Jacobo Drachman
Superviviente de Auschwitz: «Tener familia es mi venganza contra los nazis»
Era un niño polaco de cuatro años cuando dividieron su municipio en guetos; ahora, con 83 años, puede contar que tanto sus padres como él lograron salir con vida de «aquel infierno»
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«No pudieron matarme, algo les falló». Así comienza el testimonio de Jacobo Drachman (Polonia, 1935), superviviente del Holocausto que arrasó con la vida de millones de judíos, gitanos y otros grupos étnicos. Él consiguió salir con vida, al igual que lo hicieron sus padres. «Creo que es el único caso donde toda la familia llegó al fin de la guerra viva ». Sobrevivieron a tres campos de concentración, aunque en Auschwitz fue donde comenzó su tortura.
Drachman tenía solo cuatro años cuando los nazis invadieron Polonia. Dividieron Lodz (donde vivía) en guetos, hasta ser deportados tres años después. «Es increíble lo que un niño de 7 años tuvo que vivir. No me hicieron esto por ser judío . Era pequeño y ni siquiera yo sabía lo que era; lo llevaron a cabo, simplemente, porque haber nacido», cuenta.
Durante los tres años que vivió en el gueto, Drachman confiesa que, al ir a la escuela, tenía que saltar cadáveres de personas, tirados en al calle. «Nunca vi matar, pero sí morir a mucha gente (de hambre, de enfermedades, por robar...). Tuve hepatitis , mi cara se volvió amarilla, pero no morí, no era mi momento», confiesa.
Llegó a Auschwitz en el último vagón de un ferrocarril. Una vez allí, los dividieron en grupos, momento en el que lo separaron de su madre. Al ver esa situación, este niño agarró fuerte la mano de su padre. «No te suelto» , le dijo. Recuerda perfectamente la cara del hombre que los separó. «Yo le llegaba a su cintura. A mí padre lo querían porque era ingeniero metalúrgico y les vendría bien; yo no era más que un niño que estorbaba», asegura.
Tanto recuerda su imagen que, durante el recorrido por la exposición de Auschwitz en Madrid, Drachman se detuvo delante de una foto. «Tú, tú fuiste quien me separó de mi padre . Te busqué cuando todo terminó, pero nunca te encontré». «Me llevaron, junto a otros niños, por el "camino al paraíso" . Un recorrido que terminaba en el crematorio número 5».
De aquella fila consiguió escaparse, esquivó a la muerte para seguir viviendo. Confiesa que era «un ratón, siempre de aquí para allá movido por una curiosidad innata». Eso hizo que presenciase momentos que recuerda con angustia. « Vi fogatas inmensas y cómo volaban muñecos , o al menos eso me parecía a mí. Eran personas, personas a las que quemaban porque se les acumulaba los cadáveres de las cámaras de gas. Quemaban a gente fuera porque no daban abasto».
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Precisamente delante de la imagen del humo y el fuego se detuvo durante el recorrido por la exposición. « Ese fuego no se olvida. Ni el humo "dulce" que de allí salía. Me he impresionado ver la imagen», subrayaba Drachman.
Tras salvarse de la muerte, por primera vez, Jacobo se duchó y se vistió con un pijama de rayas , muchas tallas por encima de la suya. Los años en los campos de concentración fueron brutales para él. «Vi a personas lanzarse a las vallas electrificadas para matarse, para no seguir en aquel infierno».
La liberación
Los nazis lo abandonaron en Theresienstadt, donde se refugió hasta la liberación. De la guerra « salí como una hoja arrastrada , pero era divino sentirse libre. La libertad para mí es lo mejor que hay». Confiesa, sin tapujos, que lo primero que hizo fue robar un caballo y galopar a campo abierto. Eso, para él, era la auténtica libertad.
Tras un tiempo en un campo de refugiados, Drachman emigró con sus padres a Uruguay . Allí vivió durante 26 años, para mudarse, definitivamente, a Israel, donde reside actualmente. «Tengo 83 años, estoy casado desde hace 62, tiene tres hijos, nueve nietos y seis bisnietos. Tener a mi familia es mi venganza contra los nazis . Cuanto más seamos, mejor», insiste.
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Drachman reconoce que hace tiempo que sus lágrimas se secaron , aunque afirma que lloró al ver nacer a su hija. «Con mi hijo no lloré, era muy feo», comentaba entre risas y guiños. Precisamente la sonrisa no se le borra del rostro, un cara donde se pueden ver sus ojos vidriosos mientras recuerda su pasado.
Tras la liberación, quería recuperar el tiempo perdido, todo lo que le habían arrebatado. Estudió, se formó, fundó empresas... , «pero nadie me creía si les decía que había sobrevivido a Auschwitz, me decían que era imposible. Por ello, me puse a escribir, para que toda mi historia no quedase en el olvido».
«Ni el que lo escribió, ni el que lo estudió... Nadie, míreme a los ojos, nadie lo vivió como yo . Yo estuve en un crematorio; aquello era como un horno de panadería. El Holocausto no fue internacional. Es del pueblo judío», subraya Drachman.
«Que nunca se olvide»
« No perdono ni olvido , pero tampoco odio». Drachman asegura que odiar es el camino para que esto pueda volver a repetirse. «No dejen que el diablo entre por ninguna ventana y recuerden, siempre, lo que le hicieron al pueblo judío », continúa. Este superviviente afirma, además, que la guerra de palabra no hace tanto daño como la guerra de bombas, que «son las peores».
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A la sociedad le pide que no utilicen el odio; a los jóvenes, que nunca más vuelva a repetirse . «Vean lo que fue, lo que pasó, aunque no lleguen a creérselo». En ese instante de la entrevista, un adolecente se acercó a Drachman, llorando, y le preguntó cómo pudo salir de allí. « Sobrevivir es lo único que el hombre piensa en momentos como esos», confiesa.
A Jacobo Drachman le queda, después de tantos años, el miedo a morir. «No soy capaz de ofender a nadie, de insultar, pero sí tengo un problema: si alguien me dice que me va a matar, me lo creo . Me lo creo y me escondo para que no me encuentren», asegura.
Para terminar, afirmó que «el hombre es un ser muy complicado, pero hay tiempo para arreglar cualquier situación de conflicto». Y zanjó su intervención con esta frase: «Dios nunca ha mandado a matar a nadie, pero en nombre de él se ha matado mucho ».
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