¿Es usted un hiperpadre o una hipermadre? Relájese y practique el «underparenting»
La periodista Eva Millet relata en su último libro «Hiperpaternidad» cuáles son las consecuencias de la paternidad helicóptero
El underparenting —o hacerle menos caso a los hijos—, puede empezar con algo en apariencia tan simple como es dejar de llevar la mochila de los hijos. Cada tarde, relata Eva Millet en su último libro «Hiperpaternidad» , en miles de escuelas, se produce un gesto cotidiano que define perfectamente cómo se ha transformado la paternidad hoy en día. El niño o la niña sale del colegio y, sin mediar palabra, lo primero que hacen es tenderle la mochila a la madre, al padre, o a la persona que haya ido a buscarlos. Cada tarde, en miles de puertas de escuelas, se puede observar la escena de madres y padres cargados como mulas con las mochilas. A su lado, sus retoños caminan grácilmente, libres de todo peso, pobrecitos.
El de la mochila es solo un ejemplo que siempre aparece cuando Millet se refiere a la educación actual ante maestros y pedagogos. Y que incluso ha aparecido en un vídeo clip que produjo la granja-escuela de Cristina Gutiérrez Lestón y que tiene como título: «Sí, puedo» . La idea es hacerles entender a esos padres que llevan la mochila a sus hijos de casa a la escuela y de la escuela a casa que hay que dejar de hacerlo. Porque con este detalle diario, observa Gutiérrez Lestón, el mensaje que reciben los hijos es el siguiente: «Te la llevo yo porque tú no puedes». Y por supuesto que puede. «Lo que hay que decirles es: "cariño, la llevas tú, porque es tuya" —explica—. Porque mientras haces esto, lo estás entrenando en dos habilidades: la autonomía (yo puedo) y la responsabilidad (de lo mío respondo yo).
En los últimos tiempos, detalla Millet en su obra, también se ha normalizado que los niños interrumpan en las conversaciones de los adultos. «Estás hablando con unos padres del cole, por ejemplo, o con unos amigos, o con tus suegros, y el niño o la niña corta la conversación con un "me aburro" o un "quiero irme" o cualquier otro comentario. En mis tiempos esta interrupción habría sido recibida con un escueto "tú calla", con un "no te metas en las conversaciones de los mayores" o con total indiferencia».
Hoy, contrapone, «la tendencia es responder al niño que interrumpe con una sonrisa arrobada, de orgullo indisimulado , o dejando la conversación adulta para centrar toda nuestra atención en el niño (normalmente el propio) tenga que anunciarnos». Tampoco es cuestión, advierte esta escritora, «de no escuchar jamás al niño. Los niños tienen derechos y voz, por supuesto, y debemos prestarles atención y conversar con ellos. Pero ello no significa que interrumpir conversaciones ajenas está considerado como algo de mala educación y que, a veces, no todo lo que dicen es tan interesante como para dejar cualquier otro tema de lado y concentrarnos al cien por cien en ellos».
Otra de la tendencia de los hiperpadres o hipermadres es la de preguntar a los hijos constantemente. «Pero no cosas del tipo "¿cómo estás?" o "¿qué tal te ha ido el día?". No. —aclara Millet—. Cada vez son más los padres que preguntan cosas a sus hijos que estos no están en posición de responder. Me refiero más a cosas como "¿quieres ir a la cama?" o "¿quieres tomar Dalsy?" a un niño de un año. Demasiadas preguntas para alguien de su edad».
La autora de «Hiperpaternidad» apuesta por una «sana desatención» , que recibe el nombre de «underparenting» y que en su libro refuta la psicóloga Maribel Martínez. Para esta última, «no se trata de volver a los tiempos de Dickens y relegar a los niños al sótano de casa. Ni tampoco observar cómo está a punto de despeñarse y quedarse quieto... No. La sana desatención consiste en no anticipar posibles contratiempos, en no ponerse de los nervios ante cualquier malestar del niño».
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