«Los padres no son los maestros»
Por Nora Rodríguez, creadora de Happy Schools Intitute y experta en Neurociencias y educación para la paz
Los cambios educativos de las últimas cuatro semanas se han producido al mismo ritmo con el que tomábamos consciencia de que un virus desconocido se expandía a gran velocidad, y llegaba quedarse entre nosotros. Por primera la primera vez los seres humanos nos vimos de repente inmersos en una pandemia global que nos exigió tres cosas: estar permanente alerta e informados; vivir confinados; y a muchas familias les tocó traer la escuela a casa. Un homeschooling forzado que de la noche a la mañana colocó a los padres en un rol inesperado, el de únicos responsables de los estudios de sus hijos.
Pero, ¿de qué tipo de responsabilidad estamos hablando?¿La de comportarse como profes exigentes cuando para la mayoría de los estudiantes, de todas las edades, de golpe tod se frenó en seco? Sustituir a los docentes en estos nuevos contextos puede ser no sólo una tarea titánica sino con bajas probabilidades de que el esfuerzo dé los resultados esperados. Cuando se estudia en casa, mientras dura el confinamiento, los vínculos también están implicados. En el colegio, de algún modo los vínculos familiares quedan fuera. Ahora, más que nunca, es tiempo de cuidarlos, de entrar en puntas de pie en el corazón de los hijos.
Esta es sin duda la verdadera responsabilidad educativa de los padres cuando la escuela está en casa, ser más padres mentores y menos padres maestros . Mentores capaces de ayudarles a desarrollar una «mentalidad de crecimiento», o lo que es lo mismo, de ayudarle a darse cuenta de que pueden aprenderlo casi todo porque la clave está en comprender y en practicar, y porque la plasticidad neuronal hace el resto. Mostrarles cuanto saben cuando se convierten ellos en maestros capaces de enseñarles a los padres aquello que saben, o bien siendo sus ayudantes a la hora de hacer carteles recordatorios… De lo que se trata es de poner los medios para que sientan entusiasmo por aprender. Y esta es la gran noticia. Porque mientras que la motivación no es algo que se pueda prestar, ni transmitir, porque sólo puede nacer de nuestro interior, el entusiasmo por saber cosas nuevas sí que se contagia, como la risa, como los bostezos, como el amor sincero…
Juegos que les ayudan a estar más atentos
Los juegos en familia permiten activar muchas de las aptitudes que los hijos necesitan para los estudios. Como crear una frase diciendo cada participante una palabra, e ir memorizando uno a uno la frase que se está construyendo. Los hay para fomentar la creatividad, como jugar a armar nuevas palabras, o contar un cuento y dejar que los hijos construyan posibles finales, así como juegos que fomenten la atención, como los juegos imitativos, o hacer juntos letras o números con la posición del cuerpo si son pequeños, o simplemente sopa de letras o buscar los siete errores entre dos dibujos aparentemente iguales.…
Los juegos permiten disfrutar de momentos de conexión emocional y divertirse en familia, y a su vez trabajar aspectos necesarios para los estudios. Ahora bien hay tres cosas imprescindibles que mi experiencia como mentora de padres por más de veinte años me inclina a recordar:
1- que la persona que tienes enfrente sabe mucho ya, y que sólo se trata de averiguar qué sabe para que aprenda lo divertido que puede ser conectarla a la nueva información.
2- que el cerebro es el único órgano social que aprende todo el tiempo, pero que necesita de emociones positivas y de un ambiente seguro para mantener el interés. Sin emociones que nos causen placer no hay aprendizaje;
3- que la empatía es el mejor wi fi que hay entre las personas, y más aún entre padres e hijos.
Planificar el día
Si bien es verdad que muchos niños y jóvenes han sido desalojados de su estabilidad y de sus hábitos de estudio, cuando se pusieron en pausa las clases presenciales, ello no implica carecer de recursos o de poder lograr nuevas competencias y lograr una mayor adaptabilidad. Será necesario una buena organización cada mañana y cumplirla, practicar la flexibilidad, y un entrenamiento claro en actuar sobre aquello que sí pueden controlar. Los padres mentores pueden explicar a los hijos que sólo podemos cambiar aquello que está bajo nuestro control, pero que esos pequeños cambios en verdad son los que llevan a grandes cambios.
Al diseñar cómo será su día en el que se incluya tiempo de estudio, proporcional a la tarea a realizar, ha de incluir tiempo para los amigos, cocinar algún día en familia, tiempo de ocio, por ejemplo para una partida on line, para escuchar música, tocar un instrumento, colaborar con las tareas de la casa adecuadas a la edad, así como simplemente no hace nada. En ningún caso es positivo que pasen horas encerrados en la habitación haciendo deberes en solitario, hasta que acaben. La cuarentena es buen momento para aprender algo nuevo o realizar actividades pendientes como terminar un libro. Dar un fin a cosas que haya empezado antes del confinamiento le ayudará a sentir una mayor fortaleza interior y autocontrol.
En cualquier caso, si la escuela ha entrado en los hogares para no irse en los próximos meses, el papel de los padres es impedir que el distanciamiento social lleve a los hijos a sentirse aislados. El mejor antídoto para ello es evitar la idea de que gana quien tiene razón, y en su lugar, practicar a diario en familia la generosidad, la amabilidad, el altruismo, y el cuidado mutuo, porque nada de esto falla. De hecho, es un mecanismo de selección natural que nos ha hecho llegar hasta aquí como especie.