Cáncer infantil
Paula, 16 años y un cáncer: «Mi madre me dice que si puedo con esto, podré con cualquier cosa»
En nuestro país se diagnostican cada año unos 1.400 nuevos casos de cáncer en niños de 0 a 18 años
« Uno de mis peores momentos fue cuando me tuvieron que cortar todo mi pelo », asegura Paula, enferma de cáncer. Y, no es de extrañar. Tan solo tiene 16 años, una edad en la que la apariencia física lo es todo. «Todas mis amigas tienen melena larga, como yo antes que me la cuidaba mucho, pero ahora no puedo. Me ofrecieron ponerme una peluca, pero les dije que no; preferí un pañuelo porque el impacto de quitarme la peluca y verme calva me resultaba mucho más duro», explica esta adolescente.
Otro de sus momentos duros fue «que no pude irme a París, tal y como habíamos planeado un grupo de amigas. Tenía mucha ilusión por ese viaje —confiesa—, pero mi estado de salud no me lo permitió. Se fueron mis amigas».
Algo que no soporta es que la gente la mire por la calle y se vuelva una y otra vez a observarla. «Yo entiendo que no estén acostumbrados a ver a personas tan jóvenes con cáncer, pero, ¡por favor, que sean más discretos! Nos hacen sentir mal con sus miradas. Tampoco queremos que nos traten con lástima ni pena. Somos igual que el resto de personas, pero con una enfermedad».
Sin embargo, el cáncer no solo le ha traído cosas malas a esta joven. A pesar de lo que está viviendo, es capaz de ver el lado positivo a la vida . «Me he hecho más fuerte. Es más, mi madre me dice que si puedo con esto, puedo con cualquier cosa. Es verdad, yo también lo creo ».
También confiesa que nunca ha sido muy cariñosa, «más bien soy un poco fría. Ahora no paro de dar besos y abrazos a mi madre. La enfermedad nos ha unido mucho ». Además, considera que ha madurado mucho , y que tiene mucha suerte de haber hecho nuevos amigos y darse cuenta de quiénes son los de verdad de los que conocía antes de enfermar.
«Qué sonrían, que sonrían mucho»
A los jóvenes que, como ella, la vida les ha hecho bajarse del tren de la adolescencia y quedarse en el andén por una temporada , Paula les quiere mandar un mensaje. Alto y fuerte. «¡Que no se rindan nunca!, que sean muy fuertes porque vamos a salir de esta situación. ¡Y que sonrían, que sonrían mucho! Cuando les venga un bajón que centren todo su pensamiento en cosas bonitas , en todo lo que van a poder hacer cuando estén mejor y en la gente buena que está a su alrededor. Yo ahora sueño con ponerme bien, acabar mi curso y, el año que viene trasladarme desde mi pueblo de Ávila (Ladrada) a Madrid para estudiar y ser azafata de vuelo. Ya me queda menos», confiesa.
Lo que no hay duda es que Paula es una luchadora incansable. Su madre, Raquel, así lo corrobora. Aun recuerda con rabia cómo su hija empezó con 15 años a tener fiebre muy alta y su doctora en Ladrada no la hizo mucho caso. «Hasta seis veces fui para que la hiciera una analítica. Será instinto de madre, pero yo sabía que a mi hija le pasaba algo porque no era normal su estado de debilidad durante tanto tiempo ni una fiebre tan elevada. Fue así cómo decidió llevarla a un hospital en Madrid. Ese mismo día llegó el diagnóstico: «Su hija tiene leucemia».
«La habitación de mi hija en el hospital siempre fue una fiesta, aunque yo estuviera con miedo, tristeza y destrozada por dentro»
Se quedó ingresada en el hospital. «Recuerdo que mi marido estaba de viaje y mi otro hijo de 13 años estaba solo en casa. Pasamos seis meses de hospital, en los que solo pudo volver a casa once días. Además nos pilló de lleno todo el confinamiento por el Covid-19 . Era difícil ser optimista. Sin embargo, la habitación de mi hija en el hospital siempre fue una fiesta. Aunque yo estuviera con miedo, tristeza y destrozada por dentro, por fuera siempre le mostré alegría, buen humor y fortaleza para que se contagiara de optimismo y, con el estado de ánimo fuerte, pudiéramos vencer a la enfermedad».
Su madre confiesa que Paula se tomó bien su diagnóstico desde el principio. « Supo el tipo de leucemia que tenía y que necesitaba un transplante , que gracias a Dios, pudo hacerle la donación su hermano de 13 años. Todo salió bien. Lo peor fue cuando nos dijeron que podía reproducirse el cáncer », matiza Raquel entre lágrimas.
«Yo no quería dinero, quería que mi hija pudiera seguir formándose y no se hundiera en su enfermedad»
Sin embargo, esta madre coraje quiere vivir el presente y ve que su hija está mejor, aunque con muchas consultas médicas y revisiones en el ginecólogo, porque la quimioterapia afecta a su desarrollo ; en el endocrino, porque puede padecer hipotitoidismo; para ponerle las vacunas, pues tras un trasplante «es como si todas las vacunas que le pusieron desde su nacimiento desaparecieran...».
Hoy está en casa, pero todavía no puede ir a clase por su delicada salud y porque un contagio de covid supondría un grave riesgo. «Por las mañanas se levanta muy cansada y le cuesta reaccionar. A veces le compro unos churros para desayunar y animarla. Después se conecta a las clases online y también pasa tiempo en redes sociales charlando con amigas. De momento no puede salir a la calle».
Efectos secundarios en su hermano
Raquel confiesa que su hijo de 13 años ha vuelto al colegio justo después de navidades. «Antes ha tenido que estar también en casa encerrado para evitar que su hermana pudiera coger el Covid . Se conectaba de manera online, pero ahora le obligan desde la Consejería de Educación a que vaya a clase, algo que no entiendo porque pone a su hermana en un grave riesgo. Deberían tener en cuenta la situación de cada familia y entender porqué no iba mi hijo al colegio. Él ha sufrido también mucho con esta situación y está, a sus 13 años, con un tratamiento por depresió n. La situación en casa no es fácil y, encima, no ha tiene vías de escape con sus amigos para no perjudicar a su hermana. Es un campeón».
Por todo lo ocurrido, esta madre ruega que «todo el mundo sea muy consciente de lo que es el Covid y respete las medidas de prevención porque hay personas que sufren mucho . A las autoridades les pido que por favor, piensen en toda la gente que lo está pasando tan mal. Y que nos ayuden. Yo he tenido que luchar un montón para que mi hija tuviera un profesor y no perdiera el curso. Yo no quería dinero, quería que mi hija pudiera seguir formándose y no se hundiera en su enfermedad». Añade que los niños pequeños con cáncer, por edad e inocencia, «no saben lo que les está pasando, pero los jóvenes saben muy bien lo que les puede pasar. Y no es fácil asumirlo por su juventud. Toda ayuda es poca ».
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