Familia
«El sentimiento de culpa daña mucho porque hiere el orgullo»
La psicóloga y escritora Carmen Durán explica las claves para liberarse cuando alguien se siente culpable de algo
Para Carmen Durán, psicóloga especializada en psicoanálisis y autora del libro «El sentimiento de culpa» (editorial Kairós) , la sociedad actual es tan exigente que produce en las personas una necesidad de ser perfectas, «y cuando no lo son se sienten culpables».
–¿Qué es lo que crea mayores sentimientos de culpa?
–Todo lo que tiene que ver con la pérdida de la lealtad, con traicionar a un amigo, con la infidelidad. También lo genera haber desaprovechado oportunidades, no conseguir el éxito, no respetarse y hacerse daño a uno mismo por tener adicciones al alcohol, las drogas o, incluso, al tabaco, la comida… Todo ello produce mucha culpa porque daña el orgullo.
–Llegado a este punto, quizá muchos lectores se sentirán identificados con algunas de las cuestiones mencionadas.
–Efectivamente, el que fuma, el que dejó pasar oportunidades, el que piensa que debía haber llegado más lejos... Aún así, hay personas, incluso, que se sienten culpables de que a ellos les vaya bien, y a los de al lado, no. Se sienten responsables de ellos, como si tuvieran que hacer algo por mejorar su situación. Entonces surge un sentimiento estupendo de solidaridad.
–¿Qué duele más la sensación de culpa hacia uno mismo o hacia los demás?
–Hay mayor sufrimiento cuando es hacia uno mismo porque hiere el orgullo. El dolor, sin embargo, es más auténtico cuando se hace a los demás y se sabe que no se puede reparar.
–¿Por qué hay personas que sienten más culpables que otras?
–Porque tienen puesto mucho valor en el sufrimiento en sí. Consideran que su sufrimiento es una medida de su talla humana. Y no es así.
–¿Sentir remordimiento le hace a uno mejor persona?
–No, tristemente no. Es un desgaste inútil. El remordimiento no sirve para mucho, solo hace sufrir más y mayor daño a uno mismo.
–¿Ayuda el paso del tiempo a limar el sentimiento de culpa?
–No. A veces hasta aumenta porque hay cosas de las que no hemos sido muy conscientes en el momento en que hicimos daño. Es muy habitual con decisiones que se tomaron el la juventud. Al madurar, la persona se arrepiente de ellas.
–¿De qué manera esta situación puede limitar la felicidad o incapacitar la vida?
–A muchas personas la culpa les boicotea su desarrollo profesional de éxito, les genera hipocondría y enfermedades funcionales. Es como si estuvieran pagando de esta manera una culpa no asumida.
–¿Qué sentimientos genera?
-Aquellos que están en el ámbito de la pena, del pesar.
–¿Ayuda a liberarse comunicar lo ocurrido?
–No sirve solo con desahogarse con los amigos, que son un cauce estupendo, pero la mayoría tiene los mismos problemas y a veces el afectado necesitan más objetividad. Hablar de ello libera algo. Deja de ser un secreto y los secretos suelen torturar mucho. Sin embargo, hay veces que puede confundir porque uno siente que tiene que ser sincero y lo que se consigue es dañar más a la otra persona para quitarse uno la culpa.
–¿Cuáles son, entonces, las claves para perdonarse a uno mismo?
–La solución pasa por aceptarse así mismo y tratar de buscar conductas que no repitan de nuevo ese patrón. La reflexión personal también ayuda mucho, pero no estamos acostumbrados a hacerla porque es más fácil buscar distracciones y no hacer frente a los problemas. Conocerse y aceptarse con los límites de nuestro condicionamiento histórico, de nuestra estructura de carácter, de nuestra cultura, de la de nuestra familia... Dependiendo de la intensidad de la culpa, se puede ir a un psicólogo le dirija.
–Cuando uno repara la situación, ¿desaparece el sentimiento que tanto atormenta o siempre persigue el pensamiento de «¡pero cómo pude hacerlo!»?
–No siempre es suficiente, si uno no se ha perdonado a sí mismo. Hace falta aceptar los límites que nos llevan a actuar de determinada manera. Algo tan simple como el temperamento, por ejemplo. Hay personas que son muy explosivas. Saben que a la persona con la que explotan le hace daño y quieren cambiar. No está bien que exploten, pero forma parte de su forma de ser y cuanto más se intentan reprimir con más intensidad sale esa explosión de temperamento. Aunque aceptar mi naturaleza no me da permiso a hacerlo siempre.
–¿Cómo se conoce uno a sí mismo?
–Es complicado, pero una de las cosas más importantes es tener tiempo para perderlo —que siempre es ganarlo—, porque si estamos llenos de distracciones no podemos analizar ni mirar nuestros sentimientos, nuestras sensaciones, no estamos en disposición de saber quiénes somos, de analizar los puntos positivos y negativos.
A veces escribir también es una buena herramienta para tener un ratito de reflexión sobre lo que me pasó, cómo me sentí, qué me alteró, qué me gustó… Ayuda muchísimo al proceso de comprensión. Aprender a hacer relajación, a darse cinco minutos de encuentro consigo mismo. Las nuevas tecnologías no ayudan porque generan muchos momentos de encuentros sociales para comunicarse con personas que ni se conocen, y no permite desarrollar esa capacidad interna de conocerse a sí mismo.