujeres de 40 y 50 años que llevan toda su vida padeciendo dolor al practicar sexo y les ha afectado en sus relaciones de pareja. Tienen relaciones para contentar a su pareja, pero ellas no disfrutan y sufren, o las hay que intentan evitar las relaciones y su pareja cree que no le quiere, otras mujeres no han tenido pareja nunca después de tener una mala experiencia por pensar que tienen algo raro en sus genitales... Cuando me encuentro con este tipo de casos me da mucha lástima porque se puede abordar y tratar. El vaginismo, que es esa contracción involuntaria de los músculos, es muy frecuente, y algo que no consultan muchísimas mujeres y tiene solución.
-¿Cuáles son las dudas más habituales de los adolescentes con los que te encuentras en consulta?
Pues la mayoría pregunta poco. Y cuando lo hacen suele ser por la anticoncepción. Es lo que más les preocupa. Yo de todas formas siempre intento explicar más cosas para que las tengan en cuenta sobre la educación sexual y otras vulnerabilidades a las que puedan estar expuestas, como que las relaciones son cuando tú quieres, de la forma que tú quieras. Aquí no hay ningún tipo de obligación, ni tiene que hacerlo por quedar bien, ni porque es lo que toca, sino que el sexo tiene que ser algo que tú quieras y disfrutes, no que piensen que les deben a alguien, ni que tienen que aguantar ciertas cosas... Es casi una obviedad, pero que hay que decirlo.
-Sobre todo cuando tienen tanta información que les llega a través de las pantallas, ¿no?
Sí, sí, hay que decirlo porque algunas chicas por este estereotipo de mujer híper sexualizada que se ve en las películas se creen que valen más cuanto más híper sexualizadas están, y se acaban olvidando de su placer, como si el placer fuera para darlo a la otra persona y para ti no, es como un intercambio. Yo te doy placer y tú me haces caso. Es que hay cosas que me encuentro a veces bastante penosas porque tienen una repercusión importante en la salud y, por ejemplo, algo que siempre les digo es que si duele no es normal. Una cosa es que la primera vez hayas tenido ciertas molestias, y otra que tengas una imposibilidad o un dolor cada vez que tengas relaciones sexuales. Esto hay que tratarlo porque con vaginismo cuanto más intenta tener relaciones, más contracturas se producen en los músculos del suelo pélvico.
-Comentabas antes la sexualización de la mujer. ¿Cómo reciben ahora los adolescentes todos esos mensajes de las series de televisión, de las canciones incluso, que intentan cosificar a la mujer?
Muchísimas adolescentes dicen «yo esto del sexo pensaba que era otra cosa», como que están muy frustradas. Tienen relaciones porque piensan que toca y piensan «¿cómo voy a ser yo de otra manera?».
-¿Se forman una imagen demasiado idealizada?
Sí. Y eso es por esa imagen de mujer híper sexualizada que da a entender que el placer no es para ti, sino para el otro. De manera que, al final, hemos confundido libertad sexual con hiper sexualización, que es diferente. Antes existía el tabú de que nuestras abuelas tenían que ser vírgenes hasta que se casaran, pero es que ahora tenemos otro. No es que no tengamos, sino que los tabúes han cambiado.
-¿Cuáles serían?
En la época de nuestras abuelas la sexualidad era sinónimo de reproducción y en nuestra época es sinónimo de placer. Pero tanto antes como ahora siguen esos estereotipos hombre-mujer, pene-vagina..., pero tanto antes como ahora las mujeres somos los objetos y los hombres los sujetos. Antes éramos objetos de reproducción, porque sexualidad era igual a reproducción, y ahora objetos de placer, porque sexualidad es sinónimo de placer. El modelo ideal de mujer en la época de nuestras abuelas era la mujer casta que se mantenía virgen hasta el matrimonio y le daba hijos al varón. Y, ahora, el modelo ideal es la mujer sexualizada, lineal e hiper sexualizada que da placer. Muchos sociólogos ya están alertando sobre este fenómeno porque las niñas desde pequeñas se ponen unas plataformas, bikinis con relleno en el sujetador, el disfraz de enfermera sexy para niñas de tres años... ¿Y qué pasa? Pues que acaban entendiendo que su rol es ese, el de ser objeto de placer aunque renuncien a su propio placer. Nunca ha sido tan fácil tener sexo y nunca ha sido tan desconectado de una misma. Lo veo cada día.
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-En tu libro también hablas de las tres erres que son necesarias para una relación afectivamente saludable. ¿Cuáles son?
Pues el respeto, la responsabilidad y la reciprocidad. Respeto y responsabilidad tanto hacia dentro como hacia fuera. Tienes que tener respeto hacia tu cuerpo y también hacia el otro cuerpo, a tus emociones, a las emociones del otro... Es muy lícito que una persona quiera tener contacto con otra y que no quiera una relación seria. Es lícito. Es decir, la responsabilidad afectiva es muy importante en el respeto, en la responsabilidad, y también para adentro y para afuera. Es decir, tengo que tener respeto hacia mí y si yo no tengo deseo sexual ahora mismo, por qué tengo que acceder a algo que no me apetece. Tiene que haber siempre un equilibrio y reciprocidad. Si es así nunca hay problema. Sea un tipo de sexo que compartan. Otra cosa es que haya una asimetría donde una persona está sacrificando en vez de tener una placer. Y la otra, la que se lleva el placer y te utiliza como un trapo. Esto no es ni respeto, ni responsabilidad, ni reciprocidad. Para que todo funcione, las tres erres deberían estar siempre presentes. Luego ya hay muchos tipos de relaciones y siempre que haya estas tres erres son todas válidas.
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